Miércoles, 6 de enero de 2016 | Hoy
EL MUNDO › LA REVISTA FRANCESA MANTIENE SU LíNEA ANTICLERICAL Y SATíRICA UN AñO DESPUéS DEL ATENTADO
En un editorial de alto contenido corrosivo, Riss, el actual director de la revista que había resultado herido en el atentado, denuncia a “los embrutecidos por el Corán”.
Por Eduardo Febbro
Página/12 En Francia
Desde París
Los homenajes nacionales a las víctimas de los atentados de enero de 2015 contra el semanario satírico Charlie Hebdo y el supermercado judío del este de París (16 muertos) comienzan hoy. Pero es la revista francesa la que concentra toda la atención con un número especial difundido a un millón de ejemplares cuya tapa representa a un dios barbudo, armado con un fusil Kalachnikov y con la ropa ensangrentada bajo el título: “Un año después, el asesino sigue suelto”. Pese al drama que diseminó la redacción, la revista no cambió su línea: sigue siendo anti clerical hasta la médula y apostando por la laicidad. En un editorial de alto contenido corrosivo, Riss, el actual director de Charlie Hebdo que había resultado gravemente herido en el atentado, denuncia a “los embrutecidos por el Corán”, a los “culos bendecidos oriundos de otras religiones” que habían anhelado la muerte de la publicación porque “osaba reírse de lo religioso”. Riss destaca que “las convicciones de los ateos y de los laicos pueden desplazar muchas más montañas que la fe de los creyentes”.
En este editorial contundente aflora también la situación interna en la publicación satírica desde que, en 2006, Charlie Hebdo publicó las polémicas caricaturas de Mahoma y fue blanco de las primeras amenazas. A este respecto, Riss anota: “En 2006, cuando Charlie publicó las caricaturas de Mahoma, nadie pensaba seriamente que todo esto terminaría en violencia. (...) Veíamos a Francia como una isla laica, donde era posible divertirse, dibujar, reírse sin preocuparse de los dogmas, de los iluminados”. El tiempo, el hostigamiento de las amenazas y la vigilancia policial fueron cambiando el clima. Riss recuerda que “desde ese entonces muchos esperaban que viniesen a matarnos. (...). Al final de cada año, nos maravillábamos porque aún estábamos con vida”. El director cuenta que “un mes antes del 7 de enero, le pregunté a Charb (murió en el ataque) si la protección aún tenía un sentido. Las historias de las caricaturas y todo eso pertenecía al pasado. (...) Pero un creyente, sobre todo un fanático, nunca olvida la afrenta que se le hizo a su fe porque delante y detrás suyo tiene la eternidad. (...) Y es esa eternidad la que se nos cayó encima el miércoles 7 de enero”. Riss revela también pormenores de esa fatídica jornada en la que la vida de la revista, de la gente y la de Francia cambió para siempre: “aquella mañana, luego del ruido ensordecedor de los 60 disparos hechos en tres minutos en la redacción, un inmenso silencio invadió la pieza. (...) Esperaba oír quejas, gemidos, pero no, ni un solo sonido. Ese silencio me hizo comprender que estaban muertos. Y cuando al fin un bombero me ayudó a levantarme, luego de pasar por encima de Charb que estaba tendido a mi lado, no quise dar vuelta la cabeza para no ver a los muertos de Charlie. Para no ver la muerte de Charlie”.
“Cómo hacer un diario después de esto”, se pregunta Riss, y responde: “Es lo que vivimos desde hace 23 años lo que nos dio la rabia. No son dos boluditos encapuchados quienes van a echar por tierra el trabajo de nuestras vidas. No son ellos quienes verán reventar a Charlie. Es Charlie quien los verá morir a ellos”.
El número especial de hoy sale con un cuaderno de dibujos de los dibujantes asesinados, Cabu, Wolinski, Charb, Tignous, Honoré, y colaboraciones exteriores como las de la ministra de Cultura, Fleur Pellerin, actrices como Isabelle Adjani, Charlotte Gainsbourg, Juliette Binoche, músicos de la talla de Ibrahim Maalouf o intelectuales de renombre como Elisabeth Badinter, Taslima Nasreen o Russell Banks. En vez de las 18 páginas habituales, esta edición consta de 32. El Vaticano se molestó con el contenido de este número de Charlie Hebdo. En su edición del martes 5, l’Osservatore Romano, el órgano de prensa oficial de la Santa Sede, le reprocha a la revista francesa el hecho de que “detrás de una laicidad sin compromiso, el semanario olvida una vez más lo que tantos dirigentes religiosos pertenecientes a todos los orígenes no cesan de repetir en su rechazo a la violencia en nombre de la religión: utilizar a dios para justificar el odio es un verdadero blasfema, como lo dijo varias veces el papa Francisco”.
Desde hace un año y pese al drama, Charlie Hebdo no ha cesado de estar presente en los kioscos, a veces con la temática religiosa como ángulo de la burla, otras con una diferente. Actualmente, el semanario vende unos 100 mil ejemplares en los kioscos y unos 180.000 más a través de subscripciones. Hace un año, justo una semana después de la matanza, Charlie Hebdo había vuelto a aparecer con el “número de los sobrevivientes” y una tirada de más de siete millones de ejemplares. En la tapa aparecía un dibujo de Mahoma bajo el titulo “Todo ha sido perdonado”. Puede que todo se haya perdonado, pero la huella que esa barbarie dejó en Francia no se borrará jamás. Cambió un país, cambió una sociedad. Los hermanos Kouachi destruyeron vidas humanas y, también, un tejido más intimo, más sutil, una magia de vivir juntos que nunca podrá ser como antes. No atentaron sólo contra la libertad de expresión. Atentaron contra la libertad de vivir sin mirar a los semejantes diferentes como una amenaza.
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