EL MUNDO
Iban por dulces y hallaron la muerte
Niños iraquíes hacían fila para recibir caramelos y 35 murieron tras el estallido de coches bomba en un día violento.
Por Kim Sengupta *
Desde Bagdad
Los niños se dirigieron hacia su muerte mientras hacían cola para que les dieran caramelos estadounidenses en una fiesta del barrio. En uno de los días más sangrientos de la guerra de ocupación de Irak, el estallido de tres coches bomba mató a por lo menos 35 niños, el mayor número de muertos en un único ataque desde que comenzó la guerra, hace 17 meses. En el hospital Yarmouk en el centro de Bagdad, adonde fueron llevados los heridos, había una sala llena de niños cubiertos de sangre; sus ojos miraban con dolor e incomprensión y estaban en silencio por el shock. El sonido de llanto y largos sollozos desgarradores surgían de los padres alrededor de las camas.
“Los estadounidenses nos llamaron, nos dijeron: ‘Vengan acá, vengan acá’, preguntándonos si queríamos caramelos. Cuando nos acercamos, un auto explotó”, dijo Abdel Rahman Dawoud, de 12 años, yaciendo desnudo en la cama, con su cuerpo perforado por esquirlas. Los padres rápidamente dirigieron su ira contra los soldados estadounidenses, más que contra los militantes, culpándolos por atraer a sus hijos hacia el peligro. Unas 46 personas murieron y 200 resultaron heridas en los ataques de ayer, pero la gran mayoría de las víctimas eran niños, y muchos de ellos, según los médicos, en estado desesperante. El desastre de Al Amel, en el sudoeste de la capital, comenzó poco después de que llegara un convoy estadounidense al área de la clase trabajadora, que hasta el momento había escapado de la violencia. Estaban ahí en una ceremonia para instalar nuevos sistemas de bombeo en una planta de agua. Los soldados comenzaron a distribuir caramelos y los exaltados niños corrieron hacia ellos justo cuando los terroristas detonaron las bombas, poco después de la 1 de la tarde. Dos autos explotaron con pocos minutos de diferencia. Mientras los que sobrevivieron huían gritando, un tercer automóvil explotó directamente en su camino. Las fuerzas de Estados Unidos sellaron el área con tanques y automóviles blindados y los helicópteros artillados volaban por encima.
La escala del costo humano era evidente en el hospital Yarmouk. Las ambulancias y los automóviles particulares traían a los enfermos, una camilla improvisada transportaba a un chico y a sus piernas amputadas. Los médicos y las enfermeras luchaban para pasar entre los parientes frenéticos y llorosos. Rusel Abbas Obeid estaba en una cama con un mameluco rosa desgarrado, cortes profundos en su estómago y desgarros en el rostro por esquirlas. Había salido a un negocio y luego corrió para unirse con sus amigos alrededor de los automóviles blindados estadounidenses. Limpiando la sangre del rostro con un pañuelo ya empapado, Hamdiya Hossein Obeid dijo: “Cuando llegó la primera explosión, sentí que mi corazón explotaba. Salí corriendo, pero mis vecinos me detuvieron porque podía haber otras bombas. Hubo otras explosiones y supe que tenía que encontrarla. Me llevó una hora hacerlo. En ese tiempo vi muchos niños tirados en la calle, muchos de ellos muertos”.
En otros ataques ayer, dos policías iraquíes y un soldado estadounidense murieron y otros 60 resultaron heridos por un auto bomba en la prisión de Abu Ghraib. Otro soldado estadounidense murió y otros siete fueron heridos cuando un misil impactó una base militar. En Tal Afar, en Irak occidental, una bomba mató a cuatro civiles e hirió a 16. Las fuerzas de Estados Unidos bombardearon dos casas en Faluja, alegando que eran los escondites usados por los partidarios de Abu Musdab al Zarqaui. Y precisamente el grupo Monoteísmo y Guerra Santa del terrorista jordano Abu Musab al-Zarqaui, presunto jefe de Al Qaida en Irak, se atribuyó las tres “heroicas operaciones” llevadas a cabo ayer en Bagdad.
Por otra parte, el Ejército Islámico de Irak-Mando Occidental secuestró a otras diez personas, entre los que hay dos mujeres indonesias, dos libaneses y seis iraquíes.
* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.
Traducción: Celita Doyhambéhère.