SOCIEDAD › LA JUEZA REVELO QUE RAFAEL TIENE SINTOMAS
OBSESIVOS Y FOBICOS Y QUE QUEDARA INTERNADO
“Reconoce lo que hizo y está arrepentido”
Alicia Ramallo explicó que el autor de la masacre de Carmen de Patagones “tuvo un cambio hace dos años”, destacó que tenía aconsejado un tratamiento que aún no había comenzado y aclaró que no hubo un detonante del hecho.
Por Alejandra Dandan
En los últimos dos años cambiaron las conductas habituales de Rafael, tuvo un descenso en el rendimiento escolar y aparecieron comportamientos poco usuales: mostró rechazos hacia los hábitos y costumbres propias de las personas de su edad. Esta parece ser una de las claves halladas por los especialistas que trabajaban desde hace tres días sobre aquel adolescente que sacudió con 13 disparos la apacible vida de Carmen de Patagones. La jueza de menores Alicia Ramallo incluyó la lectura del diagnóstico ayer en una conferencia de prensa brindada en la ciudad de Bahía Blanca, donde Rafael permanece alojado en un edificio de Prefectura a la espera de que la Justicia decida su destino. “Es un chico que no está en su sano juicio”, con “síntomas obsesivos y fóbicos” y que “le cuesta comunicarse”, dijo Ramallo. “Comprendió perfectamente lo que hacía”, destacó y aseguró que se mostró “arrepentido”. Y concluyó que el martes “fue un día más para Rafael”, al aclarar que no hubo ningún episodio previo detonante del hecho. Por su ya probada “patología de base”, la jueza descarta su internación en un instituto de menores. Pasará a una comunidad terapéutica o en una clínica psiquiátrica.
La conferencia de prensa se extendió unos 45 minutos. La jueza Alicia Ramallo decidió romper el silencio. Pidió permiso a la Corte Suprema de la provincia para pronunciarse en público y por única vez sobre Junior, el jovencito de 15 años que protagonizó la masacre de la escuela Islas Malvinas de Patagones. “No se le tomó declaración indagatoria –recordó– porque un menor de 16 años es inimputable. Y esta causa no es penal de mayores, es decir de buscar si fue o no culpable.” En el mismo sentido, agregó: “Por lo que se había visto, era más que suficiente que todos sabíamos que había sido él, de hecho él también lo reconoce, es decir que todo lo demás para un fuero de menores es superfluo”.
La jueza había visto al muchacho después del episodio de la escuela; en ese momento lo saludó con un beso. Volvió a entrevistarlo el miércoles en el marco de la causa. El encuentro duró aproximadamente una hora y media y comenzó cuando ella supo a través de los informes psiquiátricos que Rafael tenía noción del tiempo y del espacio. En ese momento, explicó ella, “se le preguntó si quería declarar, se le explicó que era importante que declarara y dijera qué era lo que había sucedido con él y qué le había pasado”. Y agregó: “A partir de allí tuvo un momento de reflexión, no tuvo una respuesta en forma inmediata y comenzó a contar cosas que no les podemos decir”.
Aunque durante la conferencia de prensa la jueza no mencionó ninguno de esos detalles, se tomó tiempo suficiente para quitarle peso, en algunos casos, o corregir ciertas versiones que comenzaron a rodear la vida personal de Rafael y de su familia durante los últimos días. Uno de esos puntos fue la relación con sus padres. Hasta ahora se sabía que el padre de Junior es suboficial de Prefectura Naval. Distintas versiones aseguraban, además, que se trataba de un padre autoritario con el que el chico había tenido una discusión o un cruce violento en los últimos días. Sobre este punto en particular, la jueza precisó lo contrario. El prefecto “no era un padre autoritario” aunque por los problemas psíquicos, el jovencito podría haberlo visto de ese modo: “El chico tenía una relación medianamente buena con sus padres –relató la jueza–, su padre no era autoritario; tal vez él por su personalidad, que es lo que se está trabajando, le tenía un fuerte temor”. Con su base patológica, continuó, lo que para “otro chico es normal tal vez no lo es para él. Lo que para otro chico es sencillo, para él es complicado”.
