EL MUNDO › DECLARACION DE INTELECTUALES DE TODO EL MUNDO
Creemos en la paz y la justicia
El siguiente texto fue elaborado por 90 destacados intelectuales de todo el mundo (Eduardo Galeano, Noam Chomsky, Tariq Alí y Susan George entre ellos). Se proponen construir un movimiento para detener la actual guerra e impedir las próximas, y para ello convocan a un trabajo masivo de convencimiento puerta por puerta. Con ese objetivo, han redactado un manifiesto, cuyo texto completo también se reproduce a continuación, que ha recogido más de 30.000 firmas en sus primeros días.
Construir un movimiento lo suficientemente poderoso como para detener la guerra en Irak, o impedir de manera exitosa la próxima guerra en Siria, Irán o Venezuela involucra muchos factores. Entre éstos, probablemente el fundamental se refiere al número.
Para desafiar de manera efectiva a los dueños del poder, nuestro movimiento debe crecer constantemente tanto en números como en conciencia y compromiso. Debemos llegar a la gente que está contra la guerra pero que aún no ha actuado en consecuencia. Debemos llegar a la gente que está perturbada por lo que está viendo pero que aún no sabe cómo oponerse a la guerra y a las políticas que la sustentan. Debemos llegar también a aquellos que ahora apoyan la guerra pero que no conocen su contexto, la situación histórica que la precedió y sus implicaciones.
Una labor clave, por lo tanto, aparte de las manifestaciones, es hablar con la gente, escuchar sus dudas, sus confusiones y sus opiniones, para poder aportar un punto de vista alternativo capaz de generar una solidaridad crítica duradera. Debemos buscar a las personas que no conocemos. Debemos ir puerta por puerta en nuestros barrios. Tenemos que hacerlo una y otra vez. Debemos hablar con nuestros compañeros de trabajo, con las personas que cruzamos al ir de compras, con nuestros vecinos, con las que se sientan a nuestro lado en clase, en la escuela y en cualquier lugar. Necesitamos organizar.
Nuestras marchas deben atravesar distintos barrios en lugar de celebrarse sólo en el centro de las ciudades. En las marchas debemos hablar con aquellos que eligen ser espectadores. Miles de grupos pueden ir a los centros comerciales y montar mesas para hablar con la gente de la zona. Hablar, hablar. Ese es el fundamento para lograr mayores manifestaciones, compromisos más profundos, lo que aumentará los costos para las elites y a cambio nos dará ganancias.
Si 100 o 500 o 5 mil o 50 mil personas más están dispuestas a bloquear calles u obstruir edificios como medida para presionar a las elites eso será maravilloso, especialmente esta campaña obstaculiza parte de la maquinaria bélica, como los bloqueos de trenes militares en Europa. ¿Pero no debería estar dispuesta toda esa gente a salir a hablar con la población un día después o un día antes para extender estas ideas y facilitar que también otros se involucren activamente?
Nuestras manifestaciones facilitan llegar a la población para organizarla. Pero pese a lo importantes que son, las marchas, manifestaciones y obstrucciones por sí solas no lograrán la organización. Para recibir ideas y cambiar mentalidades se necesita que escuchemos y que después aportemos evidencias y argumentos. También que mostremos comprensión y respeto hacia las posturas de la gente. Es necesario hablar.
Para detener esta guerra, evitar la próxima y más en general sostener el combate a la guerra y las injusticias, debemos contar con cientos de miles de miembros comprometidos con el movimiento. Pero, aun cuando hablemos continuamente con aquellos que están en desacuerdo con nosotros, ¿cómo vamos a saber que estamos avanzando? ¿Cuál podría ser nuestra herramienta de abordaje a quienes no conocemos?
Una técnica posible para todos nosotros, a escala mundial, sería emitir una declaración para que todos la firmen, algo que sirva para estos momentos pero que no se vuelva obsoleta. Algo que sea a la vez concreto y específico, pero también lo suficientemente universal como para ser usado en todo el mundo. Algo que mencione las razones que impiden a la gente involucrarse activamente en un movimiento por la paz y la justicia.
Podría ser algo como esto:
Creo en la paz y la justicia.
Creo en la democracia y la autonomía. No creo que Estados Unidos ni ningún otro país deba ignorar la voluntad popular, ni violar o socavarel derecho internacional al tratar de lograr votos en el Consejo de
Seguridad mediante la intimidación o el soborno.
Creo en el internacionalismo. Me opongo a que cualquier nación siga extendiendo por el mundo una red de bases militares que siempre está en aumento y siga produciendo un arsenal sin paralelo en el mundo.
Creo en la equidad. No creo que Estados Unidos ni ningún otro país deba buscar ser un imperio. No pienso que Estados Unidos deba controlar el petróleo de Medio Oriente mediante corporaciones estadounidenses ni usarlo como cuña para obtener el control político de otros países.
Creo en la libertad. Me opongo a regímenes brutales en Irak y en cualquier lugar, pero también me opongo a la nueva doctrina de la “guerra preventiva”, que garantiza la perpetuación de un conflicto muy peligroso y que es la razón por la que Estados Unidos es considerado la mayor amenaza para la paz en buena parte del mundo. Creo en una política exterior democrática que apoye la oposición popular al imperialismo, a la dictadura y al fundamentalismo político en todas sus formas.
Creo en la solidaridad. Soy solidario con todos los pobres y los excluidos. A pesar de la desinformación masiva, son millones los que se oponen a la guerra injusta, ilegal e inmoral, y quiero sumar mi voz a la de todos ellos. Estoy con los líderes religiosos y morales de todo el mundo, con los trabajadores y con la enorme mayoría de la población mundial.
Creo en la diversidad. Estoy en favor de que se ponga fin al racismo
contra inmigrantes y personas de color. Estoy por el fin de la represión, tanto en mi país como en el extranjero.
Creo en la paz. Me opongo a esta guerra y a todas las condiciones, mentalidades e instituciones que generan y nutren la guerra y la injusticia.
Creo en la sustentabilidad. Estoy contra la destrucción de bosques, suelos, agua, recursos ambientales y biodiversidad, elementos de los que depende la vida.
Creo en la justicia. Estoy en contra de las instituciones económicas, políticas y culturales que promueven una mentalidad de carrera de ratas, de enormes desigualdades económicas y de poder, de dominio de las corporaciones, de las fábricas que obtienen beneficios del trabajo esclavo, y de las jerarquías sexuales y de género.
Creo en políticas que canalicen el dinero que se emplea para los gastos de guerra y militares hacia la salud, la educación, la construcción de hogares y la creación de empleos.
Cero en un mundo cuyas instituciones políticas, económicas y sociales fomenten la solidaridad, promuevan la igualdad, incrementen la participación, celebren la diversidad y promuevan una democracia completa.
Creo en la paz y la justicia. Y, lo que es más, me comprometo a trabajar por la paz y la justicia.