EL MUNDO › JOSE MUJICA, MINISTRO DE AGRICULTURA,
EXPLICA SU FILOSOFIA DE LA LIBERTAD
“Hacer lo que se te canta sin joder a otro”
Es el político más popular del Uruguay. Como senador, ayer presidió la Asamblea Legislativa y poco después se convirtió en ministro de Agricultura, Ganadería y Producción, su primer cargo en el gobierno después de más de 50 años de militancia política. Página/12 fue el último medio que entrevistó a Mujica antes de ese cambio histórico.
Por M. G.
Desde Montevideo
La chacra está en la ruta que va de la capital a Colonia, después del Cerro, el barrio más pobre de Montevideo. Hay que pasar la calle Servidumbre y para llegar basta preguntarle a cualquiera dónde está la casa del Pepe. Nadie preguntará de qué Pepe se trata y alguno informará que hay que pasar la carnicería “El cimarrón” y por ahí, cerca de una parabólica, está la tranquera para entrar a la casa del político más popular del Uruguay, José “Pepe” Mujica.
Son las nueve y media de la mañana cuando los enviados de Página/12 hilan una pregunta con otra hasta pasar la parabólica. ¿Alcanzará con anunciarse para conseguir la última entrevista que dará Mujica antes de dejar la oposición, dejar el Senado y asumir como ministro de Agricultura, Ganadería y Pesca a punto de cumplir los 70? Un muchacho que ayuda a cultivar a Pepe y Lucía, su mujer, diputada nacional por el Frente Amplio, informa luego de una consulta que el camino está libre.
Como en todo rancho que se precie, la tranquera queda cerrada y se pasa por el costado. De lejos se ve cómo empiezan las lomadas del paisaje típico del Uruguay. A la izquierda hay un gallinero. A la derecha, una casa más grande.
–Le estamos rehaciendo el techo. El quinchado viejo tenía 60 años y pasaba toda el agua –informan.
Al lado del sendero una casita tapada con la puerta tapada con una tela para carrera de embolsados.
Mujica está adentro.
–¿No tienen nada que hacer que vienen acá? –casi grita.
Parece chinchudo el senador. Si lo está de verdad, se le pasa rápido, porque un segundo después se sienta en una mesa de la cocina, cerca de los cajones de cebollas y de manzanas.
Lucía camina todo el tiempo alrededor de la mesa de mantel a cuadros de plástico. Con un diario enrollado mata moscas una por una. La explicación llegará después:
–Pepe está enfermo y no podemos usar ningún insecticida.
El senador tuvo un problema renal. Fue justo antes de que comenzara su reivindicación y la de todos los dirigentes de la izquierda que tienen entre 60 y 70 años y ya eran militantes formados a comienzos de los ’60. El 15 de febrero, el Senado lo designó presidente provisional. Mujica le tomó juramento a Eleuterio Fernández Huidobro, que junto a él fundó Tupamaros. Y Fernández Huidobro le tomó juramento a él. Alberto Couriel (senador, nueve años de exilio) lo llamó “ilustre presidente”. También, como una pequeña venganza de la política, Julio María Sanguinetti, que había hecho una campaña macartista para crear un cuco del Frente Amplio, debió jurar ante Mujica.
En el momento de la entrevista faltaban pocas horas para que Mujica le tomase juramento al primer presidente de su fuerza política, Tabaré Vázquez. Ya tenía una campera nueva, la misma campera azul que usó para el Senado. Y compró una camisa blanca. La camisa está ahí, colgadita.
–¿Qué es lo primero que se va a notar en el gobierno del Frente Amplio?
–Tenemos que hacer el plan de emergencia. Son 100 millones de dólares por año. Parecen poco, pero de intereses de la deuda pagamos 650 millones. Son seis planes y pico por año. Así se entienden bien las cifras. Igual, yo encuentro que este país es un poco econométrico, ¿no?
–¿Por qué econométrico?
–Exacto. Cuando aumenta el poder adquisitivo, se compra comida. Y eso es muy reactivador de la economía y el trabajo. Sé que estamos sometidos a las acciones del mundo, pero también a la marcha de la región. Y si el aumento del trabajo es duradero la economía será sostenible.
–¿Cuál percibe usted que es el reclamo exacto de los uruguayos que los votaron?
–Estar un poco mejor. El 70 por ciento espera cambios, pero no espectaculares ni inmediatos. Esto habla de un pueblo que en términos globales mide bien las cosas.
–O sea que coincide con la medida.
–Sí. Habrá cambios, pero no espectaculares.
–¿Qué identidad tendrá el gobierno?
–No sé si uno tiene que luchar por la identidad. Hay que ser, nomás, como uno es.
–Usted asume como ministro de Agricultura y Ganadería. Será eso.
–Sí. Uruguay es el país más pecuario del mundo, por sus exportaciones. Lo único que voy a hacer yo es mantener mi forma de ser. Por lo tanto, armaré unos cuantos líos.
–¿Por dónde empezará?
–Por el aparato del Estado. Este es un país pecuario, como le dije, pero concentrado en Montevideo. El Estado está en Montevideo y tiene oficinas disperas en el resto del país, donde se produce. Tenemos más vacas y ovejas que cristianos, pero la Facultad de Veterinaria está en Pocitos.
–¿Se los dijo a los veterinarios en campaña?
–Claro. Hablé con ellos y con los estudiantes, porque el aparato del Estado está envejecido. Pasa con la sanidad y con todos los departamentos. Y está envejecido porque también los veterinarios son viejos. Hay que renovar. Estimular a los gurises para que les saquen a los viejos todo el conocimiento. Tienen que aprender antes de que los viejos se nos caigan a pedazos.
