Domingo, 22 de noviembre de 2015 | Hoy
EL MUNDO › HISTORIA DE DOS JOVENES DEL PRO Y DE LA CAMPORA QUE COMENZARON A MILITAR DURANTE EL KIRCHNERISMO
Sol, de 16, empezó acompañando a su mamá cuando tenía 10 años. Se metió de lleno a militar tras la muerte de Néstor Kirchner. Micaela, de 21, estudia en la UADE y rechaza la política en la universidad. Participa de los jóvenes PRO.
Por Alejandra Dandan
Una tiene 16 años, la otra 21. Son hijas de la democracia. Sol Leverone nació en 1999. Micaela Bouchanavong, en 1995. Para el 2001, Sol salía a la calle cargada en los brazos de sus padres al compás del que se vayan todos. Micaela tenía a sus padres comerciantes en viajes de Misiones a Buenos Aires porque no cerraban las cuentas mientras abuela y tíos iban a buscar trabajo a Estados Unidos. Sol nació en San Cristóbal, al sur de la Ciudad de Buenos Aires. Micaela, en Posadas, entre descendientes vietnamitas llegados al país cuando la dictadura metida en la Guerra Fría, recibía refugiados de países comunistas. Sol empezó a militar a los 10 años en La Cámpora, con su madre que volvía a creer en la política. Micaela, que estudia relaciones internacionales en la UADE, es parte del armado de los jóvenes del PRO.
“La primera movilización que me atravesó fue el 25 de mayo de 2013. Yo estaba en primer año. Fui con mi familia. Fue fuerte ver toda la gente. O una mujer colgada de una bandera haciendo acrobacia en el aire. ¡No lo podía creer! Y después, la del ultimo 25 de mayo. Cristina habló de lo que nos pasaba. Yo lloré. El himno lo canté llorando. Citó mucho a Néstor. Habló de los logros. Y de las incertidumbres. Yo no viví lo que pasó antes. No estoy acostumbrada a una vida sin el kirchnerismo o sea que yo crecí con esto y no se que va a pasar después, sea que gane Scioli o Macri o lo que venga, sé que no va a ser lo mismo.”
A Micaela, Buenos Aires la cambió. En la universidad escuchaba a una profesora de teoría política, una “señora muy militante” kirchnerista. “Yo decía: yo no pienso como ella, ¿pero por qué la oposición no tiene algo como esto? Al principio me encontraba con una reacción muy negativa, al ser del PRO. O favorable a Macri. Me decían que era una cheta. Que no pesaba en los pobres. Y la vedad es que creo que tenés que tener pasión y ganas de cambiar la cosas. Creo que los jóvenes quieren salir y cambiar las cosas. Quise poner mi grano de arena y tratar de incidir en la política. Mi sueño es incidir positivamente en la vida de la gente. Y eso me marcó muchísimo”.
El padre de Sol es sonidista en el Complejo Teatral de Buenos Aires. Su madre, actriz y profesora de teatro. Tiene dos hermanas, de 17 y de 6 años. Un abuelo de 73 en La Boca. A los 2 años de Sol, llegó el 2001, ese estallido que lleva enganchado al alma cuando habla. “Mis viejos siempre laburaron –dice–. Por esa época alquilaban. Mi viejo dice que salió conmigo a la calle. Sé que vivían a base a bonos y de trueques. Que mi abuelo los ayudaba. En esa época estuvo el corralito. La crisis económica. Se estaba por vender todo. No había nada. Estaba el problema con los bancos. No había lugar donde vivir. Médicos y científicos tenían que ser cartoneros para poder llevar plata a la casa. Sé que era un paisaje horrible. Que era muy fuerte ver a la gente en la calle pidiendo que se vayan todos. La gente perdiendo la fe en el país, en la política, pero también en el otro. Que cada uno luchaba por sí mismo, no era una lucha colectiva.”
