EL MUNDO
“Hugo Chávez tendrá que conciliar si quiere seguir en el poder”
“Antichavista democrático”, como se autodefine, Teodoro Petkoff, director del periódico “Tal Cual”, cree que las Fuerzas Armadas están divididas en tres y que las fracturas políticas en el país llegaron para quedarse.
Mientras ciertos sectores denuncian el consensualismo posgolpe y contragolpe que proclama Hugo Chávez, otras voces vaticinan que esa política es la única manera de aplacar la crisis militar y política que se hizo visible el fin de semana pasado. Este último es el análisis de Teodoro Petkoff, ex guerrillero y militante del MAS y actual director del periódico Tal Cual. Durante el golpe, Petkoff estuvo en las negociaciones entre los sectores militares enfrentados.
–¿Cuál es la situación política actual?
–Se abrió una crisis militar y persiste la crisis política. Las Fuerzas Armadas están muy divididas y así como hace diez años, cuando el actual presidente se alzó y se abrió una crisis militar que produjo luego otro golpe y la profundización de la crisis política que terminó con la salida del presidente que había derrotado a Chávez (Carlos Andrés Pérez), ahora tenemos una crisis militar y política muy profunda y su resolución dependerá del modo en que Chávez la maneje, de su capacidad para soldar fracturas para que el país se vuelva manejable. De lo contrario, la situación podría empeorar notablemente y repetirse la historia.
–¿Cuáles son los núcleos de conflicto de la crisis?
–El principal es el militar, ahora visible porque las Fuerzas Armadas están fracturadas.
–¿En qué consiste esa fractura?
–Creo que se pueden distinguir tres sectores básicamente: el institucionalista, que es mayoritario; un sector de derecha claramente conservador y un sector chavista. Pero la columna vertebral de las Fuerzas Armadas yo la describiría como institucionalista. Ahora, la crisis aparece porque las Fuerzas Armadas institucionalistas convalidaron, en un primer momento, la salida del presidente promovida por el ala conservadora y, además, los sectores chavistas dentro de las Fuerzas Armadas no salieron de inmediato en defensa de Chávez, sino que aceptaron la situación de hecho. Luego surge la oposición cuando se hace evidente que no existe la carta de renuncia del presidente y que se produce un golpe de Estado de ultraderecha. Entonces, el institucionalismo y el chavismo militar se alían y definen la situación: el poder de fuego de ambos sectores combinados es mucho mayor que el de los otros. ¿Usted sabe cómo resuelven los militares el problema? Cuentan los cañones de un lado y del otro para ver quién se le rinde a quién. Así fue aquí. Y en ese momento, mandan a buscar al presidente a la isla donde lo tenían prisionero. Sin embargo, esa división persiste.
–¿Qué es lo que hizo que finalmente el sector institucionalista apoyara al presidente si en un primer momento respaldó el golpe?
–Cambió su posición porque el sector golpista terminó instaurando un gobierno que se comportó produciendo un pinochetazo light: asumió poderes dictatoriales para destituir alcaldes y gobernadores elegidos democráticamente, anunció la concentración de poderes en una sola persona que se autonombró presidente y se juramentó ante sí mismo. Es evidente que, por la tradición nacional de las fuerzas castrenses, esas acciones no iban a conseguir apoyo. Yo formo parte de lo que podríamos llamar el antichavismo democrático: no tengo ningún interés en que este país caiga en manos de un régimen pinochetista. El sector institucional de las Fuerzas Armadas reaccionó de la misma manera: avalaba la salida de Chávez si era de modo institucional porque Chávez es un factor de crisis. Pero queda claro que en un momento el gobierno perdió el control de las Fuerzas Armadas y del país: se produjo una crisis terminal de gobernabilidad.
–¿Cuáles son los factores que hacen que se mantenga esta alianza circunstancial entre el sector institucionalista y el chavista?
–Ahí empieza el problema porque esa cuestión es parte del futuro. Obviamente, el equilibrio entre unas Fuerzas Armadas con un estado de confrontación interna que responde al mismo estado de confrontación que existe fuera de los cuarteles dependerá de que el presidente tenga capacidad de morigerar su lenguaje, de aceptar que finalmente tiene mediopaís que lo enfrenta y que no puede actuar con un criterio que todo el que se le opone es contrarrevolucionario. Después del golpe muy fuerte que recibió, Chávez comprobó que las Fuerzas Armadas de las que se jactaba no eran totalmente propias y descubrió que el poder es efímero. Evidentemente eso lo hizo reflexionar y sus dos comparecencias públicas desde que regresó al poder han sido muy conciliadoras, su lenguaje fue muy suave y ha hecho algunas cosas concretas: por ejemplo, el jefe del “gobiernito” golpista, Pedro Carmona, está en su casa en prisión domiciliaria aún cuando los latinoamericanos sabemos que el que se alza, si pierde, la paga; además reconoció que había sido un error la designación de la directiva de la petrolera estatal PDVSA y admitió que debe conciliar una cúpula consensuada con los trabajadores. Claro que todos los que lo conocen se preguntan cuánto le va a durar. Pero si estos gestos conciliatorios se transforman en una política, podemos avanzar hacia la superación de la crisis. Claro que la oposición también tiene que hacer su examen de conciencia porque aquí hay una parte de la oposición que tenía una pata en la democracia y otra en la conspiración.
Entrevista: Verónica Gago.