Domingo, 16 de agosto de 2015 | Hoy
EL MUNDO › OPINION
Por Oscar Laborde *
El escenario político suramericano está expuesto, crudamente, en los meses que corren de 2015. Brasil, Ecuador y Venezuela son los objetivos claros de la política exterior imperial, mientras en Argentina amenazan, permanentemente, con golpes de mercado, aunque el proceso electoral y la alta imagen positiva de Cristina Kirchner han quitado fuerzas a la estrategia desestabilizadora.
Sobre la realidad brasileña pueden obtenerse varias enseñanzas que parece importante compartir para comprobar, precisamente, como la derecha norteamericana y los partidos opositores actúan coordinadamente en todos estos países.
El primer elemento es que no existen hechos inconexos. Desde antes del Mundial con el tema del transporte y otras necesidades de tipo social, vía los grandes medios y la utilización de las redes sociales se instalaron los temas y la oposición movilizó y ocupó las calles. El terreno siempre elegido por las organizaciones sociales y políticas populares, es ahora ocupado por otros grupos y sectores.
El tema de los desmanejos financieros en Petrobras tiene ya varias décadas, sin embargo se lo reinstala ahora, y se toma sólo para su investigación –básicamente– todo el período de gobierno del PT. Aparece aquí otro factor común a los intentos desestabilizadores en toda la región: el rol del Poder Judicial, absolutamente, funcional a las corporaciones.
El tercer elemento a tener en cuenta es que en un sistema democrático, las mayorías parlamentarias sirven para consolidar las políticas de Estado, pero también para impedir la instrumentación de golpes vía el Poder Legislativo.
La experiencia paraguaya es aleccionadora y la del PT enfrenta esta encrucijada. El freno a los gobiernos populares ya no se realiza por alzamientos con represiones feroces, sino aprovechando un sistema político que demuestra estar obsoleto –fue armado para el funcionamiento de las oligarquías– para esta nueva realidad latinoamericana.
El llamado al golpe constitucional o directamente al militar, aparece reflejado, no sólo en las acciones de los partidos opositores o en otrora aliados del PT, sino en pintadas y carteles en las principales ciudades de Brasil. El objetivo es, prioritariamente, derrocar a Dilma, pero también desprestigiar a Lula, y así quebrar cualquier posibilidad de recambio democrático presidencial a futuro.
Lula comienza a tomar el centro de la escena, y su autocrítica de hace pocos días atrás, sobre que no sólo se puede equivocar Dilma sino que “se han equivocado todos”, puede ser un punto de partida para plantear algunos de los grandes interrogantes de la hora: ¿Se comenzará a construir un nuevo sistema de alianzas más ligado a los movimientos sociales, campesinos, sindicales y emergentes? ¿Es necesario refundar al PT? ¿Se avanzará con la construcción de consensos para una Reforma Política integral?
En las respuestas a estas y otras preguntas que de allí se infieren puede estar la salida, o no, a la crisis y al proceso destituyente que se vive hoy en Brasil.
* Director Ideal-CTA. Dirigente del Frente Transversal.
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