EL MUNDO › COMO SERAN LAS ELECCIONES BAJO OCUPACION MILITAR EL 30 DE ENERO
Votar por un Irak fragmentado y en guerra
El 30 de enero habrá elecciones en Irak. Se supone que llevarán la democracia a ese país de Oriente Medio, invadido por Estados Unidos. Pero cuatro provincias, que abarcan la mitad de la población del país, no votarán. Y se predice una continuación de la violencia.
Por Robert Fisk *
Desde Bagdad
El domingo 30 de enero será la fecha en que el mito y la realidad se juntarán con lo que –me temo– será literalmente una explosión. El día mágico en que se supone que Irak se transformará en una democracia será indudablemente bienvenido como otro mojón de la aventura norteamericana y, sospecho, como otro “gran día para Irak” por Tony Blair. El, por supuesto, no va a tener que ser volado en los lugares de votación o destrozado en el camino a casa. Los “mártires de la democracia”, como estoy seguro que serán llamados los muertos, serán los iraquíes que hayan decidido acudir a una elección físicamente tan peligrosa que los observadores internacionales van a estar “observándolas” en Amman, capital de Jordania.
El verdadero problema con estas elecciones, sin embargo, no es tanto la violencia que tendrá lugar antes, durante y, se lo aseguro, después del 30 de enero. La mayor amenaza a la democracia es que con cuatro provincias que abarcan alrededor de la mitad de un Irak en estado de insurgencia y muchas de sus localidades bajo control rebelde, estas elecciones van a ensanchar las diferencias entre sunnitas, chiítas y kurdos de un modo en que ni siquiera Saddam Hussein podría haberlo hecho. Si los sunnitas no votan –excepto por aquellos que viven en Estados Unidos, Siria u otros destinos exóticos–, la comunidad chiíta, tal vez un 60 por ciento de la población, conquistará un abrumador número de bancas en la Asamblea Nacional Transicional.
En otras palabras, los chiítas, que no están combatiendo la ocupación estadounidense de Irak, estarán votando bajo los auspicios norteamericanos mientras los sunnitas, que sí están combatiendo, rehusarán participar en lo que los insurgentes ya han calificado como una elección falsa. Los cuatro millones de kurdos van a votar, pero cualquiera sea la cantidad de bancas que ganen, no abandonarán su situación de casi independencia luego de las elecciones. Así, los peligros de guerra civil –tan anunciados por los norteamericanos y los británicos– pueden aumentar en lugar de disminuir gracias a este ejercicio, tan promovido, de democracia. De hecho, Irak es una sociedad tribal –no religiosa– y la verdadera guerra, que algunos en Occidente pueden querer que se transforme en civil, seguirá entre los insurgentes sunnitas y los militares estadounidenses.
No obstante, nadie puede subestimar la importancia del asesinato la semana pasada de Mohmud al-Madaen, junto a su hijo y a cuatro guardaespaldas, en Salman Pak, al sur de Bagdad. Al-Madaen era el representante personal local del ayatola Alí al-Sistani, el principal clérigo chiíta de Irak. El mismo día, Hamid al-Moaqaq, otro de los asesores del ayatola Al-Sistani, fue encontrado “ahogado en su propia sangre”, de acuerdo a un portavoz, en Najaf. El ayatola ha dado su bendición a una elección que, al menos teóricamente, dará a los chiítas poder por primera vez luego de ser marginados y aplastados por los otomanos, los británicos, los reyes y luego por los dictadores sunnitas de Irak.
Los chiítas han sido instruidos repetidamente por sus líderes para que no se venguen por estos ataques, y se han comportado con una notable moderación. Incluso cuando Mohamed Baqr al-Hakim, líder del Consejo Supremo por la Revolución Islámica de Irak, fue volado por un coche-bomba el año pasado, no hubo un solo acto de venganza por parte de los chiítas. Sin embargo entenderán la amenaza emitida por Osama bin Laden en el sentido de que la participación en las elecciones es un acto de apostasía porque la constitución iraquí “es una constitución Jahaliyya que ha sido hecha por el hombre”. Esto, que significa literalmente “ignorante”, alude a los árabes de los tiempos preislámicos, que vivían en “ignorancia” de Dios antes del advenimiento del Profeta. De algo podemos estar seguros: los iraquíes que vayan a votar serán hombres y mujeres de coraje. Si son inteligentes, es otro tema.
Sin embargo, e incluso si los chiítas conquistan la tajada más grande del Parlamento de 275 bancas, la guerra seguirá y los sunnitas no tendrán nadaque perder al apoyarla. Además, la elección es tan compleja que los partidos y las coaliciones que se presentan –en total, 7471 candidatos para las 275 bancas– serán elegidos por representación proporcional. Cualquier candidato que reciba 1/275avo del voto obtendrá una banca. Un partido con el 20 por ciento de los votos obtendrá el 20 por ciento de los votos, con sus 55 candidatos más votados accediendo al Parlamento. La labor del Parlamento es proponer una Constitución que posteriormente será sujeta a un referéndum, otra compulsa peligrosa que se supone ocurrirá el 30 de octubre y luego –espérenlo– nuevas elecciones el 15 de diciembre para elegir un nuevo gobierno.
Este cronograma divinamente optimista ha sido programado por los norteamericanos y los iraquíes dentro de la Zona Verde, la fortaleza dentro del centro de Bagdad de la que pocos salen para visitar las cloacas y suburbios desprovistos de electricidad que se encuentran más allá de sus puertas. Desde luego, con todos esos observadores sorbiendo sus gin-tonics en Amman, no hay modo de asegurar que los números de la votación no sean falsificados. Que el grupo electoral encabezado por el actual primer ministro “interino” y ex agente de la CIA Iyad Allawi haya sido atrapado entregando billetes de 100 dólares en sobres comunes a periodistas iraquíes la semana pasada no sugiere que las elecciones vayan a estar libres de corrupción. Los norteamericanos y británicos harán gran fanfarria, por supuesto, de los miles de iraquíes que voten en el exterior así como de la concurrencia en las ciudades chiítas y en el norte kurdo. Se nos dirá repetidas veces que el pueblo iraquí ha expresado sus deseos democráticos, que la libertad realmente ha llegado a Irak, que los terroristas no pudieron derrotar la marcha de la democracia, etcétera.
Todo muy bueno. Pero sin el voto sunnita el Parlamento será tan irrepresentativo de la nación como aquellas gloriosas elecciones de ayer. Y hay otro motivo de preocupación: si bien la insurgencia sigue, la cantidad de ataques suicidas ha caído notablemente en los últimos días. Yo me pregunto por qué. ¿Se han acabado los voluntarios? ¿O los escuadrones de suicidas están siendo reservados en preparación para el gran día?
* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.