Domingo, 27 de diciembre de 2015 | Hoy
EL MUNDO › LA úLTIMA ENTREGA DEL AGENTE 007, SPECTRE, HABLA DE LA VIGILANCIA GLOBALIZADA Y DE LOS DRONES
Las dos producciones, James Bond y Star Wars, han dado lugar a libros, debates en la Asamblea Nacional, coloquios con analistas internacionales o números especiales de revistas consagradas a la filosofía o la sociología.
Por Eduardo Febbro
Página/12 En Francia
Desde París
Es casi imposible dar un paso, ojear una diario, una revista o mirar la televisión sin caer sobre una mención, crítica o elogiosa, sobre los dos relatos cinematográficos que han acompañado el crecimiento y la madurez de millones de personas en el mundo: James Bond y Star Wars. La última entrega de la serie de James Bond, Spectre, y el Star Wars 7, El Despertar de la Fuerza, no sólo han movilizado una de las estrategias de comunicación más imponentes de la historia sino, también, suscitado una polifónica reflexión sobre lo que, a lo largo del tiempo, ambas películas cuentan, a través de su meta relato, sobre la geopolítica o la humanidad. En Francia, las dos producciones han dado lugar a libros, debates en la Asamblea Nacional, coloquios con analistas internacionales o números especiales de revistas consagradas a la filosofía o la sociología. Este país que “ama las ideas” según el libro del historiador británico Sudhir Hazareesingh ha sido fiel a su tradición de pensar más allá de la evidencia comercial o los trucos del séptimo arte.
Unos días antes de que se estrenara Spectre, el Ileri, el Instituto de Estudios de Relaciones Internacionales, organizó un coloquio con cuatro especialistas de las relaciones internacionales bajo la forma de una pregunta: “¿James Bond, héroe geopolítico?. La discusión se centró en la idea de que la novela de Ian Fleming –el primer capítulo, Casino Royale, apareció en 1953– y las películas que empezaron a difundirse a partir de 1962, la primera fue Doctor No, contienen una suerte de meta texto geopolítico que, sucesivamente, fue narrando la situación mundial. Esa es también la idea que desarrolla Jean-Antoine Duprat en su libro James Bond, en el espectro de la geopolítica. De la Guerra Fría a la Ciber Guerra. En cuanto a Star Wars, la profusión de análisis es más amplia y, a menudo, filosófica. Un libro del historiador Thomas Snégaroff, Soy tu padre, la saga Star Wars, Estados Unidos y sus demonios, aclara varias nociones ocultas en la serie. Una de ellas, que constituye una de las primicias del libro, pone en evidencia la contradicción que acompañó el nacimiento de la saga. Según escribe Thomas Snégaroff la “gran paradoja de Star Wars reside en el hecho de que la saga hizo posible la llegada al poder de Roland Reagan y su revolución conservadora cuando en realidad el proyecto se inscribía en una tradición contra cultural”.
En el coloquio sobre el agente 007 que se llevó a cabo en el Instituto de Estudios de Relaciones Internacionales enseguida quedó en evidencia el año de estreno de la primera entrega de la película, 1962, y la “coincidencia” con la crisis de los misiles de Cuba. En este sentido, según sintetizaron los especialistas, James Bond es, en el cine, la narración popular más genuinamente relacionada con la Guerra Fría y las sucesivas crisis internacionales. Jean-Antoine Duprat, el autor de James Bond, en el espectro de la geopolítica. De la Guerra Fría a la Ciber Guerra, lo califica como “un espejo de su tiempo”. Cada capítulo fue, de hecho, una suerte de puesta en escena de las realidades geopolíticas del mundo al mismo tiempo que, para Gran Bretaña, funcionó como un “mito compensatorio” en un país que había perdido su posición central dentro del orden mundial. Efectivamente, las películas muestran siempre a una Gran Bretaña poderosa, con medios considerables, capaz de luchar contra el mal absoluto, derrotarlo y, así, salvar al mundo. El historiador David Vauclair destacó que ese contenido está siempre envuelto en una suerte de “patriotismo infantil” encarnado por lo que el analista Alexander Adler calificó como “un héroe conservador” que se mueve “en un mundo que ha dejado de existir”. Por el contrario, Jean-Antoine Duprat estima que el agente 007 “ha sabido renovarse siempre. James Bond ya no es más el dinosaurio de la Guerra Fría, su personaje evoluciona anclándose en la realidad de las problemáticas actuales. Spectre, por ejemplo, habla de la vigilancia globalizada y de los drones. La trama que está detrás es un espejo geopolítico muy serio a pesar de que se trata de una diversión”.
Prueba de esa conexión permanente con la realidad internacional es la película Golden Eye, de 1995, donde el ciberespacio aparece en la narración, o Skyfall (2012), donde el personaje Q viene a demostrar que una computadora portátil puede hacer tanto daño como las armas. En Spectre, Bond se convierte, según Duprat, “en un espejo de la guerra contra el terrorismo”.
