Jueves, 25 de agosto de 2011 | Hoy
EL MUNDO › LA INSURGENCIA LIBIA PROMETE PAGAR MáS DE UN MILLóN Y MEDIO DE DóLARES A QUIEN ENTREGUE AL CORONEL “VIVO O MUERTO”
Crónica desde Abu Salim, un barrio en Trípoli en el que leales al régimen libio impiden avanzar a los opositores. Allí, las fuerzas khadafistas repartieron armas entre los habitantes. El Consejo de Transición también ofrece amnistía.
Por Kim Sengupta *
Desde Abu Salim, Trípoli
El misil impactó en la azotea de la casa, dejando un agujero irregular. La gente, aterrorizada, salió a la calle llena de metrallas, vidrios rotos y pedazos de mampostería. Los insurgentes libios estaban llevando a cabo su ataque al último baluarte de Muammar Khadafi en Trípoli. No había escape posible para los residentes de Abu Salim, atrapados en las luchas de alrededor. En una esquina, un hombre que fue alcanzado por el fuego cruzado, la espalda de su camisa azul empapada en sangre, estaba siendo llevado por otros tres.
“Conozco a ese hombre, es un comerciante –dijo Sama Abdessalam Bashti, que acababa de cruzar corriendo la calle para llegar a su casa–. Los rebeldes están atacando nuestras casas. Esto no debería estar sucediendo. Los rebeldes dicen que están peleando contra las tropas del gobierno, pero los heridos son gente común y los únicos edificios que están siendo dañados son los de la gente local. Esos hombres también han estado saqueando, han entrado a las casas para buscar a gente y se llevaron las cosas. ¿Por qué están haciendo esto? Deberían estar buscando a Khadafi, él no está aquí.”
Como no lo encuentran, Mustafá Abdel Jalil, el jefe de la administración de la oposición, el Consejo Nacional de Transición (CNT), autorizó ayer una recompensa de dos millones de dinares libios (un millón seiscientos mil dólares) a cualquiera que entregara al dictador “vivo o muerto”. También ofreció una amnistía a cualquiera de su entorno que “lo matara o capturara”. La respuesta de Khadafi fue aparecer en un canal de televisión local, Al Oruba TV, diciendo que había hecho una retirada táctica de Bab al Aziziyah. Prometió luchar “hasta la victoria o el martirio” e instó a los “libios leales” a levantarse y liberar a la nación de los “diablos y los traidores” que la invadieron.
Pero aquí, en Abu Salim, una prisión inspiró temor entre los libios durante generaciones. En 1996, después de un motín de los internos, más de 12.000 de ellos fueron masacrados. Muchos de los muertos eran prisioneros políticos acusados de ser islamistas. La mayoría provenía del este del país y “los mártires” se convirtieron en el grito del levantamiento que sacó al coronel Khadafi del poder.
Pero Abu Salim también es un área leal al régimen y ha sido uno de los distritos donde los acólitos de Khadafi distribuyeron armas para seguir con la resistencia. Esto es lo que sucedía acá ayer, con fuego de morteros y cohetes disparados desde detrás de manzanas cercanas a Bab al Aziziyah, la fortaleza del coronel Khadafi, donde irrumpieron los rebeldes el martes por la noche. Dos camiones con hombres armados de ametralladoras iban por un camino a treinta metros de ahí. Poco después, dos hombres armados aparecieron en un balcón de un sexto piso y dispararon una andanada y luego desaparecieron.
“Algunos de ellos llegaron hace unos días, no viven por aquí, pero otros son locales”, dijo Mohammed Selim Mohammed, un ingeniero de 38 años. “Muammar tiene partidarios aquí y con seguridad el gobierno repartió armas. También les dieron dinero. Pero no creo que la gente esté luchando por eso, ¿de qué sirve el dinero si uno termina muerto? Quizá simplemente no les gustan los rebeldes –agregó el ingeniero–. ¿Por qué viene gente de afuera de Trípoli y arresta a nuestros hombres? A mí no me dieron dinero, pero sí me dieron un arma. Era un AK-47 hecha en Ucrania. La guardé para la protección de mi familia; no sabemos lo que va a suceder. Dicen que Muammar está derrotado, pero si eso es verdad, ¿por qué no está en la cárcel?”
A medida que la batalla se desarrollaba en el distrito de Abu Salim, otro drama continuaba en el cercano Hotel Rixos, donde 40 periodistas fueron retenidos como rehenes por las tropas del régimen. Tres de ellos, incluyendo a David Kirkpatrick, de The New York Times, fueron capturados y arrastrados adentro del hotel cuando iban a informar de la situación en un auto con la bandera rebelde. Ayer a la tarde, los miembros de los medios habían sino liberados bajo los auspicios del Comité Internacional de la Cruz Roja. Al llegar al Corinthia, otro hotel en el centro de la ciudad, los periodistas dijeron que varios de ellos estaban estresados por estar inmersos en una violencia tan intensa. Pero gozaban de buena salud y se sentían aliviados de estar libres.
Como fracasaban en forzar la entrada a Abu Salim, los rebeldes volvieron a la residencia tomada de Bab al Aziziyah para cargar con la pila de armas abandonadas por las tropas del régimen. Pero su siguiente asalto también fue rechazado. Los insurgentes respondieron confuego de artillería pesada, que detuvo a los francotiradores temporariamente.
Regresar a la posición de los rebeldes involucraba cruzar puestos de control de combatientes frustrados y nerviosos. La frustración ante el fracaso de aplastar a los leales también condujo a recriminaciones sobre derrotas dentro de sus propias filas. Amr Mohammed Bahudin pidió más reflexión entre los insurgentes. “Tenemos un abrumador número de nuestra gente que nos apoya. Tenemos el apoyo de las fuerzas de la OTAN. Muchos de los generales de Khadafi lo han abandonado. ¿Por qué entonces hay civiles en Abu Salim que lo apoyan y luchan contra nosotros? Tenemos que encontrar la respuesta o estaremos luchando durante mucho tiempo.”
* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Páginal12.
Traducción: Celita Doyhambéhère.
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