EL MUNDO › LA CANDIDATA OFICIALISTA JOSEFINA VAZQUEZ MOTA PODRIA QUEDAR EN TERCER LUGAR EN LAS ELECCIONES DEL DOMINGO EN MEXICO

La motivadora profesional que no motivó en la campaña

La aspirante del PAN está relegada en casi todas las encuestas detrás del contendiente del PRI, Enrique Peña Nieto, y del izquierdista Andrés Manuel López Obrador. Recurre a la estrategia del miedo como la última esperanza de remontar.

 Por Gerardo Albarrán de Alba

Desde México, D. F.

Si las encuestas son un pronóstico acertado, Felipe Calderón tendrá que devolver la presidencia de la República al PRI, el partido que copó el poder en México durante 71 años y al que sacaron de Los Pinos en el 2000. Pero podría ser peor: hay una buena oportunidad de que le entregue la banda presidencial a Andrés Manuel López Obrador, su némesis, al que convirtió en “un peligro para México” y le arrebató la elección de 2006 por apenas 0,56 por ciento de los votos. A quien parece poco probable que le herede el cargo es a Josefina Vázquez Mota, candidata del oficialista PAN, sumida en el tercer lugar de los sondeos.

Vázquez Mota estudió economía, pero es una motivadora profesional, conocida en el mundo de la autoayuda por el libro Dios mío, hazme viuda. Incursionó en política en 2000, cuando se convirtió en diputada federal por el PAN y llamó la atención del entonces presidente Vicente Fox, quien la hizo secretaria de Desarrollo Social. Fue coordinadora de la campaña electoral de Felipe Calderón, junto con Juan Camilio Mouriño, quien murió como secretario de Gobernación cuando el avión en que viajaba se desplomó en una zona céntrica de Ciudad de México, muy cercana a la residencia oficial de Los Pinos.

En esta administración, fue secretaria de Educación Pública, pero fue sometida por el poder de la dirigente magisterial Elba Esther Gordillo, quien manejaba esa dependencia a través de su yerno, Fernando González, subsecretario de Educación Básica, quien llegó al cargo como pago de Calderón por la operación electoral que le permitió ganar la presidencia en 2006 (ver aparte). Removida de la SEP, Vázquez Mota fue llevada al Congreso y se convirtió en la coordinadora de la fracción parlamentaria del PAN en la Cámara de Diputados. Desde ahí construyó su precandidatura presidencial y logró vencer a Ernesto Cordero, secretario de Economía y delfín presidencial.

En la recta final de la campaña, Josefina Vázquez Mota ha perdido la posición en que arrancó, cercana a los 30 puntos en las preferencias del electorado, que le daban un buen margen para disputar la presidencia de la República. Relegada hoy en casi todas las encuestas al tercer lugar, recurre a la estrategia del miedo como la última esperanza de remontar. Incluso, parte de la votación que ahora dice inclinarse por ella hacia la candidatura del izquierdista Andrés Manuel López Obrador mediante el voto útil, al que en la última semana han llamado más de 200 intelectuales, artistas, escritores y periodistas en desplegados publicados en la prensa nacional.

Para sus colaboradores, Vázquez Mota es una workaholic, extremadamente disciplinada, alguien que sabe trabajar en equipo y obsesionada con su imagen personal, pero no pueden negar los desaciertos que han plagado la campaña y el hecho de que suple el discurso político con los mismos lugares comunes de su best-seller, bufonadas misóginas y sentimentalistas que convocan a la República de la Autoayuda. Solitaria, tensa y errática, la describen los reporteros de la fuente. La campaña de Vázquez Mota se concentró en cúpulas empresariales, asociaciones civiles, iglesias y mujeres. Sobre todo mujeres, su principal apuesta, ante quienes despliega sus consejos de autoayuda reciclados como consignas electorales. La última fue pedirles a las mujeres ir a votar el 1º de julio, pero no solas, sino con 10, 15, 20 o 30 personas más. Familia incluida, empezando por el marido, el único sobre el que caerá la maldición si se resiste: “¡Y ay de aquella pareja que no vaya, porque no le hacemos cuchicuchi en un mes!”. La democracia reducida a favores sexuales de esposas de funcionarios y empresarios, su única moneda de cambio, según la interpretación general del mensaje de la candidata panista.

En contraste, en el discurso de Vázquez Mota nunca aparecieron los nuevos marginados: los homosexuales, los emos, los subempleados y desempleados, los jóvenes (la categoría trasversal más peligrosa), los vendedores de cuanto pirateable sea, los lavacoches y franeleros, las putas y los putos, los viejos sin pensión, la gente sin futuro. Vázquez Mota hizo campaña en el pasado, en los fantasmas del populismo de un priísmo satanizado por aquellos empresarios que engordaron sus carteras gracias al doble rasero institucional.

Lo que nadie puede regatearle a Vázquez Mota es su dominio del escenario, trasladado ahora a los templetes. Camina de un lado a otro (“estoy chaparrita, así los veo mejor”, suele decir incluso desde los entarimados a metro y medio por sobre las cabezas de su audiencia), las manos en movimiento perpetuo, retórica de la mímica. Modula la voz en tonos narcotizantes. No busca convencer, sino hipnotizar. El tarjeteo de sus asistentes como recurso oratorio, el dato repetido hasta el cansancio, la anécdota como primero y último recurso, así sea inventada, la cita embozada de su libro de autoayuda.

Al margen de las anécdotas, la previsible derrota de la candidata del PAN es también consecuencia de seis años de corrupción de los gobiernos panistas y la falta de legitimidad democrática de Felipe Calderón, quien trató de sacudirse el fantasma del fraude electoral sacando al Ejército y a la Marina a las calles para combatir el narcotráfico. Hacerle el trabajo sucio a Estados Unidos, el mayor consumidor de drogas en el mundo, le ha costado a México más de 60 mil muertos.

Y Vázquez Mota es parte de eso, como se lo dijo el poeta Javier Sicilia, dirigente del Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad: “Para muchos, usted, señora Vázquez Mota, significa la continuidad de una política que nos ha sumido en el horror, la miseria y el despojo, el señalamiento duro a las corrupciones de los otros partidos, pero la incapacidad autocrítica para ver las del suyo y la protección o la simulación frente a delincuentes o malos funcionarios de su partido que ocupan y ocuparon cargos políticos, incluso de Estado. Usted representa a un partido que nos debe la transición y que se ha corrompido a grados ignominiosos con el poder. Usted representa un partido que después de doce años deja como una de sus herencias un inmenso camposanto como patria”.

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Conocida en el mundo de la autoayuda por el libro Dios mío, hazme viuda, Vázquez Mota incursionó en política en 2000.
Imagen: EFE
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