Los padres de Micaela llegaron al país a los 8 y 9 años, con la guerra de Vientam. “Estamos hablando del 78, de las misiones de paz. Ellos eran apolíticos y sufrieron mucho la guerra. Se ve que el gobierno militar argentino quería quedar bien afuera, como diciendo: somos un gobierno que reprime, que no tiene libertades civiles pero ayudamos a los refugiados de Vietman. Pero lo que es estremecedor es la historia de acá porque los tiraron en un campo como a los sirios en Uruguay. No sabían hablar. Tenían otra alimentación. Otras costumbres. De a poco fueron mejorando”, dice, hasta 2001.
–¿Salieron a protestar en ese momento?
–Ellos son apolíticos. Si bien saben lo que es la libertad de expresión, ellos mismos decían: yo puedo ir al cacerolazo, pero también hay que mantener a la familia. Néstor gana en el 2003, y lo que se decía en casa es que esperemos que haya trabajo y cambie la situación. Creo que paulatinamente ya en 2002 empezó a haber más movimiento. ¿Había otra plata? ¿Patacones? Porque el patacón incentivó a que se compre en la provincia, al haber más demanda había más consumo.
–Parece un paralelo con planteo actual del FpV.
–Sí. Sí. Sí. Igual yo te digo que conociendo el mercado, me asombra ir al shopping, por darte un ejemplo, y ver que no podés comprar porque sale carísimo. ¡Cómo puede ser, por decirte, una remera María Cher a 900 pesos!
Sol hizo el primario en el Mariano Acosta. En su segundo grado, se cayeron los techos. “Me acuerdo de estar pasando de colegio en colegio para tener educación. Entendía que ése era mi derecho, pero no me gustaba ir a un colegio donde éramos un montón de pibes y no entrábamos. Un día fuimos al colegio del Parque Rivadavia que era lindo y grande. Y las imágenes eran la de estar peleando por la educación, nosotros que eramos chiquitos, con todos los más grandes. Los abrazos al colegio. Quizá eso me impulsó a la militancia.”
–¿Tus padres estaban cerca?
–Siempre. Me acompañaron en cada paso. A los 10 empecé a militar con mi mamá. Más porque veía lo que hacían. Cuando murió Néstor, me levanté y mi mamá me dijo: “Se murió Néstor”. Ya la había llamado mi tío. Yo me angustié, no sé por qué, pienso que porque primero viene el sentimiento y después entendés. No fui a la Plaza, y hoy me duele no haber ido a dar mi apoyo, pero era muy niña todavía. Estaba mal porque veía mal a mi familia. Pero no me cambió que haya muerto Néstor, sino que milite más.
Un día, en séptimo grado, Sol no fue a la escuela “para ir a una marcha por la educación publica”. “Mi mamá se enteró y me dijo: ‘¡¿Si estas así ahora, cómo vas a estar en segundo o primer año!?’”. Ahora hace el secundario en una escuela católica del barrio, el San Cristóbal.
“En primer año no milité porque era raro acoplarme. Era ‘la nueva del colegio público’. Pero me fui adaptando. En segundo año, retomé la militancia y ahora soy ‘la chica de La Cámpora’, cosa que está buena porque algunos me vienen a preguntar de política. Entro a la preceptoría, me siento y hablo de política. Capaz que los preceptores no tienen los mismos ideales, pero está bueno para ellos y para mí.”
–¿Hay centro de estudiantes?
–Pensé formarlo pero los chicos no se comprometen. Creen que es una idea kirchnerista cuando en realidad es a favor de los estudiantes. Hablé con los preceptores y directivos. Presenté la ley que dice que tiene que haber un centro de estudiantes y que es una elección de los chicos y ningún profesor o preceptor puede pasar por encima. Fui como diciendo: “No me podés decir que no”. Y me dijeron que sí. Que les gustaba la idea. Pero al final no encontré apoyo en mis compañeros porque se dieron cuenta que tenían que comprometerse y no los convenció. Y no lo podía hacer sola, así que no avanzó.
–¿Que dicen tus compañeros del peronismo o de tu militancia?
