EL MUNDO › SADDAM HUSSEIN DESAFIO AL TRIBUNAL
IRAQUI QUE LO JUZGA Y AFIRMO QUE “EL CRIMINAL ES BUSH”

El acusado que se convierte en acusador

El ex dictador iraquí Saddam Hussein negó competencia a la corte que inició ayer su procesamiento, declaró que el verdadero criminal era George W. Bush y se negó a firmar el acta de su acusación sin la presencia de sus abogados. La estrategia de Saddam es dar vuelta el juicio y convertirlo en una tribuna contra la ocupación angloestadounidense.

Por Angeles Espinosa *
Desde Bagdad

“Soy Saddam Hussein, el presidente de la República de Irak.” Ese es el tratamiento que exigió ayer el dictador depuesto al comparecer ante el juez de instrucción del tribunal especial que va a juzgarlo por las atrocidades cometidas contra los iraquíes. Su insistencia en ese punto dejó claro que a pesar de su aspecto desmejorado, el ex dirigente iraquí conserva una alta estima de sí mismo. Saddam Hussein no reconoció la jurisdicción del tribunal, al que acusó de ser “puro teatro”. “El verdadero criminal es Bush”, dijo el ex dictador, de 67 años.
Saddam se negó a firmar, en ausencia de un abogado, el acta de acusación que enumera los siete cargos que se le imputan. “Por favor, permítame que no firme hasta que los abogados estén presentes. En cualquier caso, cuando me vuelvan a convocar, preséntenme todos estos papeles en presencia de abogados”, pidió Saddam, que incluso se permitió reconvenir al juez. “¿Por qué se comporta de una forma que luego puede considerarse precipitada?”, le preguntó dando muestra de un gran dominio de sí mismo y sin perder en ningún momento la calma. Al menos esto es lo que se desprende del relato del pequeño grupo de periodistas autorizados a presenciar la vista y del breve video de la sesión difundido tras pasar la censura militar.
Vestido de traje, con camisa blanca y sin corbata, el hombre que durante tres décadas dirigió con puño de hierro Irak llegó ante el tribunal esposado y con una cadena alrededor de la cintura. Los dos guardias de prisiones iraquíes que lo escoltaron desde el autobús blindado lo liberaron de las ataduras cuando se sentó ante el juez. Fue el segundo en hacerlo, hacia las dos de la tarde y durante 45 minutos, tras su secretario particular Mohamed Ahmed Abdelhamud.
Tras ellos siguieron durante la tarde los otros 10 altos funcionarios baasistas que Estados Unidos entregó a las nuevas autoridades iraquíes el día anterior.
“¿Qué es este tribunal? ¿Quién es usted? ¿Bajo qué jurisdicción está? Soy el presidente de la República de Irak”, señaló Saddam, más contrariado que despistado. “¿Por qué estoy aquí?”, preguntó varias veces, pero siempre sin levantar la voz. Con unas enormes ojeras y mucho más delgado que cuando era presidente, e incluso que cuando fue capturado hace siete meses escondido en una granja de su región natal, el ex dictador oscilaba entre la depresión o el desafío, pero dio la sensación de ser plenamente consciente de su situación y en algún momento incluso tomó notas sobre un papel amarillo con un bolígrafo que extrajo de su campera.
“¿Puede costearse un abogado?”, le preguntó el juez. “Los americanos dicen que tengo millones en Suiza. ¿Cómo no voy a tener dinero para pagar uno?”, respondió con cierta sorna. Su voz mantenía esa pronunciación arrastrada tan característica con la que iraquíes y extranjeros se familiarizaron durante sus frecuentes arengas en la pasada guerra. Pero fue la acusación de haber invadido Kuwait lo que más pareció molestarle. “¿Cómo es posible que usted, un iraquí, me acuse de Kuwait?”, le espetó al juez. “Usted sabe que no fue una invasión. ¿Cómo podía ser una ocupación? Lo hice por el bien de los iraquíes”, subrayó. “Esos perros kuwaitíes estaban tratando de convertir a las mujeres iraquíes en prostitutas por 10 dinares”, justificó antes de que el juez lo amonestara por usar ese lenguaje en un Palacio de Justicia. Los otros seis cargos que se le imputan son el asesinato de líderes religiosos en 1974, el asesinato del clan kurdo de los Barzani en 1983, la campaña Anfal de desplazamiento de los kurdos entre 1986 y 1988; el gaseamiento de los kurdos en Halabya en 1988, la supresión de los levantamientos de kurdos y chiítas en 1991 y el asesinato de dirigentes políticos durante los últimos 30 años. Las acusaciones concretas se presentarán en las vistas previas al juicio. Entre éstas se espera que seincluyan genocidio, crímenes de guerra y de lesa humanidad. “La acusación formal se hará más adelante”, declaró a los periodistas Salem Chalabi, organizador del tribunal especial que va a encargarse de enjuiciar a Saddam y a sus colaboradores. De sus palabras se desprende que el juicio no estará preparado antes del próximo año. “Lo de hoy ha sido sólo el primer paso, la presentación de los cargos –explicó–, el siguiente será la instrucción del sumario; sólo si hay bastantes pruebas se procederá a la acusación y entonces se podrá fijar un calendario para el juicio.”
“Va a ser el juicio del siglo”, opinó Muafak al Rubai, asesor de Seguridad Nacional y ex miembro del ahora disuelto Consejo de Gobierno. “Todo el mundo está observando (la celebración de) este juicio, y vamos a demostrar al mundo que en el nuevo Irak somos capaces de dar un ejemplo de lo que es este nuevo Irak”, añadió. Tanto el gobierno transitorio iraquí como sus mentores estadounidenses confían en que el procesamiento de Saddam y sus colaboradores sirva para poner fin al pasado reciente y empezar una nueva etapa. Sin embargo, muchos observadores temen que la polarización que pueda suscitar el juicio termine ahondando las heridas y la desconfianza entre las diferentes comunidades étnicas y religiosas del país. Las medidas de seguridad fueron muy estrictas. Ni siquiera se utilizó la sede del tribunal especial, junto a la Torre del Reloj, en el centro de Bagdad, por considerar demasiado arriesgado el traslado de Saddam hasta ese lugar. El ex dictador fue llevado en helicóptero desde la prisión donde se halla recluido hasta la base estadounidense de Camp Victory, un antiguo complejo presidencial lindante con el aeropuerto internacional. “Los terrenos del aeropuerto también son Bagdad en un sentido amplio”, justificó a este diario Gorgis Saada, portavoz del primer ministro. El estatuto del tribunal establece que tiene su sede en la capital iraquí.

* De El País de Madrid. Especial para Página/12.

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Saddam Hussein, adelgazado y con barba, escucha los cargos. “¿Cómo puede usted, un iraquí, acusarme de Kuwait?”, dijo al juez.
 
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