Jueves, 2 de octubre de 2014 | Hoy
EL MUNDO › MANIFESTANTES EN HONG KONG RODEAN EDIFICIOS PúBLICOS EN EL QUINTO DíA DE PROTESTAS
Los manifestantes llenan todo el puerto desde el Banco de China y el edificio del banco HSBC hasta la sede del gobierno, la de la policía y la del ejército, incluyendo la del Consejo Legislativo y la oficina del director ejecutivo.
Por Peter Popham *
Desde Hong Kong
Mientras decenas de miles de hongkoneses reforzaban y ampliaban ayer su extraordinario control en las áreas centrales de la región administrativa especial, esta manifestación era probablemente el lugar más educado de todo el planeta para estar. A lo largo de la autopista de ocho carriles que une el corazón de negocios de la ex colonia con las tiendas de alta gama y restaurantes de Causeway Bay, los voluntarios brindaban agua, toallas, sombrillas, máscaras faciales y cintas amarillas.
A pesar de más de cuatro días de ocupación continua por decenas de miles, se podía casi comer un chow mein en el asfalto: voluntarios recolectores de basura con bolsas negras patrullaban constantemente. Un grupo de hombres de rodillas limpiaba el graffiti de la carretera. Las escaleras se ubicaban en determinados lugares para permitirle a la gente trepar hacia el centro: más voluntarios nos ayudaban a subir y a cruzar. Estudiantes con atomizadores rociaban nuestra cabezas con agua. “Alguien de la BBC preguntó si había habido algún saqueo”, dijo uno de los manifestantes. “¡Saqueo! ¡Lo que sucede es lo contrario de saqueo! ¡Nos dan cosas!”
Esta es ostensiblemente una protesta sobre la intimidación política y la traición. Pero cuando la policía trató de cerrarla sofocando a los manifestantes con gas lacrimógeno se convirtió en otra cosa, claramente menos enfocada pero más apasionada: un rugido de indignación de una población que siente que su identidad especial, formada en contraste directo con la parte continental y que incluye cualidades no continentales, como la limpieza y la consideración, se la están quitando.
“Cuando utilizan gas lacrimógeno en Estados Unidos –dijo un hongkonés que vivió en Estados Unidos durante muchos años– es porque saben que entre la multitud hay gente armada o que está saqueando. Aquí la policía no tenía ninguna excusa.” “La protesta del domingo fue completamente pacífica, como la de hoy”, dijo otro, un residente originario de Malasia. “Pero la policía impidió que más personas se unieran a ella cuando los rociaron con gas pimienta y gas lacrimógeno.” Y cuando la gente vio eso llegó a la conclusión de que “esto realmente se está convirtiendo en China, esto es muy torpe, muy del continente”.
“La presión política está presente aquí todo el tiempo como un problema latente en el fondo, pero cuando la policía utilizó gas lacrimógeno fue cuando decenas de miles más, la mayoría jóvenes, salieron a las calles y han estado allí desde entonces.
Desde el viernes las primeras, improvisadas, manifestaciones han ido creciendo. Ahora llenan todo el puerto desde la sede del Banco de China y el edificio de Norman Foster del HSBC hasta la sede del gobierno, la de la policía y la del ejército, incluyendo la sede del Consejo Legislativo y la oficina del director ejecutivo, Leung Chun-ying, pasando por el Monumento de la Reunificación y la Plaza Dorada de Bauhinia, escena de la pantomima oficial de ayer marcando los primeros 65 años del Partido Comunista Chino. Esta vía está generalmente atorada por el tránsito; ayer fue cerrada a los vehículos y los manifestantes caminaron a lo largo, disfrutando de la calidad del aire que era inmensamente mejor que de costumbre. Pero en la última prueba de que el movimiento, impulsado por las redes sociales, superó por completo al movimiento Occupy central, que proporcionó su impulso inicial, ayer surgieron nuevas ocupaciones en el lado más alejado del puerto de Hong Kong, en los distritos comerciales bulliciosos de Tsim Sha Tsui y Mong Kok.
Mientras caía la noche en Mong Kok, las calles por debajo de las ostentosas torres bancarias estaban llenas de jóvenes manifestantes, al menos 20.000 de ellos, sentados en filas silenciosas sobre láminas de plástico a rayas mientras integrantes de la multitud se ponían de pie y daban discursos de dos minutos.
“Mi madre y mi director de escuela me dijeron que no viniera –dijo una mujer– pero tuve que hacerlo porque me encanta Hong Kong.” Ese tema –de la presión de la gente mayor para que prudentemente se quedaran en casa– se repitió más de una vez. “¡Nunca pensé que la policía le tiraría gas a los estudiantes!”, gritó indignado un hombre de unos treinta años por el micrófono. “¡El pueblo de Hong Kong es grandioso!” La multitud repitió la ovación.
¿Cuándo y cómo ganó Hong Kong una reputación de buenos modales? Hace una generación –cuando miles de personas salieron a las calles en solidaridad con sus primos continentales que protestaban en la Plaza de Tiananmen– la población cantonesa de la colonia de la corona era áspera, brusca y tosca: vociferando y escupiendo, chillando y maldiciendo. Uno podía obtener un buen traje en la mitad de tiempo y una comida excelente, pero lo último que uno esperaba era buena educación. Ahora, buena educación es lo que abunda.
* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.
Traducción: Celita Doyhambéhère.
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