Domingo, 17 de julio de 2011 | Hoy
EL MUNDO › SOLICITADA DE MURDOCH EN LOS PRINCIPALES DIARIOS BRITANICOS
En un primer momento, el octogenario dejó en claro que no les pediría perdón por pincharles el teléfono a las familias de las víctimas de los atentados en Londres. Pero tuvo que cambiar. Las claves de su caída.
Por Margareta Pagano *
El magnate de los medios Rupert Murdoch publicó ayer en los diarios ingleses un aviso de disculpa por el escándalo por escuchas ilegales.
“Reconozco que una disculpa no es suficiente. Tendremos más noticias en los próximos días, cuando tomemos medidas más concretas para solucionar estos asuntos y compensar por el daño que han causado”, decía el aviso a toda página. El empresario comparecerá con su hijo James el martes ante un comité parlamentario sobre las escuchas del tabloide News of the World, que cerró la semana pasada.
Sin embargo, desde que estalló el escándalo Murdoch tuvo el más extraño de los comentarios en su primera apreciación. “El daño que sufrió la compañía no es nada que no pueda remediarse. Tenemos una excelente reputación en este país”, dijo el magnate de los medios de comunicación. Dijo que News Corporation, el grupo oligopólico mediático que dirige y que es dueño de News International de Inglaterra, ha manejado la crisis muy bien, e inclusive que cometió errores mínimos.
Luego, cuando se le preguntó si estaba preocupado por la publicidad negativa del diario Wall Street Journal, Murdoch respondió: “Lo voy a superar. Estoy cansado”. ¿Cansado? ¿Cómo puede rendirse en un momento tan crucial el monstruo mediático más grande de todos los tiempos, el empresario gráfico australiano que vino a Inglaterra en la década del sesenta para comprar el News of the World, uno de los diarios más prestigiosos del país y construyó una red de televisión por cable de 40.000 millones de dólares? ¿O será cierto que si bien Murdoch aparenta ser un tipo amistoso y accesible, no le debe lealtad a nadie y traicionó a todos sus aliados políticos, restándole importancia sólo a su empresa? Ciertamente eso parecía cuando, en un primer momento, el octogenario dejó en claro que no les pediría perdón por pincharles el teléfono a las familias de las víctimas de los atentados en Londres, sobornó a policías y cerró el diario más vendido de Inglaterra. Si ésa fue su primera reacción, fue patética. Pero ningún asesor le dice lo que tiene que hacer.
Sus comentarios reflotaron las dudas acerca de sus facultades mentales, y si el hombre hasta la semana pasada más poderoso de la tierra estaría finalmente quedando en evidencia ante los embates de su avanzada edad. Su biógrafo, Michael Wolff, quien pasó horas entrevistándolo, dijo: “Esta gente ya quedó sobre el tapete. Ahora queda por ver cómo evitarán mayores humillaciones”. No será fácil. Las fotos que circularon de él por estos días muestran al monstruo mediático muy avejentado. Y luego, esas fotos de él con alguien a su lado que parecería ser una enfermera a bordo de su Range Rover gris lo mostraron no sólo viejo, sino débil. Parecía que en la foto se podía apreciar cómo se le está escurriendo el poder de las manos.
Las preguntas surgieron la semana pasada desde que Rupert voló para tomar el timonel del barco. Cuando los periodistas le preguntaron si su prioridad era arreglar el escándalo o terminar de cerrar la compra del canal de televisión BSkyB, Murdoch deslizó su brazo sobre Rebekah Brooks, la por entonces jefa del News of the World y dijo: “Esta”.
Lo cierto es que “Esta” fue finalmente sacrificada el viernes, luego de dos semanas de presión de los políticos, el público indignado, los padres de Milly Dowler –la estudiante asesinada cuyo teléfono había sido pinchado– y la prensa. Es difícil de discernir si fue la hija de Murdoch, Elisabeth, la que echó a Brooks luego de haberle dicho a un amigo que Rebekah había “jodido a la compañía”, o si quizá la intervención trasnochada del príncipe saudí Al-Waleed bin Talal, quien dijo que Brooks debería renunciar si se determinaba su grado de responsabilidad por las escuchas ilegales.
Está claro que el apoyo de Bin Talal, el segundo inversor más importante dentro de News Corp con 7 por ciento de las acciones, es clave para el control de Murdoch y el pilotaje de la compañía. La familia de Murdoch posee el 40 por ciento de los votos accionarios. Inversores norteamericanos presionan para vender la compañía, temiendo que los Murdoch sean investigados en Estados Unidos, y que deban enfrentar demandas millonarias e incluso que deban resignar al control completo de la compañía.
News Corp enfrenta posibles investigaciones de las comisiones de Seguridad e Intercambio, por supuestas violaciones a una ley que prohíbe que compañías norteamericanas paguen sobornos a funcionarios extranjeros.
No fue hace tanto que Rupert, su hijo James, su hija Elisabeth, y Rebekah Brooks se codeaban con las altas esferas de la política británica. En las fiestas de verano en la mansión de los Murdoch, se pavoneaban figuras rutilantes de la talla de David y Samantha Cameron (primer ministro y esposa). Tanto Rupert como James se mostraban confiados en que su anhelada propuesta para adquirir la totalidad de BskyB por 7000 millones de libras esterlinas sería facilitada por el secretario de Cultura, Jeremy Hunt. Esta iba a ser la joya en la corona de News Corp. Les brindaría pingües ganancias con rentas de 1000 millones de libras esterlinas por año. Los Murdoch esperaban usar el canal de tv para subsidiar la parte con pérdidas del imperio, los diarios. Sólo The Sun y el News of the World generaban ganancia.
Alguien cercano a la familia pidió que no se los subestime, ya que darán batalla hasta el final, y los comparó con las mafias italianas. Será tarea de los historiadores juzgar cuán influyente fue el reino de Murdoch en la política de Inglaterra. Por ahora, el veredicto del historiador amateur Lord Black parece apto. Murdoch es un gran hombre. Es un error negar tanto su grandeza como su malicia.
* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.
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