De una película a la otra y a lo largo de más de medio siglo, el reflejo del mundo está ahí: el enfrentamiento Este-Oeste, la lucha contra el terrorismo, la amenaza nuclear, la Perestroika, los narcotraficantes, la ecología (Quantum of Solace), la ciberguerra, los filtradores de información como Edward Snowden. Los continuadores de la obra de Ian Fleming (escribió un total de 14 novelas y dos cuentos sobre el agente 007) han sabido también evitar las confrontaciones directas. Por esta razón, el historiador David Vauclair observa que “James Bond se enfrenta más bien a fantasmas internacionales antes que a enemigos nacionales”. No es entonces una casualidad si, entre todos los enemigos que combatió Bond, falta uno, el más actual, el que, desde septiembre 2001, ocupa todos los “espectros”: el islamista radical, el jihadista. Isabelle Safa, profesora en el Instituto de Estudios políticos de Lille, observa que en la serie de Bond “Medio Oriente es un decorado, una carta postal despolitizada que sirve como terreno de aventuras para Bond pero no una pieza de la confrontación internacional”. Paradójicamente, Bond nunca combatió un jihadista cuando, en los hechos, el terrorismo islamista reemplazó al enemigo ideológico de antaño, es decir, el comunismo. Según Isabelle Safa, está ausencia de confrontación entre James Bond y los islamistas se explica porque “el mundo se ha vuelto más complejo, escapa al parámetro del enfrentamiento bipolar y que un agente 007 combatiendo al Estado Islámico apenas duraría dos minutos con vida”.
Star Wars 7, El despertar de la Fuerza, trae también sus análisis y sus debates, incluso en el seno mismo de la Asamblea Nacional Francesa. El diputado socialista Razzy Hammadi ve esta saga como “una denuncia del totalitarismo” mientras que, a la derecha, el diputado Julien Aubert apunta que “en esas películas hay una visión pesimista del universo. El mal regresa siempre”. Mucho más rica es la reflexión del historiador Thomas Snégaroff y el Soy tu padre, la saga Star Wars, Estados Unidos y sus demonios. La aparición de esta serie se vio también atravesada por la dimensión política. En 1983, cuando salió El Retorno del Jedi, en apenas dos semanas, el presidente norteamericano Ronald Reagan va a emplear un término de la película, “el Imperio del mal”. Luego, dos semanas más tarde, el mismo mandatario lanzó la famosa Iniciativa de Defensa estratégica, bautizada inmediatamente por la prensa “La guerra de las estrellas”. Georges Lucas cayó así en la trampa de la recuperación que le tendieron los conservadores norteamericanos. “La película se dio vuelta contra Georges Lucas”, sostiene Thomas Snégaroff. El historiador también desentraña uno de los aspectos más debatidos de Star Wars, la temática del padre y el hijo. En este sentido estricto, Snégaroff asegura que las películas “reposan sobre una dimensión binaria del mundo” y están embebida “en una ideología reaccionaria, del orden. En la saga, sólo cuando el padre es el padre y el hijo es el hijo el orden se restablece en el universo: todos los desarreglos provienen de los desarreglos familiares”. Este especialista de los Estados Unidos anota en su libro que “si la saga nos toca tan profundamente es porque la historia de la nación (Estados Unidos) tironeada entre el Bien y el Mal se encarna en la trayectoria mitológica de un héroe en busca de su padre y, finalmente, de si mismo”. En realidad, para este autor, Star Wars no nos cuenta la historia del mundo sino la misma evolución contradictoria de Estados Unidos: “lo que George Lucas cuenta es cómo una nación democrática y republicana puede evolucionar hacia el lado oscuro, y cómo a una persona le puede ocurrir lo mismo. Las dos historias están en resonancia: la historia individual de Anakin Skywalker y la de una nación son dos versiones de una misma historia. Anakin sería como la infancia de un país, Estados Unidos, que posee todos los talentos y que, pese a todo, caen del lado del mal. Se trata de una alegoría de la nación americana”. El número que la revista Philosphie le consagró a Star Wars contiene numerosas contribuciones que, como un cuadro impresionista, buscan, pincelada tras pincelada, ofrecer una suerte de pintura global de sus significados. “Star Wars es la Ilíada, con un poco de Freud y de Western”, escribe el filósofo Heinz Wismann. El también filósofo Alexis Lavis asegura que “la idea de la Fuerza ha sido extraída del taoísmo” mientras que otro filósofo, Tristan García, ve en ese concepto de “Fuerza” un antagonismo renovado, inherente a la esfera occidental. Según escribe, “Star Wars debe verse como un mito cuyo objeto es la Fuerza, es decir, la falla inicial del racionalismo occidental”. Sea cual fuere la perspectiva desde la cual se analicen estas dos sagas, James Bond y La Guerra de las Estrellas, es lícito reconocer que Occidente sigue difundiendo sus visiones y sus valores de una forma tan infalible como masiva.
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