EL MUNDO
“La opción es combinar la lucha social y la electoral”
Se cumplió ayer el 25 aniversario del triunfo sandinista en Nicaragua. Uno de sus líderes y ex presidente de la nación, Daniel Ortega, habla de los alcances de la izquierda latinoamericana.
Por Juan Ruiz Sierra *
Un cuarto de siglo después del triunfo de la revolución que derrocó a Anastasio Somoza, Daniel Ortega continúa como líder del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN). El ex presidente de Nicaragua ha perdido tres elecciones consecutivas y ha sido acusado de corrupción y de haber abusado sexualmente de su hijastra. Sus niveles de popularidad, además, van en descenso. El, sin embargo, dice ser el mejor candidato del FSLN. En esta entrevista, Ortega habla de los años revolucionarios y de la situación de un país maltratado por la corrupción de sus gobernantes. También afirma no haber cambiado en nada desde aquel 18 de julio de 1979 en el que entró triunfante en Managua.
–¿Qué queda hoy de la revolución sandinista?
–Un sentido de dignidad ciudadana. A lo largo de la historia de Nicaragua se habían presentado momentos de dignidad por parte de una minoría con un alto sentido de patriotismo. Sandino, por ejemplo. La revolución, en cambio, vino a inculcar ese valor a todos. Y digo a todos, tanto a los sandinistas como a los antisandinistas, porque hasta 1979 lo que había aquí era una población con un 60 por ciento de analfabetismo. Eso es lo que heredamos nosotros: un pueblo sin educación, un pueblo de esclavos.
–¿Piensa que el principal logro de la revolución sandinista fue la alfabetización?
–Así es. No se discriminó a nadie. Hablo de este elemento, que es intangible, pero es también mucho más importante que toda la tierra que la revolución dio a los campesinos.
–Cuando recuerda las esperanzas que despertaron al tomar el poder, ¿no se siente frustrado al comprobar en qué ha acabado todo?
–No, no siento frustración. Si bien es cierto que ha venido avanzando lentamente la restauración del orden anterior, pienso que continúa habiendo espíritu de lucha en Nicaragua, gracias a la revolución.
–¿Diría que los últimos gobiernos del Partido Liberal Constitucionalista (PLC) en Nicaragua pretenden un retorno al somocismo?
–Sí. Es el mismo modelo, pero sin Somoza.
–Pero en materia de derechos humanos, por ejemplo, hay una diferencia evidente. Usted puede hacer hoy política sin acabar en la cárcel, como estuvo siete años durante el régimen somocista.
–Son iguales que Somoza. El perseguido político es uno más de los tantos a los que se les violan los derechos humanos. Pero los derechos sociales son fundamentales. Aquí no hay recursos, no hay medicamentos, y eso es un crimen, una violación de los derechos humanos.
–El gobierno alega que no cuenta con suficientes fondos.
–Fondos sí hay. Aquí han robado 1600 millones de córdobas (83 millones de dólares), dicho por el actual presidente de la República, Enrique Bolaños, que fue vicepresidente con Arnoldo Alemán. ¿Cuántas vidas se podrían haber salvado con todo ese dinero?
–¿Considera sincero al actual presidente cuando afirma que su fin es combatir la corrupción?
–Yo quiero creer que es sincero, quiero creer que cuando era vicepresidente no tenía fuerza para combatir la corrupción.
–Volvamos a los setenta. La izquierda latinoamericana de entonces es muy distinta a la de ahora.
–Hay que diferenciar entre objetivos y métodos. En los años setenta, América latina estaba plagada de dictaduras militares respaldadas por los gobernantes norteamericanos. No había otra alternativa más que las armas. Con los desplomes de las dictaduras se abrieron espacios muy restringidos en el orden político para la izquierda, porque ésta sigue siendo estigmatizada por el imperialismo y por las fuerzas de la derecha latinoamericana. A pesar de ello, ha habido avances impresionantes, que tienen que ver con el agotamiento del modelo neoliberal. En estos tiempos, la opción que tenemos a la vista es combinar los métodos de lucha. Por un lado, la lucha social, que está a la orden del día en toda América latina y que incluso ha derrocado gobiernos, como en Argentina. Por otro, la electoral.
–¿Y la lucha armada? ¿La sigue considerando legítima?
–Se mantiene. En Colombia apunta a la toma del poder y es una lucha legítima del pueblo colombiano.
–¿Los fines de la izquierda son los mismos de siempre?
–Sí, los objetivos son los mismos: la defensa de la soberanía de nuestros países. Siguen siendo los mismos ideales de Sandino o del Che. Sólo que ahora, en lugar de destacamentos guerrilleros, lo que tenemos son destacamentos de lucha social, que son los campesinos, los indios, los negros, los trabajadores, los desempleados. Es decir, tenemos una verdadera masa social. Se han logrado victorias electorales, como en Venezuela, que yo diría que es la victoria más impresionante que ha logrado la izquierda después de las revoluciones en Cuba y Nicaragua. Y el triunfo del Partido de los Trabajadores en Brasil.
