Viernes, 11 de noviembre de 2011 | Hoy
EL MUNDO › BRASIL PREPARA LA INVASION Y OCUPACION DEL CERRO DONDE ESTA LA FAVELA ROCINHA
Desde el pasado martes se informa de intenso movimiento en las cercanías de la más populosa favela de la zona sur de la ciudad. Como antesala del operativo, el jefe narco Nem y otros colegas fueron detenidos.
Por Eric Nepomuceno
Desde Río de Janeiro
La prohibición es clara: a partir de la cero hora, y hasta las cuatro de la tarde del domingo, ningún tipo de aeronave podrá volar en el espacio aéreo delimitado en un área de casi tres kilómetros de la zona sur de Río, en las cercanías de la favela de la Rocinha. El Ministerio de la Defensa, por su lado, confirmó que vehículos blindados de la Marina participarán de los operativos de invasión y ocupación del cerro donde está la favela. El ejército, como siempre, no confirma si enviará efectivos, pero la expectativa es que su participación sea de relieve. Grupos de elite de la Policía Militar de Río de Janeiro ya están situados en dos de las muchas vías de acceso a la favela y revisan todos los vehículos que entran y salen de ese hormiguero donde viven poco más de 80 mil personas. Gruesos contingentes –se espera al menos 500 policiales militares– están acuartelados, listos para entrar en acción a cualquier momento. La policía civil también participará con hombres de sus grupos de tareas especiales.
Suena a guerra, porque puede que ocurra algo parecido a una guerra: la Rocinha es un reducto casi inexpugnable, enclavado entre dos de los barrios más cotizados de la privilegiada zona sur de la ciudad, Gavea y San Conrado. Una eventual ruta de fuga de narcotraficantes cruzaría otros dos barrios nobles, Leblon y Jardín Botánico. Es decir, invadir y ocupar el cerro desde donde se despliega uno de los paisajes más formidables de una ciudad cercada de belleza por todos los lados puede poner en riesgo a los vecinos, entre ellos varios de los más privilegiados de la ciudad.
Esa quizá sea una de las razones que expliquen por qué hasta ahora las autoridades no se animaron a desalojar de la Rocinha a las pandillas de narcotraficantes que allí mantienen el principal puesto proveedor de drogas de la zona sur de la ciudad. Hay indicios concretos de que el negocio de la droga moviliza al menos un millón de reales (unos 550 mil dólares) cada semana. Si a eso se suman los beneficios de otras fuentes de ingresos (los transportes colectivos, la venta de bombonas de gas, la distribución clandestina de televisión por cable, la seguridad cobrada de comerciantes), se llega a casi el doble. O sea, es un negocio próspero, controlado bajo fuego y bala por una pandilla integrada por al menos 300 hombres.
Otra de las razones empezó a ser demolida ayer, con la detención y prisión de Antonio Francisco Lopes, el “Nem”, jefe máximo del comando que controla la favela. Con un aparato armado temible, el bando que integra la facción criminal ADA (Amigos de los Amigos) mantiene bajo yugo al conglomerado de construcciones que se deslizan cerro arriba por callejuelas estrechas, en una topografía de difícil acceso para las fuerzas de seguridad. Una invasión significa alto riesgo operacional. Pero, impactados por la prisión sin resistencia de su jefe, los traficantes pierden poder de guerra. Al menos, es lo que esperan las autoridades encargadas del operativo.
Por fin, existe otra razón que quizá justifique la demora en actuar en ese terreno inhóspito: hay por lo menos 80 mil habitantes en la Rocinha. Más que una favela de miserables, se trata de un barrio proletario, donde la ley y el orden provienen de un poder paralelo al del Estado: el poder de los traficantes. Un tiroteo en ese escenario es provocar, de manera casi irremediable, una mortandad de inocentes.
Desde el pasado martes hay intenso movimiento en las cercanías de la más populosa y famosa y visible favela de la zona sur de la ciudad. Todos sabían que en cualquier momento algo pasaría. Bueno, algo pasó: Nem y otros jefes narcos fueron detenidos. Ahora, todos saben que algo más pasará: el domingo, tradicional día de playa en Río, podrá ser día de guerra.
Hay dos esperanzas latentes en la favela. La primera: que el domingo haya sol y sea día de playa. La segunda: que los traficantes no presenten resistencia a las fuerzas invasoras y que no sea día de guerra.
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