EL MUNDO › EN MEDIO DE PRESIONES, EL CONGRESO
DECIDE SOBRE LA CONTINUIDAD DEL PRESIDENTE
Las cartas ya están sobre la Mesa
Como lo anunció el domingo, el presidente Carlos Mesa presentó al Congreso su carta de renuncia, provocada por una ola de protestas sociales. Ayer se especulaba con que sería rechazada. Hasta el propio Evo Morales, que mantuvo las protestas, aseguró que Mesa debía seguir hasta 2007, “porque nadie le pidió la renuncia”.
Pablo Stefanoni
Desde La Paz
Al promediar las once de la mañana de ayer, el ministro de la Presidencia, José Antonio Galindo, entregaba al Parlamento la renuncia del presidente Carlos Mesa, quien comunicó su dimisión en un discurso a la nación el domingo por la noche. En medio de una ola de conflictos que han incomunicado las principales ciudades del país, el anuncio aparece como una estrategia extrema: renunciar al cargo, esperando una posterior reconfirmación del Congreso –hacia ello se encaminaría, en la sesión que comienza hoy– que le restituya algo de aliento para continuar su gestión. La carta de renuncia repite algunos conceptos del discurso del domingo, en el sentido de denunciar “las amenazas que estrangulan al país”. La mayor parte de sus palabras estuvieron dirigidas contra Evo Morales, líder del MAS. “Mañana (por hoy martes) nos reuniremos, la bancada del MAS, para tomar una posición”, le informó el diputado de ese partido, Santos Ramírez, a Página/12. Sin embargo, según información difundida por la cadena PAT, Morales se declaró partidario de “devolver la renuncia sin leerla”, abandonando la sesión sin votar, ya que “se trata de un chantaje para no aprobar la Ley de Hidrocarburos”.
Con inusual dureza, Mesa acusó al líder opositor Morales de “irresponsable”, por presionar a favor de una ley de hidrocarburos “inviable”, que provocaría el aislamiento internacional de Bolivia. Los dardos presidenciales también apuntaron al líder alteño Abel Mamani, que en los últimos días amenazó con radicalizar las medidas de presión tendientes a expulsar a la empresa Aguas del Illimani, controlada por la francesa Suez. El líder del MAS –alejado de una convivencia con el gobierno que duró más de un año– respondió a las declaraciones presidenciales: “Mesa demostró lo que realmente es, un defensor de los yanquis y del colonialismo interno, un neoliberal, partidario de la capitalización (privatización); cuando me atacaba pensé que estaba escuchando a Gonzalo Sánchez de Lozada”, dijo Morales.
La sorpresiva decisión del primer mandatario ha causado una fuerte conmoción en la nación andina, incluyendo los movimientos sociales movilizados, quienes se han sumergido en reuniones y ampliados de urgencia para tomar posición frente al cambio radical en el escenario político. “La renuncia de Mesa es una jugada para fortalecerse”, le dijo a este diario el analista político Raúl Prada. “Si se mantiene este gobierno va a haber un viraje hacia la derecha, aunque va a ser un presidente débil, sin capacidad de resolver la crisis estructural que vive el país”, agregó. “La ruptura con el MAS obligará a Mesa a buscar alianzas con sectores del centro a la derecha”, completó el sociólogo Alvaro García Linera.
Sin embargo, muchos sectores sociales consideran un “mal menor” la continuidad de Mesa frente a la posibilidad de que asuma el presiente del Senado, Hormando Vaca Diez, o de Diputados, Mario Cossío, y allí está la principal fortaleza del actual mandatario. Algunos sectores, como en Sucre, ya levantaron los bloqueos. “Nosotros nunca pedimos la renuncia del presidente”, declaró Abel Mamani, posición compartida por el concejal alteño Roberto de la Cruz, del Movimiento 17 de Octubre, e incluso por los sindicatos cocaleros del Chapare. Otra es la posición del líder aymara Felipe Quispe: “Estamos contentos y alegres porque este presidente nos ha discriminado racialmente; los diputados indígenas deben votar para que se vaya y se adelanten las elecciones”, declaró, consultado por Página/12. Esa posición es apoyada por el secretario general de la Central Obrera Boliviana, Jaime Solares.
A poco de culminar su discurso, en el que ensayó sus dotes de comunicador social, cientos de personas se dirigieron a Plaza Murillo, en el centro de La Paz, para expresar su apoyo al actual mandatario. “El que no salta es bloqueador”, “No aceptamos su renuncia”, coreaban los manifestantes. “Mano dura”, pedían algunos, desoyendo el mensaje presidencial que enfatizó: “No voy a reprimir ni desbloquear”. Las manifestaciones, no muy numerosas, continuaron a lo largo de la jornada de ayer, y el presidente –ante el pedido de los manifestantes– salió en varias oportunidades al balcón para agradecer el apoyo y darse un “baño de popularidad” –según las encuestas de un 60 por ciento–. El problema de Carlos Mesa es cómo transformar este difuso apoyo de las “mayorías silenciosas” en una fuerza social efectiva que le dé estabilidad a su gobierno y saque a flote a una administración con escasa capacidad de negociación y que en los últimos meses ha gobernado al ritmo de las presiones sectoriales y regionales (incluyendo las de las élites cruceñas, apenas criticadas en el mensaje del domingo).
Según información a la que accedió Página/12, la tendencia en el Congreso parece encaminarse a no aceptar la renuncia –posición apoyada por los sectores empresariales–, y a ensayar un pacto social y político que permita la continuidad de Mesa, mediante una agenda mínima. El defensor del Pueblo, Waldo Albarracín, y el presidente de la Asamblea Permanente de Derechos Humanos, Sacha Llorenti, se han ofrecido para organizar el “pacto de unidad nacional” que asegure la asamblea constituyente –reclamada por los movimientos sociales del occidente del país– y el referéndum autonómico –propiciado por las élites del oriente–. Pero, nadie sabe por el momento cómo quedarán distribuidas las fichas del tablero, que como un último intento de supervivencia el presidente boliviano acaba de patear.