EL MUNDO
Un vuelo de alto riesgo con el demente del hacha
En un viaje interno en Noruega, un argelino armado –cuya petición de asilo le fue negada– atacó a dos pilotos y a un pasajero. La historia, con buen desenlace, puso en evidencia la falta de control en los aeropuertos.
Por Ricardo Moreno *
Desde Estocolmo
Un incidente que estuvo a punto de provocar una tragedia se produjo ayer en un pequeño aeropuerto de la ciudad de Bodö, en la parte norte de Noruega, que puso al desnudo la paradoja de que el país más rico de la tierra tenga aeropuertos de vuelos interiores no equipados para detectar el ingreso de un bolso con armas al avión. Un hombre de 34 años de origen argelino, cuya petición de asilo había sido denegada por segunda vez, lo que significaba su expulsión del país, perdió el control de sus actos y atacó con un hacha que había introducido en su bolso de mano a dos pilotos y a un pasajero.
Un tranquilo vuelo interior entre las ciudades de Narvik y Bodö, ambas en el extremo norte del país, a miles de kilómetros de Oslo, en las que salvo los desequilibrios climáticos nada altera el tranquilo transcurrir de los días, se convirtió súbitamente en un escenario aéreo de pánico y terror. El avión, un modelo Dornier 228, con capacidad para veinte pasajeros, transportaba nueve, además de la tripulación de dos pilotos y una azafata. Cuando el hombre comenzó a descargar su furia agrediendo al pasaje y a los pilotos, todos creyeron estar viviendo una acción terrorista, cuyo inexorable final era la muerte al estrellarse la nave contra el suelo.
La entereza y sangre fría de uno de los pilotos pudo lograr el milagro de que cuando faltaban menos de 100 metros para tocar tierra, recuperara el control del aparato y realizar un aterrizaje de emergencia sin mayores contratiempos. Lo que se creyó un ataque terrorista resultó ser la reacción de un hombre, en este caso un peticionante de asilo desesperado al ver su petición rechazada, sin perjuicio de que los exámenes psiquiátricos a los que será sometido incorporen otro factor más como desencadenante de los hechos. El hombre vivía desde hace unos años en Narvik y estaba bien considerado entre los habitantes del lugar, que por explicables motivos observan el comportamiento de cualquier extranjero. Simplemente lo consideraban un hombre bastante introvertido, actitud que se volvió más evidente cuando se produjo el segundo rechazo a su petición, lo que significaba la expulsión. Un elemento surgido a raíz del suceso de ayer es que la identidad del agresor no está lo suficientemente verificada.
La primera pregunta que se formularon todos los que escucharon o leyeron la noticia, dentro y fuera de Noruega, fue cómo había sido posible que, después del 11-S, del 11-M y la permanente discusión en torno a la seguridad en un mundo cada vez más inseguro, alguien pudiera introducir un hacha en su equipaje de mano al subir a un avión. La explicación vino enseguida: los aeropuertos de ciudades pequeñas de Noruega carecen de instrumentos para detectar metales. Está previsto que se van a instalar a partir del 1° de enero del año próximo.
* De El País de Madrid. Especial para Página/12.