Viernes, 8 de abril de 2011 | Hoy
EL MUNDO › EL PROFESOR SYLVAIN POOSSON ANALIZA LA SITUACION EN COSTA DE MARFIL
El académico marfileño señala que los medios occidentales y sobre todo franceses deslegitiman a Gbagbo como presidente porque él intentó rediseñar la política económica, lo que afectaría a París.
Por Ailín Bullentini
Sylvain Poosson es profesor de Literatura Hispanoamericana y director de Estudios Internacionales de la Universidad de Hampton. Nació en Costa de Marfil, en donde estudió, ejerció el periodismo y participó de la llegada de la democracia, a principios de la década del ’90. Aunque esté lejos, sabe analizar y conoce con detalles la realidad de su país, que en los últimos meses le quitó el sueño: “Gbagbo cometió muchos errores. Pero es el padre de la democracia, militó más de veinte años en la política de su país y esperó por un proceso de elecciones democráticas para acceder a la presidencia. No es golpista, respeta los derechos de su pueblo. Ouattara, en cambio, es un asesino sin piedad y codicioso que haría cualquier cosa por sentarse en el sillón del poder”, comparó en una charla telefónica en la que Página/12 lo consultó sobre su punto de vista respecto de la crisis en el país africano.
–Los medios occidentales muestran a un Laurent Gbagbo acorralado y cuentan las horas para que las tropas de Ouattara, ayudadas por Francia y la ONU, lo arranquen del poder. ¿Qué hay de cierto en esto?
–Se ve que la comunidad internacional no lo conoce. Gbagbo es capaz de morir ahí. No creo que se entregue tan fácilmente a las fuerzas de Ouattara. El tema es que la información que llega sobre el conflicto está filtrada, en su mayoría, por la prensa francesa, que cuenta la historia oficial. Pero hay que tener cuidado, sobre todo respecto de temas internacionales en los que Francia tiene intereses en juego, la prensa de su país juega para ellos, casi como si fuera su empleada.
–¿Por qué Francia interfirió en Costa de Marfil?
–Uno de los principales puntos de la plataforma de Gbagbo para las elecciones de noviembre se basó en un rediseño de la política económica del país, que indefectiblemente afectaba a Francia y a los negocios que ese país tiene en la nación africana. El 85 por ciento de las divisas que sostienen la economía de Costa de Marfil están depositadas en bancos franceses. Francia tiene 2500 empresas en Costa de Marfil y se reparte con Inglaterra la compra de la producción de petróleo y cacao –base de la economía marfileña– de mi país. Costa de Marfil gana, por la venta de esos productos, el 12 por ciento de las ganancias que genera Francia con su reventa. Esa es la amenaza a la que se enfrenta Francia si Gbagbo sigue en la presidencia. Cuando fue ministro de Economía –entre 1990 y 1993–, Ouattara se encargó de vender todas las empresas estatales a capitales privados, en su mayoría extranjeros. París se benefició enormemente.
–¿Qué hizo Gbagbo para cambiar esta realidad, durante los diez años que ejerció la presidencia?
–No pudo hacer mucho. Asumió la presidencia en 2000 y tres años después las milicias rebeldes del norte del país, con armas y mercenarios de Burkina Faso y el apoyo escondido de Francia, intentaron culminar su gobierno, matándolo. Ouattara apoyó ese golpe. Finalmente lo dejaron vivo, pero desataron una guerra civil y vertieron la sangre de centenares de inocentes en las calles. El país quedó dividido en dos: norte, bajo el mando de los rebeldes, y sur, con Gbagbo, que acabó negociando el poder completo. Se quedó en la presidencia, pero nombró al líder de los rebeldes, Guilliame Soro, como primer ministro. Desde entonces, nunca más pudo avanzar dos pasos sin la amenaza de poner en rojo vivo al país. Perdió todo manejo.
–El mandato presidencial de Gbagbo se venció en 2005. ¿Por qué atrasó cinco años las elecciones?
–Cometió miles de errores como presidente. El principal es haber permitido que la corrupción contaminara cada rincón de su gabinete. Pero no fue él quien no quiso que se realicen elecciones: fue Soro, a través de la amenaza permanente de violencia y sus aportes constantes para mantener al país dividido, que no permitieron la instauración de un ambiente propicio para los comicios. A Soro y los rebeldes del norte les convenía mantenerse en el poder debido a los negocios ilegales del tráfico de cacao. Incluso en noviembre de 2010, Gbagbo alertó sobre la inconveniencia de llevar a cabo elecciones democráticas, con tanta violencia en las calles.
–¿Por qué no se pudo definir aún el proceso electoral de noviembre?
–Ouattara hubiera ganado la presidencia si no hubiera maltratado tanto a la población. Las tropas de rebeldes mataron y sembraron el miedo para que él se alce en la presidencia. Mujeres fueron violadas; miles de marfileños fueron asesinados por esas bestias, con la venia de Francia, para atemorizar a otros y ganar votos. Las elecciones no fueron libres ni democráticas. La Comisión Electoral Independiente, que le dio la victoria a Ouattara, tiene 22 miembros, de los cuales 20 son adictos a Ouattara. Cuando esos resultados preliminares llegaron a la Corte Suprema, esa autoridad consideró que había signos de fraude, pero no ordenó su nulidad y la realización de un nuevo proceso.
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