EL MUNDO
Misión casi cumplida para las aplanadoras israelíes
Israel permanecerá en Cisjordania pero empezó a retirar sus fuerzas del interior de aldeas y ciudades palestinas. El presidente George Bush alabó la decisión, y llamó a Ariel Sharon “un hombre de paz”.
Por Ewen MacAskill
Desde Jerusalén
El ejército israelí empezó a completar ayer su ofensiva de cuatro semanas en Cisjordania iniciando su retiro de las dos áreas que sufrieron la mayor devastación: la ciudad de Nablus y el campo de refugiados de Jenin. El ministro de Defensa Benjamin Ben Eliezer dijo durante una visita por helicóptero a una base del ejército en Cisjordania que el retiro de la mayor parte de las aldeas y ciudades del territorio se completaría el domingo. El ejército dijo que dejaría Jenin hoy temprano y estaría fuera de Nablus y de la capital cisjordana, Ramalá, el domingo, pero no levantará su sitio del complejo de oficinas de Arafat en Ramalá ni de la Iglesia de la Natividad en Belén.
El presidente George Bush, que pidió el retiro de Israel en una declaración especial sobre Medio Oriente el 4 de abril, elogió al primer ministro por cumplir su promesa. Sostuvo que Ariel Sharon “me dio un cronograma y cumplió el cronograma”. Su tono conciliatorio contrasta con la anterior demanda de la Casa Blanca de que la retirada debía ser inmediata. Para embarazo de la Casa Blanca, Sharon ignoró ese reclamo por más de 10 días. Bush, que ha estado bajo presión de la derecha norteamericana por su desacuerdo con Sharon, elogió al primer ministro ayer como un “hombre de paz”, y volcó el peso de sus críticas sobre Yasser Arafat, exhortándolo a actuar contra los terroristas palestinos.
El ejército israelí mantendrá una fuerte presencia en Cisjordania, reteniendo a tanques y soldados cerca de las aldeas y ciudades palestinas y en la mayoría de los casos rodeándolas. La intención es proveer una barrera contra la ola de atacantes suicidas que se esperan. Bush respaldó el asedio del complejo de Arafat, donde se cree que están escondidas cinco personas sospechadas de estar involucradas en el asesinato del ministro Rehavan Zeevi el año pasado. Las negociaciones entre los israelíes y los palestinos armados que han tomado santuario en la Iglesia de la Natividad fueron canceladas ayer. Israel está lista a ofrecerles salvoconducto a condición de que acepten el exilio permanente de Cisjordania y Gaza.
Mientras los tanques dejaban Jenin, las familias palestinas entraban para buscar con qué enterrar a sus muertos, y las organizaciones humanitarias empezaban a tratar de investigar lo ocurrido. Tarje Roed Larsen, enviado a Medio Oriente de las Naciones Unidas, dijo que la destrucción era “horrenda” e “increíble”. Agregó que no sólo podía ver lo ocurrido sino también olerlo, en alusión a los cadáveres en descomposición bajo los escombros.
Los palestinos dicen que cientos han muerto, pero los israelíes insisten en que son unas pocas docenas. Organizaciones humanitarias y grupos de derechos humanos que han estado en Jenin dijeron que era muy pronto para abrir un juicio y eran muy cuidadosos en evitar la palabra “masacre”: el término usado por los palestinos. Pero en privado compartían el horror de Roed-Larsen por lo que había pasado y exigirán saber de los israelíes porqué no se les permitió entrar a la Cruz Roja y la Media Luna Roja durante 13 días. Varios preguntaron qué le había pasado a los cadáveres que el ejército israelí había planeado llevarse antes que los detuviera la Suprema Corte. Bassam Eid, director de una ONG de derechos humanos palestina, dijo que llevaría un mes establecer el número de muertos.
Sharon se reunió con su gabinete de seguridad anoche para evaluar los resultados de la ofensiva. Sus ministros la aclaman como un éxito pero se desconcertaron por el nivel de la crítica internacional y los daños diplomáticos. Ben-Eliezer declaró ayer que 45 de los 48 cuerpos recuperados hasta ahora en Jenin estaban vestidos con los colores de la Jihad Islámica, el grupo responsable por muchos ataques en Israel. El secretario general de la ONU, Kofi Annan, le pidió al Consejo de Seguridad que enviara una fuerza armada internacional a la región, algo a lo que Israel se opone desde hace mucho tiempo pero que los palestinos quieren. El gobierno de Estados Unidos, en su ánimo actual, probablemente lo vete.