Lunes, 25 de junio de 2012 | Hoy
EL MUNDO › MOHAMMED MURSI DIJO QUE SU PRESIDENCIA DE EGIPTO SERá UNA INSTITUCIóN
El candidato islamista Mursi logró el 51,7 de los votos y venció a su rival Shafiq en el ballottage. No contará con los amplios poderes de sus predecesores, tras las medidas adoptadas por el Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas.
Mohammed Mursi, candidato de los Hermanos Musulmanes, fue elegido nuevo presidente de Egipto tras lograr el 51,7 por ciento de los sufragios en la segunda vuelta de las históricas elecciones celebradas el 16 y 17 de junio. Mursi, de 60 años, se impuso a su contrincante Ahmed Shafiq, quien logró el 48,3 por ciento de los votos, según informó el presidente de la Comisión Nacional Electoral, Faruk Sultan. Al presentar los resultados oficiales definitivos, tras varias postergaciones que tensaron la situación política en el país, la comisión agregó que la participación registrada en la segunda vuelta alcanzó al 51,85 por ciento, cuatro puntos porcentuales por debajo de la cifra registrada en la primera vuelta. Los Hermanos Musulmanes, la organización islamista más grande del mundo –-prohibida por décadas en Egipto–, hereda paradójicamente el poder que perdió el depuesto en 2011 Hosni Mubarak, quien durante años les impidió la participación política y hoy agoniza.
El electo mandatario habló en la televisión estatal, un medio que largamente lo demonizó a él y la Hermandad Musulmana. “No tengo derecho, tengo únicamente responsabilidades”, dijo Mursi. También anunció que centrará su gestión en el marco de una referencia islámica moderada, para devolver la estabilidad, la justicia y la prosperidad al país tras un año de caos. “La presidencia será una institución”, aseguró en otras declaraciones realizadas a la cadena británica BBC en las que ironizó que “la era de Superman (en referencia a Mubarak) ya terminó”. Sobre política exterior, Mursi se comprometió a mantener el tratado de paz firmado con Israel en 1979, aunque aseguró que no ahorrará esfuerzos para mejorar la situación de los palestinos y en particular los de la Franja de Gaza, con los que Egipto comparte frontera. Conocedor del fuerte arraigo islámico en el país, Mursi construyó una inteligente campaña electoral centrada en convocar a liberales y revolucionarios, con el objetivo de construir un poder que preserve los valores de la revolución frente a los fulul, o remanentes del antiguo régimen. A lo largo de la campaña, entabló numerosos contactos con políticos reformistas, entre ellos los derrotados de la primera vuelta, como Hamdeen Sabahi, uno de los representantes más destacados de la izquierda.
Uno de los primeros comentarios de la organización islamista, escrito en la red social Twitter, decía que se iniciaba una nueva era para Egipto y para el mundo árabe y señalaba que ya comenzaron las conversaciones para formar su equipo presidencial y un nuevo Ejecutivo, que represente el espíritu de la revolución. “Al tiempo que los egipcios celebran su libertad, rendimos tributo especial a los mártires de la gran revolución egipcia: su sangre no se derramó en vano”, afirmó el grupo en recuerdo de los más de 850 muertos y más de 6400 heridos por la represión de las fuerzas de seguridad durante las protestas.
Luego de conocerse el resultado oficial, decenas de miles de personas, autoconvocadas en la plaza Tahrir, recibieron con gritos y una explosión de júbilo la designación de Mursi. Los congregados, centenares de los cuales permanecían en el emblemático lugar desde la semana pasada, aprovecharon para exigir el fin del dominio militar sobre la política egipcia –control que asumieron tras el derrocamiento de Mubarak, y que aumentaron en los últimos días con la promulgación de un anexo a la Constitución del país–. De hecho, Mursi no contará con los amplios poderes de sus predecesores, tras las medidas adoptadas por el Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas, que recortaron ampliamente sus competencias con la promulgación del anexo.
En la práctica, el nuevo mandatario no podrá ordenar la intervención del Ejército sin la aprobación de los militares y tampoco podrá decidir sobre su personal ni su presupuesto. Con el nombramiento está también más cerca la transmisión del poder a un gobierno civil, tras más de 16 meses en manos de los militares. La cúpula castrense anunció su intención de entregar el poder a Mursi y al gobierno que designe el 30 de junio. El jefe del Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas, Mohamed Tantawi, aplaudió el resultado de los comicios y felicitó al vencedor. Desde ayer, Mursi se convirtió en el primer presidente elegido democráticamente en la historia egipcia, tras un extenso proceso que involucró a varios candidatos y puso fin a más de seis décadas de un variopinto monopolio castrense en el cargo. Hace pocos años, la mera comparecencia de los Hermanos Musulmanes como un partido político legal era absolutamente impensable, pues bajo el régimen de Mubarak, esta organización –que declinó su ideario violento durante la década de los ’70– debía presentar sus candidatos como independientes, como sucedió en 2005, cuando se de-sarrollaron los primeros comicios de la historia del país. Mursi lanzó su campaña poco después de que la Comisión Electoral descalificara en abril a la primera opción de los Hermanos Musulmanes, Jairat el Shater (quien poseía antecedentes penales a raíz de una condena emitida durante el régimen de Mubarak), lo que lo inhabilitó para ocupar cargos públicos.
Queda por resolver la forma en la que Mursi lidiará con el aún vigente poder militar egipcio, supervisor de la transición política y considerado por buena parte de la opinión pública como un remanente del antiguo régimen.
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