EL PAíS › OPINION

Los contentos

 Por Mempo Giardinelli

En las últimas semanas se los vio, exultantes, en Buenos Aires y otras capitales. En coches de alta gama y pilchitas a la moda, muy optimistas y luciendo sus caras de contentos, los contentos.

Convencidos de lo que consideran urgente necesidad de cambios, se muestran radiantes y suspicaces, como a punto de coronar el mes de contentez ardiente que han tenido. Algunos pasados de agresivos, es cierto, pero ya sabemos que éste es un país futbolero y de barras bravas en el que todo revanchismo se justifica y la brutalidad se perdona. Agrandados desde la primera vuelta, los contentos mienten y se mienten con descaro. Insinceros y gelatinosos, oblicuos y evasivos, sus dirigentes prometen lo que no piensan hacer y los contentos sonríen, de lo más contentos.

Hay contentos popularísimos, sin dudas, como los famosos que vulgarizan la pantalla y maltratan el idioma. O las señoras en edad provecta que pregonan su odio de clase con buenos modales y cinco tenedores. O los periodistas, gordos y flacos, que aprendieron a bailar al son de sus patrones y es lástima porque algunos parecían gente de bien. Pero cambiaron o mostraron hilachas, y ahora también están contentos.

Todo este mes no dejé de pensar qué será lo que los pone tan contentos. Quizás la contentez se debe a que ahora las derechas son “modernas” y disimulan. Incluso algunos contentos se sienten “progres”, ¿vieron?, porque ahora hay colectivos de intelectuales que les dan lustre. Y porque incluso cierta izquierda idiota los acompaña y vota como ellos, los contentos. O vota en blanco, que es lo mismo. Y en esa coincidencia fenomenal caben sindicalistas que votan a quienes van a acabar con las paritarias. Todos contentísimos.

Se sabe que los contentos acumulan dólares y quieren más. Son los que más curran de la Afip, comprando barato miles cada mes y aprovechando toda opción que joda a las mayorías. Pero están tan contentos que ni les importa, desde ya, y toda su energía está puesta en protestar. Ganaron como nunca antes, pero lloran. Tienen dólares a rolete, pero se quejan.

Hay contentos que se sienten campeones cuando ganan batallitas de popularidad en Twitter, y los pone contentos que el decrépito juez Griesa siga fallando contra la Argentina en beneficio de sus tutores buitres, como se pusieron tan contentos cuando casi nos confiscan la fragata Libertad. Se contentan hasta el delirio con los adjetivos superlativos que los mentimedios aplican a la inflación: “incontrolable”, “galopante”, “irrefrenable”, “hiper”. Y hablan de la grieta que existe desde hace por lo menos 200 años en toda Nuestra América, como si fuera algo nuevo, y se ponen recontentos con los ataques matutinos de los diarios que les sirven desayunos con mala leche. Se fascinan cuando los kelpers responden con dureza y dicen que habrá primero bandera en la Luna y no en las Islas Malvinas. Toda cautelar los contenta, y también la reina de Holanda; y apenas cauterizan su envidia y su pena de no ser holandeses o norteamericanos cuando los Pumas murmuran el Himno Nacional en Inglaterra, que eso sí que es patriotismo y no la inclusión de millones de desgraciados, morochos, incultos e hijos de extranjeros.

Los pone contentísimos que el primer anuncio de la electa gobernadora bonaerense sea una “reforma educativa” que incluirá privatizar y recortar aquí y allá, y alcanzan paroxismos de contentez con los “avances” de la Justicia, que para ellos son los fallos seriales de la Corte Suprema que este mes ordenó revelar los acuerdos secretos de YPF por Vaca Muerta, eliminó las subrogancias, protege a Clarín rechazando reclamos de la Afsca y ahora prácticamente bombardea el Consejo de la Magistratura. Y seguro les parece fantástico que el Estudio Jurídico Lorenzetti, de Rafaela, reclame la censura previa a un periodista deportivo que critica al club de los amores del presidente cortesano.

A muchos nos fastidian ciertas cosas de los contentos, es verdad. Pero democráticamente los bancamos. Ninguna agresión, ni siquiera grandes reproches. La paz sea con ellos, pareciera que decimos. Y en todo caso apagamos le telebasura o hacemos zapping, y reconocemos todo lo que está mal pero afirmando lo mucho que se hizo bien. Y sobre todo no mentimos, no negamos la realidad y siempre y para todo tenemos en cuenta al pueblo. Que no es “la gente” sino una sociedad con historia y valores nac&pop.

Creo que nosotros, los que no estamos contentos, somos un poquito más sensatos. Porque si perdemos hoy domingo para mí algo improbable aceptaremos la decisión popular con hidalguía y mantendremos la calma. Y desde el lunes empezaremos a resistir.

Pero es posible que algunos contentos se enfurezcan. Y no se diga si pierden el ballottage, como es probable. Son capaces de cualquier horror. Ya empezaron a joder con el fraude, que es lo que dicen cada vez que descubren que pueden perder. Infatigables en su capacidad de patear el tablero, tienen la asombrosa capacidad de formar coros, como el de un supuesto fraude ahora, cuando ven que acaso se termina el mes de contentez y hay que preparar valijas para ir a Punta o a Miami.

No sé si ganamos o perdemos esta noche, pero cómo me gustará si los contentos se llevan una sorpresa.

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