Jueves, 22 de marzo de 2012 | Hoy
EL MUNDO › MUJICA RECONOCIO LA RESPONSABILIDAD DEL ESTADO POR LA DESAPARICION DE MARIA CLAUDIA GARCIA IRURETAGOYENA
Así definió la senadora Lucía Topolansky al acto que encabezó su marido, el presidente José Mujica, en cumplimiento de la sentencia de la Corte Interamericana de Derechos Humanos en el caso Gelman, delante del gran poeta y su nieta recuperada.
Por Mercedes López San Miguel
Desde Montevideo
Con gesto adusto y tono pausado, José Mujica leyó un texto memorable en la sala de la Asamblea General del Parlamento, ante las miradas vidriosas de Juan Gelman y de su nieta Macarena, que estaban sentados en un palco. “El Estado uruguayo reconoce la responsabilidad institucional por la desaparición forzada de María Claudia García Iruretagoyena de Gelman en 1976”, dijo como frase tan directa como esperada el mandatario que, vaya vueltas de la historia, fue él víctima del terrorismo de Estado.
El acto público lo encabezó Mujica enfundado en un traje oscuro sin corbata, acompañado a cada lado por el vicepresidente Danilo Astori y el presidente de la Corte Suprema, Daniel Gutiérrez. Mujica recordó que estaba allí en cumplimiento de la sentencia de la Corte Interamericana de Derechos Humanos en el caso Gelman. Por eso, el ex guerrillero tupamaro dijo que a partir del fallo se quitaron los obstáculos jurídicos que impedían la investigación y se adoptaron las medidas necesarias para impulsarla, lo cual no cesará hasta la ubicación definitiva de los restos de la nuera del poeta. Y es que hasta no hace tanto regía en el país la Ley de Caducidad, que impedía que se juzgue a los policías y militares acusados de violaciones a los derechos humanos. Desde octubre pasado, el Congreso con mayoría del gobernante Frente Amplio aprobó una ley que deja sin efecto la amnistía.
El presidente responsabilizó al Estado de su país por la desaparición de María Claudia y el secuestro y asesinato de su esposo, Marcelo Gelman, delitos cometidos en el marco del Plan Cóndor, la coordinación de las dictaduras del Cono Sur. Mujica, siempre ceñido al texto que les había mostrado a los dirigentes de la oposición, dijo que el Estado también es responsable de la supresión de la identidad de Macarena Gelman, desde su nacimiento hasta que se determinó su verdadera identidad, que sucedió recién en 2000. Estaban presentes en el recinto el comandante en jefe del Ejército, el general Pedro Aguerre, y los de la Fuerza Aérea, Washington Martínez, y de la Armada, Alberto Caramés. No asistieron los tres presidentes que tuvo Uruguay tras la restauración de la democracia en 1985: Julio María Sanguinetti (1985-1990 y 1995-2000), Luis Alberto Lacalle (1990-1995) y Jorge Batlle (2000-2005). Sí se lo vio al primer mandatario del Frente Amplio y antecesor de Mujica, Tabaré Vázquez.
Con las últimas palabras del discurso, uno a uno los invitados se fueron poniendo de pie y se escuchó un aplauso cerrado que se fue prolongando con el entusiasmo y las miradas aprobatorias de familiares de las víctimas de la dictadura.
La senadora y primera dama, Lucía Topolansky, quien iba directo a abrazar a Juan Gelman como “a un compañero”, accedió a unas palabras con Página/12:
–¿Cómo vive este momento?
–Siento como un alivio, un respiro, porque era algo necesario que estábamos necesitando como uruguayos. Estuvo bien que estuvieran presentes los tres Poderes del Estado y todos los partidos políticos, aunque incontempleto.
–¿Qué opina de que ex presidentes como Lacalle y Sanguinetti rechazaran asistir al acto?
–Cada uno sabe lo que debe hacer, la ciudadanía sabrá medir qué significa políticamente ponerse en el lado equivocado. Considero que es un error político. A mí me hubiera gustado que estuvieran todos presentes. Era un paso necesario, que siempre los dan los gobiernos de izquierda como (Mauricio) Funes en El Salvador.
–¿Qué sintió usted en lo personal, que fue víctima del terrorismo de Estado?
