EL MUNDO › ISRAEL RECIBE A COLIN POWELL NEGANDOSE A TODO REPLIEGUE MILITAR
Bienvenido a una trampa, Mr. Secretary
Colin Powell, secretario de Estado norteamericano, llegó ayer a Israel con la “misión imposible” de un cese del fuego y una reanudación de las negociaciones de paz. Desde el lado israelí, ya se le hizo claro que un repliegue militar de Cisjordania es imposible.
Por Eduardo Febbro
El duelo cerrado que mantienen Ariel Sharon y Yasser Arafat con sus dos sociedades como víctimas tiene desde ayer un nuevo protagonista. El secretario de Estado norteamericano Colin Powell llegó anoche a Jerusalén proveniente de Amán rodeado con el aura de ser “la última esperanza”.
Tras haber recorrido Marruecos, Egipto, Madrid y Jordania, Powell pisó suelo israelí, donde hoy mantendrá su primera entrevista en el domicilio particular de Ariel Sharon y mañana con Yasser Arafat en Ramalá. En el curso de la conferencia de prensa que ofreció en la capital jordana, el secretario de Estado norteamericano precisó que trataría de poner fin a la violencia, de terminar con las incursiones israelíes en Cisjordania y, “si es posible”, hacer que las partes concluyan un alto el fuego. Powell reiteró luego su preferencia por la realización del plan Mitchell. Según expresó, dicho proceso sirve “para demostrarles a los palestinos que hay esperanzas, la esperanza de tener su propio Estado y de vivir en paz y como vecinos con Israel”. La respuesta de Israel ante esas “esperanzas” intervino antes mismo de que Powell llegara a Israel. El primer ministro israelí repitió que las operaciones del “ejército en Belén, Jenin, Nablus y Ramalá continuarán hasta que no se hayan rendido todos los terroristas”. Sharon también dijo no a la idea norteamericana consistente en desplegar una “pequeña” fuerza internacional de interposición entre israelíes y palestinos. Powell parece llegar a un país que lo recibe con las cortinas cerradas.
Pocas veces en la historia la visita de un hombre habrá suscitado tantas expectativas en Occidente y, a la vez, tanta neutralidad en Israel. Ayer, en diálogo con Página/12, un grupo de militares israelíes ponía en tela de juicio la legitimidad de Powell para encarnar una misión semejante. Uno de ellos comentó: “¿Con qué legitimidad el dirigente de un país que martirizó a otro (Afganistán) únicamente para buscar a un solo hombre (Bin Laden), que finalmente no encontró, puede venir aquí en misión de paz?”. Por lo pronto, antes de viajar con rumbo a Israel, Powell llamó por teléfono a Ariel Sharon y le comunicó por adelantado el “mensaje” con el que viene a Israel: “Las operaciones militares en Cisjordania no eliminarán la amenaza terrorista. Sólo la negociación podrá apaciguar la cólera y las frustraciones palestinas”. Mensaje sencillo que corre el riesgo de caer en oídos sordos. Sharon no comparte en nada la visión política de los norteamericanos para quienes Arafat es el líder legítimo del pueblo palestino. Los israelíes asistieron con visible irritación al cambio paulatino pero real de la diplomacia estadounidense, que pasó de un apoyo incondicional a Israel, es decir, a sostener la legitimidad del Estado hebreo a defenderse de los atentados suicidas palestinos, a una posición que se asemeja más a la europea y la de los países árabes moderados. En cada una de las etapas de su viaje, Marruecos, Egipto, España y Jordania, Powell fue precisando el contenido de su “misión imposible”: lograr la reanudación en materia de seguridad entre Israel y los palestinos, conseguir el apoyo financiero de Arabia Saudita para ayudar a la reconstrucción de las infraestructuras palestinas y organizar una suerte de plan mundial destinado a la ayuda de urgencia que necesitan los palestinos.
Sharon, consciente de que Washington actúa también bajo la presión de los países árabes vecinos, comentó: “Estados Unidos tiene problemas en la región, es cierto, pero yo ya les hice saber que nuestra actividad continuaría. Y continuará”. El primer ministro, insensible al vuelco de laopinión en el gobierno estadounidense, no sólo mantuvo intactos sus objetivos militares sino que, además, precisó que el ejército se reservaba el derecho de ocupar de nuevo las ciudades palestinas evacuadas “en caso de que el terrorismo regresase. (...) Lasciudades evacuadas permanecerán sitiadas hasta el fin de un período de calma”. Sharon no dio fechas límites.
En el terreno militar, el ejército no desató el nudo militar que mantiene en torno a las cuatro grandes ciudades de Cisjordania que ocupa: Jenin, Belén, Ramalá y Nablus. Las primeras imágenes y testimonios de los encarnizados combates que se llevaron a cabo en Jenin llegan ahora con abundancia. Y en Belén, el sitio de la Basílica de la Natividad prosigue a pesar de los insistentes llamados de la jerarquía católica y la degradación de las condiciones de vida dentro de la Basílica. Testimonios telefónicos obtenidos ayer por Página/12 narraban un panorama dramático para los 30 religiosos, los 200 palestinos armados y el número indeterminado de civiles que se encuentra adentro. Según dijo uno de los padres franciscanos, “los víveres se acabaron desde ayer, no tenemos agua, uno de los nuestros fue gravemente herido por disparos israelíes. Estamos esperando lo peor”.