Lunes, 21 de marzo de 2016 | Hoy
EL MUNDO › OPINIóN
Por Emir Sader
Los acelerados acontecimientos en Brasil transforman cada día el escenario del destino de Lula, del país y de América Latina. En dos semanas, del 4 al 18 de marzo, Lula salió de detenido a orador de la manifestación más grande en San Pablo, aclamado por centenas de millares de personas.
No habían pasado muchas horas hasta que el más arbitrario y truculento juez del Supremo Tribunal Federal, Gilmar Mendes, valiéndose de las vacaciones del Tribunal, bajara un decreto prohibiendo a Lula asumir como ministro del gobierno de Dilma Rousseff. Mientras tanto, para componer el escenario de opera buffa en el peor Congreso que Brasil jamás haya tenido–el último en ser elegido con financiamiento empresarial de las campañas– ha avanzado, bajo la conducción del unánimemente reconocido como el más corrupto de los políticos brasileños –Eduardo Cunha– en los intentos de impeachment de la presidenta de la república.
Todo parece un juego lleno de escaramuzas, por detrás del cual muchas veces no aparece lo que realmente está en disputa. El empeño de la alianza entre los medios monopólicos, sectores del Poder Judicial y de la Policía Federal, y los partidos de derecha, demuestra que se juegan todo lo que pueden en intentar excluir a Lula de la vida política. Porque él sigue siendo el candidato favorito para volver a la presidencia de Brasil en 2018 pero, además, es quien puede rescatar el gobierno de Rousseff, superando la ya prolongada y profunda crisis brasileña.
Es todo lo que la derecha intenta impedir. Que Lula asuma con el cargo de ministro de coordinación del gobierno de Dilma Rousseff, con amplio apoyo popular. Las extraordinarias manifestaciones del día 18 han demostrado que la izquierda ha recuperado su capacidad de movilización y que Lula sigue como el líder incuestionado de la izquierda. Los que, desde adentro y desde afuera de Brasil, se han precipitado a anunciar la muerte política de Lula, han revelado que sus deseos están muy lejos de la realidad.
Pero el juego sigue abierto. Lo más importante es la decisión de si Lula asume su cargo en el gobierno. En caso que lo haga, que es lo más probable, se va a poder combinar su acción desde adentro del gobierno, con la perspectiva de retomar el crecimiento económico y fortalecer las políticas sociales, con las movilizaciones populares por todo el país –las próximas están programadas para 31 de marzo.
El destino de Lula define el destino de Brasil. En el caso que no lo puedan excluir de la vida política, tendrá un rol esencial en el rescate del gobierno de Rousseff y, si lo logra, será el candidato ampliamente favorito en las elecciones del 2018. El camino para la derecha en Brasil seguirá cerrado por un tiempo largo.
Pero si la derecha logra excluir a Lula de la vida política, el futuro de Brasil, con sus consecuencias para toda América Latina, será totalmente opuesto. De ahí que los momentos actuales en Brasil son decisivos.
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