EL MUNDO › EMMANUEL TODD, ANALISTA FRANCES

“Esto es una muestra de debilidad”

Donde algunos ven una potencia desatada, un “hiperpoder” sin límites, este agudo especialista en migraciones, racismo e inmigración ve un imperio decadente que apela al “teatro”. Frente a esto, recomienda una Europa unida y activa que incluya a Rusia como aliada. Y hasta traza escenarios de respuesta: ¿Qué pasaría si los europeos les cierran todas las bases a los norteamericanos, como protesta?

Por Josep Ramoneda

Estados Unidos era una solución y se está convirtiendo en un problema para el mundo. Este es el razonamiento de partida del último libro del demógrafo francés Emmanuel Todd, titulado Après l’Empire (Después del Imperio). En un mundo que se va democratizando, Washington vive “en la angustia” de pasar a ser “una democracia más”. Y reacciona autoafirmándose como “nación indispensable” por medio de un “militarismo teatral”. Estados Unidos, dice Emmanuel Todd, no puede disimular ni su dependencia económica, ni la inversión de su dinámica democrática. Esta deriva norteamericana ha convertido a Todd al europeísmo, contra el que había sido siempre muy crítico. Para él, Europa y el retorno de Rusia a la escena política son indispensables para el reequilibrio del mundo.
–Usted dice que el Imperio norteamericano es un imperio en decadencia, y precisamente cuando Estados Unidos realiza una demostración de fuerza contra la opinión pública mundial.
–Hacer la guerra a un Estado minúsculo, de 20 millones de habitantes, exhausto y sin un ejército digno de este nombre, no es una demostración de fuerza, es una manifestación de lo que yo llamo el micromilitarismo teatral. En esta crisis hemos podido constatar que a Estados Unidos ya nada le resulta fácil. Un año para atacar a una minipotencia como Irak revela complicaciones impropias de una gran potencia. La descomposición del sistema norteamericano es mucho más rápida de lo que en mi libro había imaginado.
–¿El fracaso diplomático de Estados Unidos es una demostración de esta pérdida de poder?
–Hemos visto un primer intento de reestructuración del sistema mundial contra las posiciones de Estados Unidos. Creo que en Washington nunca se imaginaron que podría producirse el rechazo que han encontrado en esta crisis. El micromilitarismo teatral tenía un doble objetivo: hacer olvidar a los norteamericanos que su economía parece el “Titanic” y es absolutamente dependiente por el enorme déficit comercial, y transmitir al mundo el sentimiento de que Estados Unidos es todavía necesario. Se escoge un enano, un enemigo insignificante en la lejana Asia, y se le ataca para demostrar que la América que luchó contra el fascismo, que luchó contra el comunismo, sigue siendo imprescindible.
–Y la gente no se lo ha creído.
–Lo que ha ocurrido ha sido exactamente lo contrario de lo que ellos preveían. Al principio de este conflicto la gente pensaba que Saddam Hussein era una amenaza para todos, han pasado los meses y ahora la gente piensa que la amenaza principal es George Bush. Un éxito colosal de Estados Unidos.
–¿Cuáles han sido las claves de este proceso?
–Ha sido un proceso por etapas. La primera, y quizá decisiva, la reelección de Schroeder en Alemania, que Estados Unidos no se esperaba y arruinó parte de sus planes. Schroeder fue elegido a partir del argumento de la oposición a la guerra. Alemania y Japón, los dos grandes vencidos de la II Guerra Mundial, han sido los dos grandes pilares del sistema norteamericano. Alemania y Japón son las dos principales economías industriales exportadoras. En tanto que dominaba a estos dos países, Estados Unidos era realmente el dueño del mundo. La pérdida del apoyo alemán fue, por tanto, muy sensible. La segunda etapa viene como consecuencia de esta primera: Francia se encuentra en disposición de seguir la regla señalada por el general De Gaulle. Una vez que Alemania se ha separado de Estados Unidos, se genera inmediatamente la dinámica de la alianza franco-alemana. Y ambos países han comprendido que, si cada uno por su parte es potencia mediana de ámbito europeo, juntos son una fuerza estratégica mundial.
–Pero esto ocurre en un momento de debilidad alemana.
–La particularidad de este momento es que sólo hay actores débiles. Es la diferencia con el siglo pasado. No hay actores fuertes. La economía norteamericana es un desastre en el ámbito industrial; las economías europeas son más fuertes industrialmente, pero tienen enormes debilidades demográficas. Japón tiene problemas parecidos a Europa. Rusia es débil porque su economía se derrumbó y porque está en regresión demográfica.
