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El papa Francisco nombró al arzobispo Pietro Parolín como su nuevo secretario de Estado. El inicio del nuevo secretario no fue muy auspicioso. Se supo que el arzobispo Parolín no asistiría a la ceremonia por una operación de cirugía menor, pero urgente. Si embargo, aquellos presentes en los procedimientos dieron un suspiro de alivio colectivo que recorrió los corredores del Vaticano, mientras terminaba la calamitosa era de su predecesor, el cardenal Tarcisio Bertone.

Francisco, en seis meses como pontífice, ya alentó nuevos diálogos sobre temas como los derechos de los gays y los divorciados y el status de los no creyentes. Pero los expertos dicen que si va a tener éxito como reformista después de suceder a su muy conservador predecesor Benedicto, se enfrenta a otra gran tarea. Que es sacudir a la corrupta y esclerótica administración del Vaticano, por eso el interés en el arzobispo Parolín, de 58 años, cuya tarea será justamente ésa.

El Pontífice le dio la bienvenida al arzobispo Parolín en ausencia, mientras le agradecía al cardenal Bertone, de 78 años (foto), por sus servicios, haciendo hincapié en las espinas que tuvo que soportar. Las espinas eran una referencia a las infinitas humillaciones que apuntaban al cardenal Bertone mientras presidía uno de los más escandalosos y accidentados gobiernos del Vaticano en los últimos tiempos. Desde la Santa Sede había informes de una atmósfera políticamente venenosa mientras Bertone concentraba poder en sus propias manos y las de unos pocos amigos. Fue culpado por fracasar en el manejo de los escándalos financieros, por exiliar a un obispo por denunciar prácticas ilegales en su propia organización y por la débil respuesta al escándalo de la pedofilia clerical. Muchos expertos sintieron que el affair Vatileaks, en el que docenas de documentos embarazosos fueron filtrados a la prensa, tuvo como objetivo desacreditarlo.

* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.

Traducción: Celita Doyhambéhère.