EL MUNDO

Del espíritu de Francia a una separación conyugal

Todo vale en la pelea entre los partidarios del “sí” y del “no” a la Constitución Europea en Francia, incluso las peleas de alcoba del ex ministro de Economía Nicolas Sarkozy.

 Por Eduardo Febbro

Pocas veces en la historia francesa un debate político habrá dado lugar a tantas controversias y a tantos miedos como el que rodea la celebración del referéndum del próximo 29 de mayo por medio del cual Francia dirá “sí” o “no” al Tratado Constitucional europeo. Cuando faltan tres días para la consulta, el “no” avanza a pasos agigantados en las encuestas de opinión. La última le acredita un 54 por ciento de intenciones de voto negativo. El proyecto de afianzar una integración política de los 25 miembros de la Unión Europea depende en mucho del resultado francés y nadie imaginaba hace unos meses que el rechazo al Tratado Constitucional eurocomunitario iba a izarse en el país que, junto a Alemania, aparece como el pilar de la construcción europea. La decisión del presidente francés, Jacques Chirac, de someter su aprobación a las urnas creó un sismo político sin precedentes. Los partidarios del “sí” y del “no” están mezclados entre las diferentes corrientes políticas y, por consi-guiente, estar a favor o en contra ya no equivale más a ser de izquierda o de derecha. El tema del referéndum es tan delicado que, incluso en un país como Francia, donde los problemas del corazón de los hombres políticos jamás son tomados en cuenta, las tribulaciones matrimoniales de Nicolas Sarkozy, ex ministro de Economía y Finanzas y líder de la derechista UMP (Unión por un Movimiento Popular), han ingresado en la campaña.
El referéndum ha puesto en juego temas nacionales cuyo alcance excede el significado europeo. Los partidarios del “sí” insisten en que si gana el “no”, Francia será el oprobio de Europa, que perderá su influencia y que ello acarreará una ola de rechazos en el resto de los países que siguen el mismo camino. El campo del “no” acota que en caso de victoria del “sí”, Francia será un paraíso neoliberal, que se perderán todas las conquistas sociales y que el país se verá además invadido por polacos y productos agrícolas provenientes de Europa del Este. Por otra parte, la batalla por la aprobación debilitó al socialismo francés, creando una suerte de golpe de Estado interno o incluso de “guerra civil”, según la expresión veraz de varios de sus dirigentes. El ex primer ministro socialista Laurent Fabius se opuso a la línea del “sí” liderada por el oficialismo dirigente del primer secretario del PS, François Hollande. Fabius logró convencer a un segmento considerable de que la aprobación de la Constitución Europea tendría consecuencias desastrosas en el campo social. El PS está hoy partido en dos, con un 50 por ciento de sus militantes a favor del “sí” y otro 50 por ciento por el “no”. La pérdida de credibilidad de Hollande y la responsabilidad que le incumbe a los socialistas en la probable victoria del “no” sacó de la “clandestinidad” al ex premier Lionel Jospin, oficialmente retirado de la vida política luego de la estrepitosa derrota que sufrió en el curso de la primera vuelta de las elecciones presidenciales de 2002.
La derecha también sufre en carne propia. Los electores manifiestan una clara intención de votar “no” para castigar al gobierno por su política social y económica. La cita europea converge así en las urnas con un mensaje de voto castigo que nada tiene que ver con el motivo por el cual los electores son consultados. Como si fuera poco, los problemas conyugales de uno de los pilares conservadores del “sí” se introdujeron en los últimos días de la campaña. Según rumores de la prensa, Nicolas Sarkozy se separó de su mujer Cecilia. Ambos formaban una suerte de pareja tanto más ideal cuanto que el dirigente francés había hecho de esa unión un instrumento político. Juntos encarnaban el amor ideal, el combate por las ideas, la familia y el pacto perfecto entre un hombre y una mujer, tanto en el seno de una relación amorosa como de cara a la opinión pública. Acérrimo defensor del “sí”, personaje más popular de Francia, las tribulaciones conyugales de Sarkozy tienen su impacto en la campaña. Al haber hecho de su pareja la arquitectura de su carrera, de su imagen y la representación de sus ideas, Sarkozy ve empañada su imagen y aparece fragilizado a tal punto que anuló varias reuniones públicas.
Los defensores del “sí” sacan ahora sus últimas fuerzas para torcer la mayoría negativa que se perfila y apuestan todo a la conducta de los indecisos, quienes aún pesan 20 por ciento de la población. En sus manos está el destino del Tratado Constitucional. Francia vive al tenso compás de un horizonte incierto, cuyo presente ofrece un panorama por demás paradójico: consciente de que los electores harán de la consulta una suerte de “referéndum castigo para el gobierno”, el socialismo francés saca toda su artillería para evitar que el “no” y su sanción política caiga sobre el gobierno de Jacques Chirac.

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Nicolas y Cecilia Sarkozy encarnaban el amor ideal.
 
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