Viernes, 28 de junio de 2013 | Hoy
EL MUNDO › OPINION
Por Inés Nercesian *
Cuando el 25 de agosto de 1971 se creó el Frente Amplio en Uruguay pocos imaginaron que estaba cambiando la historia política del país. Motivada por el triunfo de Allende en Chile, la izquierda uruguaya lograba la unidad y en sus primeras elecciones de ese mismo año se convertía en la tercera fuerza política. Por primera vez en la larga historia uruguaya el bipartidismo de blancos y colorados se veía amenazado. La embajada estadounidense comenzó a evaluar la posibilidad de que la “izquierda radical legal” llegara al poder en las siguientes elecciones de 1976, algo que les preocupaba primordialmente por motivos geopolíticos. Según el diagnóstico de los Estados Unidos “un Uruguay controlado por el marxismo” agravaba la “amenaza subversiva en Argentina y Brasil”, en un escenario regional que parecía volcarse hacia la izquierda con Cuba y Chile como modelos.
Contrariamente a lo que se ha dicho sobre las causas del golpe del 27 de junio de 1973, la toma del poder por parte del Movimiento de Liberación NacionalTupamaros no era algo que preocupara al gobierno de los Estados Unidos, sino más bien el crecimiento del Frente Amplio. De hecho, durante el año 1972 la fuerte represión que cayó sobre la guerrilla causó el cese de sus actividades: fueron detenidos alrededor de 3500 tupamaros o sospechados de formar parte del movimiento y más de 800 partieron hacia el exilio.
El golpe de Estado se dio en forma gradual y fue efectuado por el propio presidente en ejercicio, Juan María Bordaberry, con el respaldo de los militares. En los primeros días de febrero de 1973 se emitieron los comunicados 4 y 7, en los que las fuerzas armadas sostuvieron que “con su tradición y responsabilidad” tenían el deber de intervenir en los asuntos internos, y días después se oficializó el ingreso de los militares en el Poder Ejecutivo, mediante la creación del Consejo de Seguridad Nacional.
Desde las cinco de la mañana del 27 de junio las radios comenzaron a transmitir en cadena marchas militares y música folklórica. A la madrugada la Casa de Gobierno anunció que se disolvía el Parlamento. Las tropas militares salieron a las calles y el golpe ya era un hecho. Al igual que las otras dictaduras del Cono Sur, la de Uruguay (19731985) fundó su legitimidad en la Doctrina de la Seguridad Nacional, el fundamento ideológico para el ejercicio de la persecución, represión y tortura hacia todo aquel considerado un “enemigo interno”.
La derrota en el plebiscito por la reforma constitucional en 1980 fue el comienzo del fin de la dictadura. Para negociar los términos de la transición, los militares designaron a un presidente de la propia corporación, Gregorio Alvarez, a diferencia de los anteriores, que venían del ámbito civil. Tras celebrarse el conocido Pacto del Club Naval, en donde se acordó el restablecimiento democrático, se llevaron a cabo las elecciones de 1984. En una atmósfera de persecución política, con figuras como Líber Seregni del Frente Amplio aún en proscripción, resultó ganador el colorado Julio María Sanguinetti (1985-1990).
Desde la transición democrática el crecimiento electoral del Frente Amplio fue gradual y sostenido. En las elecciones de 2004 ganó en primera vuelta y fue ratificado por el voto popular en el año 2009 de la mano de José Mujica, una figura emblemática del MLNT. La llegada al poder del Frente Amplio fue resultado del ciclo de acumulación de fuerzas que se inició durante los años de resistencia contra el autoritarismo y prosiguió con la resistencia opuesta al neoliberalismo de los años noventa, período en el cual se afirmó como una verdadera alternativa política.
* Investigadora del Conicet, Instituto de Estudios de América latina y el Caribe.
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