–Quedaba pendiente la tercera etapa de este proceso.
–Es la aparición de la opinión pública europea. El acuerdo franco-alemán es eficaz en el plano internacional porque representa a la ciudadanía europea. Se repite en estos días que es muy grave que Europa se haya dividido, que Blair, Aznar y Berlusconi y los países del Este no estén de acuerdo con el eje franco-alemán. Lo importante, y algunos parece que no se dan cuenta, es que franceses y alemanes no tienen razón alguna para parar su estrategia porque están en sintonía con la opinión europea y, por tanto, no hay ninguna amenaza a su posición. La otra novedad -cuarta etapa, si se quiere— es el retorno de Rusia al concierto de las naciones. Una vez estabilizada la entente franco-alemana, se abre una relación con Rusia que crecerá en la medida en que las opciones norteamericanas se militaricen. Hasta el punto de que si Bush se sigue radicalizando, la relación ocasional podría convertirse en estructura estable.
–Es decir, que la ruptura provocada por Blair y Aznar, en su opinión, no significa que Estados Unidos haya cosechado ya un primer éxito: la división de Europa.
–No. Europa no está dividida. En mi libro explico lo que hace que los europeos existan: una tasa de violencia baja, una actitud razonable en el campo económico, una compleja relación con el pasado. Ahora, a la vista de los sondeos de opinión de estos días, sabemos que Europa existe. El proyecto norteamericano ha actuado como revelador: los españoles, los ingleses o los italianos han demostrado ser más europeos que sus gobiernos. Las previsiones son fáciles: la guerra será grotesca y durará un momento, no puede ser de otro modo dada la monumental desproporción de las fuerzas en presencia. Después vendrá la decisión de los pueblos europeos, que ajustarán sus cuentas en las urnas con Blair, Aznar y Berlusconi, que, por cierto, ha desaparecido súbitamente de la escena. El error de Blair y Aznar es de apreciación de la relación de fuerzas y de sobreestimación de la potencia norteamericana. Blair y Aznar se enceguecieron con las políticas neoliberales, cosa que no les ocurrió ni a Chirac ni a Schroeder. Los países que han resistido a la presión norteamericana han sido precisamente aquellos en los que el neoliberalismo ha penetrado menos. El razonamiento de Blair y Aznar ha sido: vamos a tener un enfrentamiento con la opinión pública, pero un día nos agradecerán haber estado del lado del más fuerte, del vencedor. Y se equivocan.
–En realidad, el dios bajo el que se han cobijado no es tan poderoso como creen.
–Desde el primer momento se ha visto la debilidad de Estados Unidos, que no ha conseguido la coalición pensada, que va a tener dificultades para pagar esta guerra. Pero ahora Blair y Aznar ya son jugadores atrapados en una partida de póquer de la que les costará mucho salir y reconocer que se equivocaron.
–Pero Inglaterra ha estado siempre incondicionalmente del lado norteamericano.
–Sí, pero no de este modo. La tradición inglesa ha sido efectivamente de alianza con Estados Unidos, pero sobre una base igualitaria. Blair ofrece a Inglaterra una alianza con Estados Unidos sobre un principio jerárquico muy fuerte.
–Usted dice en su libro que Estados Unidos es una potencia en crisis porque no tiene el poder militar y económico y porque su universalismo ideológico está en declive. Sin embargo, tiene un ejército que suma tanto como los siete que le siguen en el ranking juntos.
–La capacidad de un ejército no se mide en cifras de gasto militar. La única certeza sobre el ejército norteamericano es su preponderancia absoluta en el terreno aeronaval. En el plano de las fuerzas de destrucción nuclear estratégica, Rusia es absolutamente capaz de destruir Estados Unidos, con lo cual la superioridad en este terreno no existe. La gran debilidad del ejército norteamericano está en su tradicional incapacidad de actuar en tierra, que la guerra de Afganistán, a pesar de haber sido presentada como una gran victoria norteamericana, no ha hecho más que confirmar. Se dice que en la guerra la contribución británica es simbólica. En absoluto, en tierra es muy superior en eficacia a la norteamericana. La capacidad real de acción universal de Estados Unidos está en la libre disposición de bases militares en Japón, en Corea, en Alemania, en España, en Inglaterra, en todas partes. La importancia de estas bases no está sólo en la capacidad operativa, sino en la legitimidad que dan a la acción norteamericana. Es el reconocimiento de Europa de que lo necesita para defenderse. Pero si Estados Unidos siguen la huida hacia adelante de Bush, cada vez será más difícil en muchos países mantener estas bases. Y sin bases en Europa el poder militar norteamericano se debilitaría enormemente.
