EL MUNDO
El hombre cuya historia se convierte en ficción
El caso de David Kelly trae curiosidades de la prensa local. La batalla gobierno vs. BBC se corre al ubicar a Kelly como un “fantasioso” que “exageró” lo que sabía sobre los informes de las armas de Saddam.
Por Marcelo Justo
En un sorprendente cambio de táctica, el gobierno británico buscaría defenderse de las acusaciones sobre la muerte de David Kelly describiendo al científico como un “fantasioso” que exageró en sus contactos secretos con la BBC su papel en la preparación de los informes de inteligencia gubernamentales sobre Irak. De acuerdo con esta versión, publicada por el matutino The Independent, el suicidio no sería por la presión del Ministerio de Defensa o por la información que dio a conocer la BBC sobre la presunta exageración de los informes gubernamentales sobre armas de destrucción masiva. No: la culpa sería del mismo finado que exageró su papel en los dossiers y luego no supo cómo salir del propio laberinto que había tejido.
A solo dos días del entierro de Kelly, la información publicada ayer por el diario británico The Independent caerá como dinamita en un ambiente ya sobrecargado de filtraciones cruzadas a la prensa sobre quiénes son los responsables del aparente suicidio del científico. El matutino cita una “alta fuente gubernamental”, quien acusó al doctor Kelly de engañar tanto al periodista de la BBC Andrew Gilligan como al Ministerio de Defensa con sus alegaciones de que el gobierno había agregado datos a último momento para hacer más “sexy” su informe de septiembre pasado sobre armas de destrucción masiva en Irak.
Según esta fuente, Kelly le dijo a Gilligan mucho más de lo que podía saber y después, en sus contactos con el Ministerio de Defensa, para quien trabajaba como especialista en armas de destrucción masiva de Irak, no contó toda la verdad sobre su contacto con el periodista. De acuerdo con esta versión, Kelly temió que se supiera la verdad sobre lo que había dicho a la BBC al revelarse que él era la principal fuente que había citado Gilligan en su explosiva nota radial del 29 de mayo. La fuente citada por el periódico describió a Gilligan como un “Walter Mitty”, personaje de una película de 1947 muy conocida para la generación del científico, que representa al “gran fantasioso” y egocéntrico que exagera su importancia en todo lo que sucede en el mundo.
La razón de su suicidio habría entonces que buscarla no en la filtración de su nombre a la prensa o en la presión gubernamental para que desmintiera a Andrew Gilligan sino en esa lenta telaraña de exageraciones que llevaría a su aparente suicidio el jueves 17 de julio. La muerte ocurrió el día en que el periodista de la BBC fue convocado a prestar testimonio ante el comité de relaciones exteriores del Parlamento que investigaba el tema. A la hora que Gilligan comparecía ante el comité, el científico salía de su casa a dar un paseo por una zona boscosa cercana de la que jamás volvería vivo.
No cabe duda de que esta versión no solo le conviene al gobierno. La BBC se beneficia también, ya que despejaría las dudas que empezaron a acumularse sobre la veracidad de la nota radial de Gilligan. En su dictamen de principios de julio, el comité de relaciones exteriores señaló que el periodista había sido un testigo poco confiable, dejando la sospecha de que él y no el gobierno había hecho más atractiva la información sobre los dossiers de los servicios secretos.
La comparación de un científico nominado al Premio Nobel, que integró el equipo de inspectores de la ONU a Irak entre 1994 y 1999, con “Walter Mitty”, ese personaje del celuloide ridículo y patético, enfurecerá a lafamilia y abrirá una sorda batalla en torno a la investigación que lleva adelante el juez lord James Brian Hutton.