SOCIEDAD › APOYO A LA DECISION DE METER PRESION A LOS SECUESTRADORES
“Beneficios para Argentina”
Funcionarios del área de seguridad de la provincia apoyaron la decisión presidencial de “salir a buscar a los secuestradores donde estén”. Habrá instrucciones a los fiscales, que tienen el poder de decisión, y a las fuerzas de seguridad.
Por Raúl Kollmann
Fuentes de alto nivel del Ministerio de Seguridad bonaerense se manifestaron de acuerdo con la línea de acción señalada por el presidente Néstor Kirchner en el atardecer del miércoles: “Debe terminarse la actitud pasiva, vamos a salir a buscar a los secuestradores donde estén, no se puede esperar más hasta que terminen las negociaciones entre la familia de la víctima y los secuestradores”. En ese marco, de todas maneras la voz cantante será la del fiscal de la causa, que es quien tiene el poder de decisión, pero en los últimos tiempos, y sobre todo después del caso Blumberg, había una reticencia a actuar hasta que las negociaciones hubieran terminado, se buscaba la liberación de la víctima mediante el pago del rescate y recién después se ponía en marcha el operativo contra los secuestradores. La propuesta de la Casa Rosada es que, con orden del fiscal de por medio, se armen operativos cerrojo y rastrillajes para dar con las bandas y liberar a los secuestrados lo antes posible.
Los cambios en la estrategia frente a los secuestros fueron revelados ayer por Página/12, en exclusiva, porque ocuparon el centro de atención en el encuentro que el miércoles convocó el Presidente con los jefes de las fuerzas de seguridad, la Side, el jefe de Gabinete, Alberto Fernández; el titular de Interior, Aníbal Fernández, y el secretario de Seguridad, Alberto Iribarne. La reunión de Casa Rosada derivó en otra del Comité de Crisis, celebrada ayer por la mañana, lo que significó el agregado de la presencia del secretario de Investigaciones bonaerense, Esteban Marino, uno de los dos viceministros y colaboradores directos de León Arslanian. En ese cónclave se resolvió reforzar todas las acciones contra los secuestros en el territorio provincial, trabajar fuertemente en el terreno de la inteligencia y poner en marcha la nueva estrategia planteada por el primer mandatario.
Hasta el momento, se habló mucho de dos modelos de acción distintos frente a los secuestros:
u Por un lado, están quienes sostienen que para preservar la vida de la víctima debe permitirse la negociación entre los familiares y los secuestradores, dejar correr el pago del rescate y, una vez liberado el secuestrado, poner todo el esfuerzo en la detención de la banda. Los defensores de esta estrategia insisten en que es lo mejor para que la víctima salga ilesa y marcan que las investigaciones posteriores lograron éxitos y fracasos: están detenidos ahora algunos de los secuestradores más famosos como el Negro Sombra, Pachu Peñaflor o el Oso Peralta y resultaron muertos otros famosos como Lala López y el Hígado Muñoz. En cambio, no parece haber nítidos resultados en la investigación del caso Garnil, el caso Ramaro y muchos otros. De todas maneras, esta táctica –a la que adhiere Juan Carlos Blumberg– es cuestionada porque los secuestradores suelen obtener el dinero con el que planifican otro golpe y las personas permanecen largo tiempo en cautiverio.
u La otra estrategia, planteada ahora por el Presidente, tuvo en su momento el respaldo, con variantes, de varios fiscales y la mayoría de los técnicos en materia de seguridad. La teoría es que las bandas, hostigadas desde el comienzo del secuestro –incluso si se trata de detener a sus integrantes cuando van a cobrar el rescate– prefieren liberar a su víctima y no cargar con un homicidio que implica, si los detienen, la prisión perpetua. Su lógica es que prefieren sacarse de encima al secuestrado, huir a tiempo y planificar rápidamente otro secuestro. Por otra parte, quienes sostienen esta postura consideran que no hay garantías de que el secuestrado salga con vida usando la táctica más pasiva, porque ya hubo al menos un caso –el de Juan Manuel Canillas– en que se pagó el rescate e igual lo mataron. La víctima de un secuestro puede de golpe ver la cara de sus captores y eso puede costarle la vida. En el medio de este debate está el caso Blumberg, que modificó mucho la estrategia de intervención que hasta ese momento existía. Hombres de la Side, autorizados por el fiscal Jorge Sica, tirotearon el auto en el que iban a cobrar el rescate los secuestradores. Están quienes argumentan que eso produjo la muerte de Axel, porque si les hubieran dejado cobrar el rescate, el joven estaría con vida. En esta postura está el padre de Axel.
Del otro lado se ubican quienes creen que la muerte de Blumberg no se puede achacar a ese tiroteo sino a la combinación de cuatro elementos posteriores: Axel se escapó de su encierro, los secuestradores estaban totalmente drogados, los vecinos se asustaron y no ayudaron al joven y los llamados a la comisaría fueron ignorados por los policías de la zona. En verdad, el Oso Peralta y sus secuaces estaban a punto de liberar al joven, pese al tiroteo, pero después los hechos se desencadenaron de esa manera.
En los últimos dos días, las posturas en la Casa Rosada y en el Ministerio de Seguridad Bonaerense han decantado hacia una intervención más activa cuando se produce un secuestro. El consejo que desde los ejecutivos nacional y provincial se les daría a los fiscales es que hay que actuar, mirando cada caso puntualmente, sin correr riesgos exagerados, pero tampoco esperando a que culminen las negociaciones entre familiares y secuestradores. La idea central es poner presión sobre las bandas desde el primer momento en que producen un secuestro.
Más allá de las tácticas, el mensaje más importante salido de la reunión en la Casa Rosada es que el primer mandatario se ocupó personalmente de convocar a los funcionarios y les expresó su preocupación por los cuatro secuestros que hubo en el corto plazo de 48 horas. Dos resultaron frustrados –en Lanús y Villa Ballester– el de Patricia Nine sigue en curso, mientras que Laura Izaguirre, secuestrada en Tigre, fue liberada anoche (ver nota aparte). Este último caso resulta muy extraño, más destinado a provocar conmoción que a lograr dinero, ya que Izaguirre es una simple empleada que no tiene, ni de cerca, la plata que piden los supuestos secuestradores. El caso marca otro elemento: se trata de poner presión sobre las bandas, pero también sobre los hombres de uniforme que las amparan y a través de ellas obtienen dinero y conmoción.