–¿En qué ha cambiado usted a lo largo de estos 25 años?
–Sigo siendo el mismo.
–Dicen que es más conciliador.
–Siempre he sido así. Nosotros siempre tratamos de conciliar cuando estábamos en el gobierno. El problema es que tuvimos un enemigo muy poderoso, que fue el presidente norteamericano Ronald Reagan, que les decía a las fuerzas opositoras al sandinismo: “No vayan a las elecciones”, y no iban a las elecciones. Les decía a los grupos económicos: “No tomen ningún acuerdo político con los sandinistas”, y no tomaban ningún acuerdo político.
–Cuando su candidatura presidencial perdió las elecciones frente a Violeta Barrios de Chamorro, en 1990, una buena parte de las propiedades del Estado pasaron a manos del FSLN, en lo que se llamó la piñata. ¿A qué se debió?
–Ninguna propiedad pasó a manos del Frente cuando perdimos las elecciones. Ninguna. Que me digan cuál, que me la documenten. Esa es una infamia que han venido repitiendo todos los años y que han convertido en verdad. Cada vez que hablo con gente de afuera me hablan de la piñata.
–Pero esto lo reconocen incluso personas que en ese entonces formaban parte del FSLN.
–Que me digan qué propiedades son. Los que fueron sandinistas y hablan de esa manera fueron beneficiados con propiedades, dentro de la política que tenía el Estado nicaragüense de dar facilidades para comprar una vivienda a un funcionario nicaragüense. Los ministros tenían un salario simbólico. Los diputados ni siquiera lo tenían. Si cometimos algún error en el momento de la transición, fue no haber pasado a entregarles directamente la propiedad de las empresas a los trabajadores. Ese fue un error gravísimo. Pensamos que el nuevo gobierno iba a respetar esas empresas como empresas del Estado, que no las iba a vender.
–¿Se arrepiente de eso?
–Claro.
–Si volviera la revolución sandinista, ¿qué decisiones que tomó entonces no tomaría ahora?
–Me parece que el trabajo que se hizo hacia el campo se desarrolló partiendo de un esquema que era correcto, pero no aceptable en nuestra realidad cultural. Es decir, partir de un polo de desarrollo, que sería una empresa del Estado y a partir de ese polo alimentar todas las pequeñas propiedades. Creo que sigue siendo una buena idea, pero ¿qué pasa? Como este esquema estaba cruzado con confiscaciones y expropiaciones de pequeños y medianos propietarios rurales, esto generaba una desconfianza en la población campesina. Fue un error haber afectado la propiedad del pequeño campesino, aunque fuesen contrarrevolucionarios, aunque fuesen somocistas. Eso creó una base para alimentar la política contrarrevolucionaria.
–¿Fue ése el único error?
–No, también fue errónea la forma en que desarrollamos las relaciones con la Iglesia Católica. Nosotros teníamos una mala impresión de la Iglesia, a pesar de que muchos éramos católicos, porque ésta había sido históricamente somocista. Pero en la época en que triunfamos, la Iglesia estaba mucho más comprometida.
–Ha perdido tres elecciones presidenciales consecutivas. ¿Por qué se considera el mejor candidato del FSLN para las elecciones presidenciales de 2006?
–El Frente Sandinista no es un partido, no surgió con la idea de ir a las elecciones y ganarlas por ganarlas.
–Pero el FSLN preferiría estar en el gobierno.
–Claro, pero no queremos llevar al gobierno a cualquiera con tal de llegar al gobierno. Eso no tiene sentido.
–¿Y el proyecto es con usted a la cabeza?
–No veo otra alternativa. Si se tratara de ganar la presidencia, ya la habríamos ganado nosotros hace rato.
–¿Cómo?
–Haciendo concesiones.
–¿Concesiones de qué tipo?
–Dejando de decir que estamos a favor de los pobres, dejando de decir que estamos a favor de los campesinos, dejando de decir que los ricos tienen que pagar impuestos. Así seríamos muy simpáticos para todos y llegaríamos la gobierno. Pero ¿para qué?
–¿Funciona la división de poderes en Nicaragua?
–Yo estoy cada vez más convencido de que donde hay un sistema presidencial, difícilmente funciona la división de poderes.
–Usted sería partidario de un régimen parlamentario.
–Así es. En América latina está más que demostrado. Mire el ejemplo de Argentina: llegó a la presidencia Carlos Menem y lo que hizo fue tomarse todos los poderes del Estado.
* De El País de Madrid. Especial para Página/12.