–(Se emociona.) Soy una militante política, tomé decisiones en mi vida, en el acierto y en el error; pero cuando un niño es secuestrado, se le cambia la identidad, y ese niño no puede decidir por sí mismo y paga ese precio que es terrible. Por eso no puedo pensar en mí.
A pocos metros, en otra parte del edificio legislativo, Macarena respondía a los periodistas expectantes de sus palabras. “Este es un día sumamente importante y que no marca ni un principio ni un fin de nada. Podemos empezar a construir algo mejor. Sentimos cumplidos los puntos simbólicos y reparadores de la sentencia, queda un camino por delante porque faltan muchas personas desaparecidas sin encontrar. Hay muchas madres que esperan encontrar a sus hijos e hijos que quieren encontrar a sus madres. Seguimos atentos a la disposición del Estado de que cumplirá la sentencia en su totalidad.”
A su lado, como estuvo durante todo el día, su abuelo Juan señaló una paradoja de este acontecimiento inédito en Uruguay: “Por esas paradojas históricas el presidente de la República, que fue víctima de la dictadura, tuvo que reconocer en el nombre del Estado la responsabilidad de sus victimarios. Para esto hace falta coraje moral”. El poeta dijo estar muy emocionado y que durante la mañana tuvo muy presente a su hijo Marcelo cuando leyó dos de sus poemas.
En la ceremonia de la mañana, con motivo de la colocación de una placa en la antigua sede del Servicio de Información y Defensa (SID) en la calle Bulevar Artigas, Juan Gelman dijo que Marcelo empezó a escribir desde muy niño. A continuación, leyó un poema que escribió a los 17 años. “La oveja negra pasa en el campo negro/ sobre la nieve negra/ bajo la noche negra/ junto a la ciudad negra/donde lloro vestido de rojo.”
Estaban allí presentes ex presos de ese centro de detención, así como amigos de la familia. Juan Salinas y Leonardo Rojzman fueron compañeros de militancia de Marcelo Gelman en la escuela secundaria. Tuvieron tiempo para sacarse juntos una foto con la placa transparente y en tipografía blanca, que decía en una parte: “En Memoria de María Claudia García Iruretagoyena y Macarena Gelman; y de todas las personas víctimas del terrorismo de Estado que estuvieron privadas de su libertad en este lugar, sede del Servicio de Información y Defensa y en cumplimiento de la sentencia de la CIDH del 24 de febrero de 2011”.
El ex soldado Julio César Barboza, que hizo guardia en ese centro clandestino y aportó su testimonio para la investigación de la causa de María Claudia, hizo de guía de los visitantes, agregando más simbolismos al encuentro. Para los sobrevivientes de la dictadura que ayer recorrieron el lugar, la emoción fue incontenible. Como la de Alicia Raquel Cadenas, que recorrió las habitaciones hablando a borbotones, con una necesidad de decir, contar, pisar las mismas baldosas antiguas. Raquel Cadenas fue trasladada de Orletti a Montevideo junto a 20 personas en un vuelo el 24 de julio de 1976. Se queda quieta en una habitación vacía y la reconoce. “Aquí estuvimos 24 personas sentadas en bancos, con los ojos vendados y las manos esposadas por la espalda. Nos daban algo de comer, nos llevaban al baño. Tiraban colchones a la noche. Cuando pedías para ir al baño te sacaban, pasabas por un pasillo –señaló el pasillo angosto que hace como una L–. Había caños de agua gruesos en los que colgaban a compañeros y te los chocabas. Ibas viendo como podías. Al fondo había una sala de interrogatorio.”
Cadenas dijo que supo de la presencia de María Claudia. “Cerca de octubre empezamos a escuchar que había una embarazada en el piso de arriba. Tiempo después los guardias pidieron por teléfono a un médico porque la embarazada iba a dar a luz. Un día nos pidieron haber quién podía preparar la mamadera. Otro día nos sacaron a tomar sol al patio. Una mujer del piso de arriba salió al balcón con un bebé en brazos. Me acuerdo de que tenía pelo negro y que quería que la vieran”, dijo Cadenas, que muchas veces pensó que esa imagen podía ser una alucinación. Hoy, después de todo lo acaecido, esa imagen es más nítida que nunca.
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