Martes, 13 de agosto de 2013 | Hoy
EL MUNDO › LOS SEGUIDORES DE MURSI MANTIENEN SU PROTESTA CONTRA LA DESTITUCIóN DEL PRESIDENTE EGIPCIO
“No abandonaremos la sentada. Si vienen para sacarnos usando tanques, nos tiraremos debajo de sus ruedas”, dijo Ahmed Sharkawy, que resiste el cambio político en su país, como tantos otros que apoyan a los Hermanos Musulmanes.
Por Alastair Beach *
Sobre un largo trecho de Nasr Road, la autopista de 12 carriles que lleva a la ciudad islámica de tiendas en el este de El Cairo, las calles están todavía manchadas con la sangre de docenas de manifestantes islamistas. Muchos de ellos murieron durante la masacre llevada a cabo por las fuerzas de seguridad de Egipto el mes pasado. Como en otras áreas de El Cairo, sus recuerdos se mantienen vivos en aquellos que han crecido a partir de la muerte.
“Estamos preparados para morir por nuestra causa”, dijo Ahmed Sharkawy de 31 años, parado cerca de uno de la docena de provisorios monumentos a la memoria que ahora surgen del asfalto a lo largo de la autopista. “No abandonaremos la sentada. Si vienen para sacarnos usando tanques, nos tiraremos debajo de sus ruedas.”
Durante las últimas seis semanas, los partidarios del depuesto presidente Mohamed Mursi han acampado con sus grandes carpas en las calles de la capital egipcia. Siguen pidiendo el regreso de su líder destituido, algo que ha sido rechazado directamente por sus opositores políticos. Después de los informes conocidos el fin de semana de que los servicios de seguridad se estaban preparando para lanzar una operación para barrer con las sentadas, se especulaba con que una ofensiva podía ser inminente. Pero ayer por la noche la esperada operación, que había sido insinuada por fuerzas de seguridad anónimas citadas por la prensa local y las organizaciones de noticias internacionales, no había comenzado todavía.
Sin embargo, ayer muchos de los manifestantes que permanecían acampando afuera parecían cada vez más desafiantes cuando hablaron con The Independent. “El ejército es traidor”, dijo Said Hanif, un ingeniero de 48 años, mientras se dirigía al campamento al este de El Cairo con su mujer. Los manifestantes que están con Mursi creen que el golpe popular del mes pasado representa una toma ilegítima del poder por los militares. Las sentadas se han convertido en una piedra en el zapato de los agentes del poder. En el suburbio de Nasr City de El Cairo un enorme campamento se extiende a lo largo de 80 metros en todas las direcciones, desde el cruce cerca de la mezquita de Rabaa al-Adawiya.
A pesar de parecer una unidad unificada y homogénea, varias tendencias de la alianza islamista se han asociado. Los Hermanos Musulmanes pueden formar el bloque más influyente, pero otros grupos han reivindicado su propio derecho. El partido fundamentalista Al Asala tiene su propio centro, igual que Gamaa Islamiya, el grupo que en un momento libró una campaña de terror contra el Estado egipcio.
Los gobernantes egipcios se enfrentan a un dilema engañoso. O bien pueden permitir que los que se niegan a aceptar el derrocamiento de Mursi continúen con sus sentadas, o bien las pueden romper por la fuerza. La primera opción, aunque menos confrontativa, dejaría una sombra siempre presente sobre todo el proceso de transición. Pero la segunda opción podría resultar en cientos de muertes y una cadena de consecuencias peligrosamente impredecibles.
En diálogo con la BBC ayer, el canciller Nabil Fahmy dijo que se están haciendo esfuerzos para resolver la situación actual a través de negociaciones. Sin embargo insinuó que la paciencia del gobierno se estaba acabando. “No es razonable para ningún gobierno democrático tener que aceptar sentadas donde se usa la violencia y la seguridad de los ciudadanos y el país se vea amenazada”, dijo. Un funcionario de seguridad declaró a Reuters que los manifestantes serían removidos gradualmente.
* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.
Traducción: Celita Doyhambéhère.
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