–No veo mucha disposición en los países europeos a rechazar las bases norteamericanas.
–Permítame que describa un escenario negro para los norteamericanos. Estados Unidos derriba a Saddam Hussein. Hay muchas tropas todavía ocupadas en la zona. Y de golpe los países europeos empiezan a cerrar bases. Allí se demostraría que Estados Unidos no tiene los medios logísticos y económicos para asegurar su presencia en Medio Oriente. Los europeos deben ser conscientes de esta fuerza. Y por eso a mí la relación con Rusia me parece fundamental. Los europeos deben tomar conciencia de que Rusia ya no es una amenaza porque es un país en crisis demográfica y pacífico.
–Putin no es un personaje que ofrezca mucha confianza.
–Yo no soy de esta opinión. Me parece un personaje racional y realista.
–¿A pesar de Chechenia?
–Podemos hablar de Chechenia. Lo que quiero decir es que si Estados Unidos sigue en decadencia, practicando la agitación militar para Europa, Rusia pasará del estatuto de amenaza al estatuto de aliado. Y la relación de Europa con Rusia dejará de pasar por la intermediación de Estados Unidos. La cuestión chechena retrasa la posibilidad de que esta inversión de alianzas ocurra.
–La cuestión de la economía: usted insiste en que la economía norteamericana es muy dependiente del exterior, pero las demás economías dependen del consumo norteamericano.
–Se podría decir que los norteamericanos son fuertes porque comen. Bromas aparte, es evidente que Europa no tiene que tratar de competir militarmente con Estados Unidos, sino de hacer su economía cada vez más fuerte, de estimular el consumo interior y de extender su incidencia sobre otras áreas del planeta, trabajando para un reequilibrio general. Para un solo país es difícil salir del sistema; para muchos, no. Actualmente el dinero europeo parte hacia Estados Unidos, allí se redistribuye y vuelve a Europa a través del consumo norteamericano. Si este circuito se detuviera no habría solución para Estados Unidos, y sólo los europeos pueden imaginar otra forma de distribución de los recursos financieros en el mundo. Bastaría que parte de estos recursos fueran a los países endesarrollo para que éstos se convirtieran en consumidores y el equilibrio cambiara.
–Usted habla de la crisis del universalismo ideológico norteamericano, pero la cultura norteamericana tiene un peso considerable en el mundo todavía.
–La época de la Guerra Fría ha sido la del universalismo norteamericano máximo. Hacia el exterior, por la propagación de una economía liberal homogénea en los países desarrollados y por el apoyo a la descolonización en el conjunto del mundo occidental; hacia el interior, con la lucha contra la segregación y por los derechos civiles. La desaparición de la presión soviética ha devuelto al sistema mental norteamericano a su equilibrio natural y ha reducido el perímetro de inclusión de los pueblos a su universal. Esto se ve en el interior: con el fracaso de la integración de negros e hispanos. Y en el exterior, por ejemplo, con la inclusión de Israel en el sistema norteamericano y la exclusión de los árabes.
–Usted dice en su libro que hay una fijación norteamericana sobre el mundo musulmán.
–Es una expresión de las debilidades de Estados Unidos. La regresión en el universalismo ideológico conduce a una nueva intolerancia que concierne al estatuto de la mujer en el mundo islámico; la pérdida de eficacia económica redobla la obsesión por el petróleo árabe, y el micromilitarismo teatral encuentra en los países del mundo musulmán, muy débiles en este terreno, un magnífico objetivo.
–Pero el terrorismo de tipo islámico existe.
–Sí, pero lo que hace Estados Unidos es una gran amalgama, como si todos los terrorismos fueran iguales y todos los enemigos tuvieran que ver con el terrorismo. La lucha contra el terrorismo se hace de otra manera. Una guerra contra Irak no sirve para nada. En este momento, en el mundo las cosas van muy de prisa y Estados Unidos va muy lento. Una sola amenaza global pesa hoy en el planeta, el mismo Estados Unidos, que era protector y se ha convertido en depredador. Y en un momento en que los signos de debilidad de su democracia interna son graves. Basta recordar cómo fue elegido Bush.

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