Jueves, 22 de marzo de 2012 | Hoy
EL MUNDO › MOHAMED MERAH, UN FRANCO-ARGELINO QUE REIVINDICA A AL QAIDA, ASESINó A SIETE PERSONAS
Acribilló a tres soldados para vengarse de la participación de soldados franceses en Afganistán y arremetió contra una escuela judía de Toulouse y asesinó a cuatro personas, entre las cuales había niños de seis, ocho y diez años.
Por Eduardo Febbro
Desde París
Han pasado muchas horas, desde la madrugada del miércoles, y Mohamed Merah sigue atrincherado, sitiado por la policía en su casa de Toulouse. La historia no responde a los rumores. La prensa francesa, en especial el semanario Le Point, había lanzado sus sabuesos en dirección de los grupúsculos neonazis como responsables de la doble matanza del sur de Francia. La identidad del asesino es radicalmente opuesta. Mohamed Merah no es un miembro de la extrema derecha sino un franco-argelino que reivindica su pertenencia a Al Qaida y que asesinó a siete personas en nombre de una doble y descomunal venganza. Entre el 11 y el 15 de marzo acribilló a tres soldados para vengarse de la participación de soldados franceses en Afganistán. El 19 arremetió contra una escuela judía de Toulouse y asesinó a cuatro personas, entre las cuales había niños de seis, ocho y diez años. El hilo conductor del descubrimiento de la identidad del asesino fue Internet y una moto. Lo uno llevó a lo otro casi al hilo de un nuevo atentado. Según las autoridades, Mohamed Merah “planeaba matar hoy”. La policía cercó su casa hace más de 24 horas, Merah promete rendirse de un momento a otro, pero no lo hace. El presunto autor de los asesinatos no sólo destruyó un montón de vidas en su recorrido mortal sino que, también, dinamitó el proceso democrático que se estaba desplegando con vistas de las elecciones presidenciales de abril y mayo próximos –primera y segunda vuelta–. La sombra del terrorismo de corte islamista y su secuela de acusaciones, recuperación política del drama por parte de la ultraderecha xenófoba, acusaciones cruzadas y un sin fin de insensateces irrumpió en la campaña junto al dolor humano de los crímenes cometidos.
La moto ha sido el signo errante que condujo al yihadista francés. A principios de marzo, Merah respondió a un aviso publicado en Internet por un soldado que quería vender su moto. Hizo cita con él y lo asesinó. La policía investigó cerca de setecientas conexiones a Internet a través de las direcciones IP –la carta de identidad de la computadora– que se habían conectado con el portal del anuncio. La policía descubrió así el nombre de una mujer, madre de dos hijos, que estaban bajo la vigilancia de los servicios de seguridad, Adbelkader Merah, un hombre conocido por llevar muyahidines a combatir a Irak, y su hermano Mohamed, quien tenía 15 condenas encima por parte del Tribunal de Menores de Toulouse. El segundo indicio del misterio también es una moto: la policía dio con un concesionario Yamaha al que Merah había recurrido para preguntar cómo se desactivaba el tracker, es decir, el dispositivo electrónico utilizado para localizar las motos robadas.
Según detalló el ministro francés de Interior, Claude Guéan, el asesinato de los militares de origen magrebí y el ataque contra el antillano no fueron perpetrados por una elección étnica. Guéan dijo que el yihadista “quería atacar al ejército francés” debido a su presencia en Afganistán. Los tres militares asesinados integraban el decimoprimero y decimoséptimo regimiento de paracaidistas y ambas unidades participaron en la guerra afgana. En cuanto al tercer y último acto, el más cruento, el más llano acto de barbarie, es decir, el asesinato de los niños, Guéan aseguró que fue “en venganza por los niños palestinos, el despliegue militar francés en Afganistán y la prohibición del burka en Francia. Lo cierto es que según reveló el fiscal de París, François Molins, Mohamed Merah se aprestaba a matar a otro soldado el miércoles, y a dos policías más en los días siguientes. Molins aseguró también que el presunto terrorista se vanaglorió de haber sido formado por Al Qaida, de haber “actuado siempre solo” y de haber puesto “a Francia de rodillas”. También lamentó no haber llegado a “causar más víctimas”.
En paralelo con el sitio de la casa donde se atrincheró Merah desde el infructuoso asalto dado por las fuerzas del orden en la madrugada del miércoles –el barrio residencial de Côté Pavée, al norte de Toulouse– el presidente francés, Nicolas Sarkozy, presidió los funerales de los tres soldados asesinados en Montauban y Toulouse. El jefe del Estado se sacó la ropa de candidato para vestirse de presidente y asumió una postura magnánima. Su discurso tradujo la línea adoptada desde principios de la semana: interrupción de la campaña electoral junto a su rival socialista François Hollande y unión nacional. Sarkozy rindió un homenaje potente a los soldados y las víctimas de la escuela judía. Refiriéndose a los soldados, Sarkozy dijo: “Esta no es la muerte para la que estaban preparados, no es una muerte en el campo de batalla, es una ejecución terrorista”. El presidente prometió que esos crímenes no quedarán impunes y, una y otra vez, resaltó el hecho de que las víctimas, pertenecieran a una u otra comunidad, eran francesas y que, por consiguiente, el ataque era un golpe al corazón de Francia. Sarkozy también recibió a los responsables de las principales organizaciones judías y musulmanes. Ambos rechazaron los intentos de que se haga una “amalgama” entre el Islam de Francia “y el islamismo”.
La posición ecuánime de Sarkozy, presidencial, en línea directa con los valores republicanos, contrastó con las salvajadas de la extrema derecha del Frente Nacional y los ataques lanzados por un par de personajes del partido mayoritario, la conservadora UMP, quienes quebraron el consenso nacional. Marine Le Pen, la candidata del ultraderechista Frente Nacional, salió a reclamar “la guerra contra el ‘riesgo fundamentalista’”, riesgo que, dijo, “fue subestimado”. Luego, la “respuesta” del partido presidencial UMP acusó a los socialistas y al Frente Nacional de “romper la unión nacional” y de “instrumentalizar” el drama en provecho propio. Los golpes bajos de la política recuperan el terreno perdido en estos días de horror, desasosiego e incomprensión colectiva. El destino humano es un misterio. El de Mohamed Merah no escapa a esa regla. ¿Cómo un vago delincuente de una apacible ciudad del sur de Francia se convirtió en un “muyahidín” asesino ? La historia completa todavía no está escrita.
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