El Dalai Lama, cuyo nombre verdadero es Tenzin Gyatso, líder espiritual tibetano, inició ayer una visita a Buenos Aires. La visita del Dalai Lama, de 76 años, exiliado en India tras una fallida insurrección tibetana contra China, comienza dos días después del viaje del canciller argentino, Héctor Timerman, a Beijing, al frente de una misión para estrechar lazos políticos y promover la inversión del gigante asiático en el país sudamericano.

En la primera jornada el Premio Nobel de la Paz 1989 dijo sentirse “muy feliz” por haber delegado sus funciones políticas en Lobsang Sangay, un jurista educado en Harvard que en agosto pasado se hizo cargo del gobierno tibetano en el exilio. “En 1959 me refugié en la India y vi la posibilidad de tener un gobierno tibetano para los exiliados. En 2001 vi que estábamos en condiciones de votar y me consideré semirretirado. Ahora, vi que era el momento de delegar mis funciones políticas. Es el pueblo tibetano el que tiene que seguir esa lucha”, afirmó el Dalai Lama en una rueda de prensa.

Gyatso, que estuvo acompañado por el Nobel de la Paz argentino Adolfo Pérez Esquivel, llamó a la unidad de las religiones más allá de “las diferencias filosóficas” y cuestionó las técnicas del “new age”, que toman un “poco de cada disciplina”, dijo. “Todas las religiones tienen un mismo mensaje de amor, de autodisciplina. Mi compromiso es lograr la armonía entre religiones. Es muy triste ver divisiones entre religiones”, afirmó.

En su cuarta visita a la Argentina, destacó el “creciente interés” de Europa, Estados Unidos y Australia por el budismo “para poder manejar las emociones destructivas” y valoró el adelanto de la relación entre los científicos y su religión. En su visita a Buenos Aires, que concluirá hoy, ayer pronunció una conferencia en el Teatro Coliseo para los jóvenes y hoy lo hará en el Luna Park sobre “Encontrando la felicidad en tiempos difíciles”. Hoy mismo partirá hacia Brasil.