–¡El peronismo no lo conocen! Para ellos el peronismo es Macri. Tal vez saben que Evita tuvo que ver con el voto de las mujeres. Lo único. No se hace ningún acto por la Noche de los Lápices. No se habla de la dictadura. El 24 de marzo hay debates mínimos, tal vez por algún profesor. Este año planteé ver La Noche de los Lapices, de segundo año a quinto año pero me dijeron que Historia argentina se ve recién en quinto. Yo no me canso de debatir. Ya me acostumbré a ser la diferente. O sea, siempre soy el uno a uno con el profesor, pero se torna aburrido porque hace tres años que es así y siempre es lo mismo. Si es con un compañero, es muy en la interna porque no habla frente a todo el curso. Lo de la película me pareció medio triste porque un chico que vive en Argentina ¿no puede saber la historia de su país? Muchos no saben qué pasó en la ex ESMA.
Micaela tiene una hermana melliza, “super apolítica. Estudia actuación. No le interesa nada”. Sus padres se siguen dedicando al comercio. Ella es budista. Hizo la secundaria en una escuela luterana. Cursa en la UADE porque, dice, la universidad publica no tiene relaciones internacionales.
–¿Hay centro de estudiantes?
–Pero la UADE no es como la UBA. No tiene elecciones. Porque no hay tantas cosas que uno pueda cambiar en una universidad privada. Tenes comodidades.
–Pero no tienen becas, por ejemplo.
–No tenés convenios, no tenés becas, no tiene pasantías. Es lo que nosotros estamos planteando a la dirección de la Carrera. Tuvimos algunas respuestas. Nos juntamos para hablar con el director. Le dijimos que necesitábamos becas, pasantías para que se pueda llenar el currículum. Porque mucha salida laboral no tenés en relaciones internacionales como en Ingeniería. Eso se planteó y se trata de mejorar.
–¿Quiénes lo están pidiendo?
–En general los de cuarto año que son los que están por terminar la carrera. Tampoco a mí me interesa hacer mucha carrera dentro de la facultad. Creo que la facultad y la política tienen que ser autónomas. Una facultad tendría que ser a-política.
Una vez el abuelo de Sol le contó que “no supo lo que pasaba en la dictadura hasta que se dio cuenta que faltaba mucha gente. Nunca estuvo muy en la política. Ahora se empezó a meter un poco más, es de esa gente que la política le hizo tan mal que ya no cree”. Hace unos días le dijo: “Abuelo, tengo miedo por mi futuro”. Al verme a mí y a las personas que lo rodean con miedo en serio de volver al 2001, ahora convence a la gente. Habla con vecinos. ¡Antes decía: tenes razón y no discutía! Ahora discute, en la calle. Va de mi casa a La Boca y milita todo el recorrido”.
–¿Tus papás militaban antes?
–No militaban. No se hacían llamar peronistas tampoco. Empezaron a militar con el kirchnerismo. Eran totalmente antipolíticos. Y el kirchnerismo les devolvió eso: empezaron a creer. Militaron juntos hasta que nació mi hermana menor, mi papá tuvo que trabajar más. Pero ahora con todo esto volvieron a arrancar después del 25.
–¿Qué dicen de tu militancia?
–Les gusta. Mi papá no para de decirme que está orgulloso, cosa que me incentiva todavía más. Además de mis convicciones, me gusta que mi viejo esté contento.
El jueves pasado después de rendir los exámenes en la escuela, Sol se fue a pegar carteles. El sábado de 9 a 17 se va a trabajar a los barrios. “Yo empecé en la villa 21-24 con clases particulares, volanteadas, arreglando lo que podíamos. Al principio, era fuerte entrar y ver lo diferente que es una calle. Eran escenas fuertes. Chicos de 12 años que no saben leer y escribir y que con ellos hago el mismo trabajo que hice con mi hermanita el año pasado cuando tenía 5 años. O es fuerte no estar todos los días. Ir nada más que los sábados y no estar para decirles a los chicos que se levanten para ir a la escuela porque cuando llegás el sábado, te dicen que sólo fueron el lunes. Eso duele.
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