El padre de Rafael había ido a la escuela con “cierta inquietud” a entrevistarse con una psicoterapeuta, reveló la jueza. Aunque no mencionó los motivos, la magistrada contó que después de aquella charla, la especialista recomendó un tratamiento. Hasta el martes a la mañana, el tratamiento no había empezado. Según Ramallo, “nunca había sido abordado terapéuticamente”.
La responsabilidad de sus padres sobre el asunto del arma fue otro de los puntos que Ramallo morigeró. La jueza entendió que el padre del muchacho que lleva su mismo nombre, “cumplía con el reglamento de su fuerza”. Así, tenía la pistola 9 milímetros guardada en su casa, una propiedad muy humilde. Por eso aclaró: “Hay que ubicarse en la vivienda donde el papá tenía la posibilidad de guardar el arma”. Durante estos días tuvo oportunidad de conocerlos y seguirá haciéndolo porque permanecerán en Bahía Blanca con el hermano menor de Rafael, otra de las grandes víctimas: “Es importante que ustedes lo sepan –reclamó la jueza sobre él–, hay otra criatura que de alguna manera está siendo víctima de todo esto. Y que es su hermano de 11 años, que tuvo que venir a Bahía Blanca, ha perdido el colegio, ha perdido a sus amigos, a sus compañeros, su barrio”. La familia entera “está desconcertada, shockeada, muy triste y no comprende por ahora qué es lo que ha pasado, estaban sorprendidos de la situación”. En ese mismo estado ayer a la tarde finalmente sus familiares se encontraron con Rafael, que hasta ese momento no había querido verlos.
Ni la relación con sus padres ni con sus amigos habría tenido algún rasgo típico que el martes actuara como detonante. Así lo sostuvo la jueza: “No hubo ninguna circunstancia que detonara esto”. Con esa respuesta pareció restarle importancia a los comentarios de los compañeros de la escuela o quienes mencionaron peleas previas con su padre o discusiones con uno de los chicos de su año. La jueza usó ese mismo tono para referirse a las leyendas escritas en el pupitre, el banco fotografiado por la policía, donde Rafael escribió aquello de “lo más sensato que pueden hacer los hombres es suicidarse”. Para la jueza y el equipo de médicos, los escritos resultan “intrascendentes”.
Al día de la entrevista con Ramallo, Rafael tenía plena conciencia del “tiempo y del espacio”. “Estaba arrepentido” de lo que hizo, explicó la jueza que durante el diálogo lo escuchó decir que “todo pasó muy rápido y no lo recuerdo”. La jueza remarcó: él no sabía el resultado de su accionar, pero sí que había matado. “No sabía el resultado de su accionar, cuántos chicos podían ser los que estaban muertos, el número él no lo sabía porque sale del aula”, indicó.
“En apariencia no es un chico que tomaba, que fumaba, es un chico deportista”, aclaró y precisó sin embargo que “todavía no tenemos los resultados del estudio de alcoholemia y de un estudio de sustancias tóxicas en sangre”.
Aunque la evaluación de los peritos aún no terminó, el juzgado puso a disposición detalles preliminares. En ese marco indicaron que:
- “No se reportan antecedentes familiares de enfermedad mental.”
- “Se trata de un adolescente que desde su primera infancia evidenció severas dificultades para integrarse activamente al medio social especialmente a sus pares.”
- “La crisis que promovió el hecho es resultado de la conjunción de múltiples factores que serán minuciosamente estudiados.” “El suceso se habría producido como consecuencia de una multiplicidad de factores intervinientes que concluyeron dando este resultado: factores de órdenes psicológicos individuales, familiares y sociales.”
- “Se reconocen síntomas obsesivos y fóbicos, tiene marcada dificultad para expresar sus emociones primarias.”
Con este último punto del diagnóstico, adelantaron un elemento que los especialistas consultados por Página/12 consideran clave: “Se realizarán las pruebas necesarias para la conformación de un psicodiagnóstico, exámenes de laboratorio y encefalograma”. Para Ester Romano, médica psiquiátrica, el encefalograma demostrará si su cerebro manifesta algún estado de desestabilización frente a un estímulo. Sospecha que de ese modo, los peritos buscan establecer si su estado se encuadra en un caso de bordeline, donde el contacto con la realidad permanece indemne o de una patología más grave de pre esquizofrenia.