ESPECTáCULOS › LA SUPREMACIA DE BOURNE, CON MATT DAMON

En la mira de los asesinos

El superespía de Identidad desconocida vuelve a las andadas, en una nueva intriga internacional que tiene la rara virtud de no intentar ponerse al día descubriendo terroristas islámicos.

 Por Martín Pérez

Si hay algo que no se le puede reprochar a un superespía como Jason Bourne es que, a pesar de ya no querer serlo más, sigue manteniendo las formas. Y, a la hora de hablar con sus superiores, lo hace mirándolos a los ojos... a través de la mira telescópica del fusil con el que les apunta. Es verdad, no se puede decir que la impávida Pamela Landy sea precisamente su superior. No sólo porque Bourne ya no es agente de nadie, sino porque ella ni siquiera está a cargo del programa que alguna vez lo tuvo como recluta. Simplemente se ha topado con el proyecto que lo incluyó, y él es uno de sus cabos sueltos. Y a ningún agente serio y corporativo le gusta dejar cabos sueltos. Por eso se dedicará a perseguirlo, pero Bourne es cazador antes que presa, e irá directamente a ella. Pero nada es tan fácil en las películas de lo que ya se puede ir llamando como la saga Bourne, y el enemigo de Jason no terminará siendo Landy sino un pasado que para borrarlo antes deberá hacerlo reaparecer, y un entrenamiento que, a su pesar, sigue siendo parte de su ser.
Cuando apareció en escena por primera vez en Identidad desconocida (The Bourne Identity en el original), el personaje creado por Robert Ludlum (e interpretado por Matt Damon) era apenas un cuerpo flotando inconsciente en el Mediterráneo, con dos balas en el cuerpo y sólo el número de una cuenta suiza escondido bajo su piel para ayudarlo a recuperar la memoria perdida. Aquella búsqueda de la propia identidad continúa en esta segunda parte, pero el combustible es ahora la necesidad de revancha. A pesar de que Franka Potente (la chica de Corre Lola corre) aparece mencionada bien arriba en el elenco, será su temprana desaparición lo que saque a Bourne del paraíso de Goa para llevarlo a Berlín, vía Nápoles. Con una interpretación cuasi-minimalista pero eficaz, tanto de Matt Damon como de Joan Allen, La supremacía... parece por momentos tener excesiva dependencia de una acción que a veces es sólo apuro, y también cae en la debilidad de preocuparse por explicar bien todo cuando algún personaje aquí y allá oficia de locutor y repasa causas y motivos con voz clara y pausada.
Sin embargo, el film de Greengrass es elogiable porque, a pesar de tratarse de una intriga internacional, no trata de ponerse al día descubriendo terroristas islámicos ni inminentes apocalipsis. Su trama de espías y contraespías rusos y norteamericanos es casi un ejercicio de nostalgia. Con Bourne semirretirado, lo que lo hará volver al centro de la escena será un robo millonario entre agentes secretos, con una huella digital cuidadosamente ubicada en la escena del crimen. El cerebro malvado detrás de la operación será el malo ideal de este lado de la frontera islámica: un magnate ruso con una súbita fortuna de origen desconocido. Paranoide, obsesiva y con poco bueno para decir respecto de las agencias secretas de espionaje para una de espías como La supremacía de Bourne es ese repaso de las debilidades y necesidades humanas su mejor arma como espectáculo.

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Bourne vuelve al centro de la escena a raíz de un robo millonario entre agentes secretos.
 
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