–Usted insiste mucho con la conexión entre la gente. ¿Es una de sus claves?
–Acá un organismo ni se habla por teléfono con el otro. Tenemos cuatro camionetas, y no coordinan. Bueno: elijamos ocho o diez rubros, y trabajemos desde allí. Pero pensando en la gente en términos concretos. La pobreza no será combatida solo por el ministerio de Acción Social. Yo sería tonto si no me diera cuenta de que parte de mi trabajo es mejorar la vida en el campo. Hay 15 mil campesinos debajo de la línea de pobreza. Y en las mismas condiciones están 60 o 70 mil peones rurales. No esperes empresas prósperas rodeadas de gente muerta. Para todo estamos trabajando en equipo, y tenemos compañeros de una brutal solidez técnica. Unos de organizaciones internacionales y otros de acá. Quiero que quede un equipo sólido, que se comprometa con la tarea. Gente con talento. La política no es solo un trampolín. Hace falta gente con más peso. Difícil. Pero si no, vamos a estar jodidos. No hay política sin introducir la matemática. Basta de chantas lenguaraces que no saben nada de nada.
–Por ahí se queda con mucha matemática y poca política.
–¿La tecnocracia? Sí, no es una buena salida. Pero no veo un peligro allí, porque estamos en América latina.
–¿No hay tecnócratas en el continente?
–Sí, claro, pero predominan los abogados. Son tantos que no hay peligro de que los tecnócratas sean más. Hasta ahora nos quedamos con los abogados y exportamos ingenieros. Acá están los vendedores de verso. Seguro que a alguno le cae mal. Pero hay que ser un poco hereje para hacer estos cambios. Los gurises odian la matemática. Cuando los maestros hablan, parece que no tuvieran ninguna responsabilidad. La culpa siempre es de los gurises. Después, por eso, pasa que nos venden un cajoncito de pastillas y a cambios nosotros les vendemos un barco cargado. El desarrollo del conocimiento es parte de la liberación. Me dirán: los viejos revolucionarios se volvieron reformistas.
–Si son reformistas buenos no está mal, ¿no?
–Hacemos la reforma porque ya no podemos hacer otra cosa. Pero no lo digo con tristeza. O nos quedamos en 1960 o asumimos el desafío de plantear la historia de otro tiempo. Creíamos que cambiando las relaciones de propiedad cambiaría el mundo. Cambiaron, pero el mundo no cambió. Hablo mucho de esto. Es un problema de civilización. Así vamos el hombre va al desastre. Hace falta construir sociedades más justas y felices, pero no las vamos a conseguir si no tenemos una relación muy audaz y muy activa con el pasado. No solo más riqueza es lo que hace falta.
–Habla del mundo.
–Del mundo y del Uruguay. Más riqueza, y mejor distribuida. Si no esta civilización es de mentira. Si los hindúes compraran tantos autos como los alemanes, no quedaría oxígeno para respirar en el mundo. Por eso es mentira la promesa de mayor consumo cuando viene por ese lado: nos prometen algo que no hay y que será imposible. Esa heladera que está ahí (Mujica muestra una General Electric pintada de azul) así como la ve, tiene 57 años. La pagué a 12 pesos por mes. Anda. No la fabrican más así porque necesitan sacarme tiempo de vida.
–¿Cuál es la relación del tiempo con la solidez de la heladera?
–Si se rompe algo y necesito comprarlo, y comprar el nuevo producto, lo pago con mi tiempo de vida. Ser avaro con el tiempo de uno es pelear por la libertad. Tú sos libre cuando tenés tiempo para hacer lo que se te canta. Cuanto más margen uno tiene, sin joder a otro, más libre es. Dicen que Euclides, un día, mientras hacía cálculos para una carretera, llenó un vaso y lo usó como medida. Al pasar la medida se caía el líquido. Tenía límite. Quieren ponerle límites a la libertad del hombre. Tenemos que hacer como Euclides y poner límites nosotros. Si no, con esta civilización no valdrá la pena construir. Me acuerdo en el ’63, en la Universidad Lomonosov de Moscú, cuando los soviéticos se mataban para comprarme una espantosa camisa. De nylon. Hablemos de valores. Si no, hay unos que trabajan de trueno y es para otros la llovida. Hay que discutir con los dioses. Con el pelado Lenin, con el viejo Marx...
–Con Marx no tanto. ¿O no viene de ahí su idea de pelear para defender el ocio?
–Claro que sí. Voy a confesar que me siento más cerca de Marx que de Lenin. No reniego de nada. No me paso a la vereda de enfrente. El capitalismo es un sistema cada vez más atroz, pero no tengo respuestas mágicas para su contrario. Cuando uno está en un túnel y no ve la luz, mira para atrás en busca de la luz que conoció. Pero la historia no va para atrás. Lo veremos también cuando pase el tiempo del cowboy unipolar. Porque va a pasar. En esta región empezó el tembladeral. Aunque otros tengan tanta paciencia. Los chinos son muuuuuuuuy pacientes. Los europeos están preocupados con Europa central. Y nosotros necesitamos que haya más polos en el mundo.
–Ya que habla de tembladeral...
–...digo que estoy muy contento por el desenlace del canje argentino de deuda. Y estoy muy triste por la cobardía de las cancillerías de América latina. No tuvieron ni un gesto de solidaridad en la negociación. Se portaron con cobardía, cada cual en lo suyo, y también la cancillería nuestra. Ahora, en parte por la Argentina, los organismos financieros podrían tener un espacio para visiones más heterodoxas.