EL MUNDO › OPINION
Codo a codo contra Hitler
Por Robert Fisk*
Nadie recuerda al regimiento palestino. Incluso esta mañana, el día en que se recuerda a los caídos veteranos de guerra británicos, pocos se acordarán que los árabes y judíos alguna vez pelearon juntos bajo la bandera británica contra la Alemania nazi y la Italia fascista. E incluso muchos menos deben conocer la extraordinaria historia de un árabe y un judío que lucharon contra Hitler en la Segunda Guerra Mundial, y luego volvieron a pelear como enemigos en bandos contrarios –en 1948 y 1967– y cómo, en sus años de vejez, se hicieron amigos. Pero en un Medio Oriente en el que los “halcones”, “palomas” y “terroristas” y las “fuerzas de seguridad” pelean hasta la muerte, su historia es una extraordinaria y vergonzante denuncia contra Ariel Sharon y Yasser Arafat.
Hazim Khalidi estaba en Londres cuando estalló la Segunda Guerra Mundial. Se ofreció como voluntario en el ejército británico, pero fue reclutado por el “batallón palestino” del ejército indio. “No iban a tener a un árabe como oficial británico. Había algo de racismo por entonces”, cuenta hoy el hijo de Khalidi, Saad. “Pero luego fue reclutado por el Regimiento del Este de Kent, los “Buffs”, y enviado a Siria, donde trabajó con el brigadier británico sir Edward Spears y el general Charles de Gaulle”, cuenta. Khalidi también se hizo muy amigo del joven oficial de inteligencia británico en Beirut, Quintin Hogg –más tarde lord Hailsham– antes de que el batallón se convirtiera en el regimiento palestino, integrado por 14 compañías. Entre sus soldados había un joven palestino judío, Uzi Narkiff. Los dos fueron enviados a Libia para apoyar a los polacos y al 8ª ejército en su batalla contra las tropas africanas en 1942.
Los muertos árabes y judíos ahora descansan en el cementerio militar El Alamein. Pero en pocos meses, el Haganah, que iba a formar parte de un futuro ejército israelí, se infiltró en el regimiento y persuadió a sus militares judíos –enojados porque no habían visto mucha acción contra los alemanes– para que reemplazaran en su campamento a la bandera británica por una con la estrella de David. Los británicos la llamaron “bandera sediciosa” y disolvieron el regimiento palestino. La mayoría de los árabes volvieron a territorio palestino y los judíos se alistaron en la Brigada judía del ejército británico y pelearon en Italia.
“Mi padre fue uno de los pocos palestinos que se quedó”, dice su hijo Saad. “Lo llevaron en avión a Gran Bretaña, lo entrenaron en la academia Camberley y terminó la guerra como oficial en las Guardias Galesas bajo el mando de lord Mountbatten. De todos modos, tres años más tarde, Khalidi peleaba para evitar que Jerusalén cayera ante los soldados del nuevo Estado israelí. Uno de ellos era Uzi Narkiff y Khalidi evitó que la unidad del primero llegara a la Ciudad Vieja. Pero cuando 19 años más tarde estalló la Guerra de los Seis Días, los dos hombres volvían a pelear en bandos contrarios: esta vez Narkiff comandaba dos brigadas israelíes contra los seis pelotones jordanos liderados por Khalidi y que habían sido abandonados por el rey Hussain. Casi todos los hombres de Khalidi pelearon hasta morir en la Colina de la Pólvora ganándose la admiración de Narkiff y sus soldados israelíes. Los pelotones de Khalidi apenas tenían pistolas y viejos rifles británicos Lee Enfield.
Khalidi, que también era vicealcalde de Jerusalén, era uno de los dos palestinos árabes que habían entregado Jerusalén a Narkiff. “Cuando Narkiff se enteró de lo que había pasado en la batalla, a pesar de las protestas de la primera ministra Golda Meir, él y Moshe Dayan insistieron en construir un monumento con todos los honores militares en la Colina de la Pólvora para recordar a los valientes pelotones jordanos que habían muerto allí”, cuenta Saad. Su padre murió en 1979 luego de convertirse en el primer líder palestino de Cisjordania –el fallecido Feisel Husseini lo reemplazó–, mientras que Narkiff falleció hace sólo tres años.
A pesar de todo, en sus últimos años Khalidi estuvo entre los primeros palestinos que mantuvieron charlas con los israelíes y su amistad con Narkiff duró hasta su muerte. Otro amigo israelí era Adin Tabar, que peleó junto a Khalidi y Narkiff en el regimiento palestino en 1942 y trabajaba en el Ministerio de Relaciones Exteriores israelí durante el gobierno de Meier. Luego de la muerte de Khalidi, Tabar permaneció en contacto con el hijo del primero. “Mi padre tenía que mantener esto en secreto”, recuerda Saad. “Tenía miedo de que se lo acusara de ‘traidor’ y de colaborador”, agrega. Pero trató de crear un proceso de paz entre palestinos e israelíes. El último intento para crear un plan que se opusiera al patrocinado por Estados Unidos (la Hoja de Ruta) refleja algo de este realismo. Por supuesto, los nombres de Khalidi y Narkiff ya no son mencionados en el conflicto que consume a Israel y la Autoridad Palestina.
* De The Independent, de Gran Bretaña. Especial para Página/12.
Traducción: Milagros Belgrano.