EL MUNDO › ISRAEL EVACUO POR LA FUERZA DOS BASTIONES DE LA RESISTENCIA A LA SALIDA DE GAZA
La caída del muro de las sinagogas
El tercer día de evacuación de las colonias israelíes en Gaza se cumplió ayer con el desalojo forzado, pero sin sangre, de dos sinagogas ocupadas por judíos radicalizados en Neva Dekalim y Kfar Darom. El ánimo de los colonos es de resignación, mientras los palestinos se preparan para festejar.
Por Donald Macintyre *
Desde Neve Dekalim
Tropas israelíes sacaron ayer a cientos de manifestantes de dos sinagogas de Gaza para poner fin a lo que podría ser uno de los últimos bastiones de la resistencia a la retirada de unos 8500 judíos de la Franja. El Ejército finalmente logró entrar a una de las sinagogas de la localidad de Neve Dekalim –la que al fin del día se dio en forma oficial por totalmente evacuada– en la que alrededor de 800 manifestantes pro-colonos de derecha –en su mayoría jóvenes infiltrados ilegales– se habían atrincherado en un último intento contra la cada vez más rápida evacuación de los colonos. En una operación paralela en el asentamiento de línea dura de Kfar Darom, en la que las tropas también sacaron por la fuerza a los manifestantes de la sinagoga, las tropas atacaron con chorros de agua contra otros que estaban en el techo, mientras usaban una grúa para levantar una jaula de modo de bajarlos.
En Neve Dekalim, alrededor de 200 tropas avanzaron con los brazos entrelazados para formar un cordón humano que atravesó la plaza entre los hombres y las mujeres de la sinagoga, previamente a que un segundo contingente de fuerzas especialmente entrenadas derribara la puerta y comenzara sacando a los hombres –muchos de los cuales salieron pataleando y a los gritos– uno por uno. De los treinta y tantos que salieron, sólo una minoría lo hizo por su propia voluntad. Todos fueron entonces escoltados a carros celulares policiales para ser llevados fuera del bloque de asentamientos de Gush Katif. El Ejército se vio en principio obligado a desparramar arena sobre las dos rampas que llevaban al complejo religioso, porque los jóvenes habían derramado sistemáticamente aceite sobre ellas para que fueran impasables de resbaladizas. Cantando “un judío no expulsa a otro judío” –que se convirtió en la consigna madre de los manifestantes resistentes a la eva-cuación, con sus sombrías reminiscencias de las deportaciones perpetradas por los nazis–, los manifestantes también entrelazaron los brazos y las piernas mientras yacían en el suelo para que las tropas tuvieran que separarlos de los demás y, en algunos casos, de los muebles de la sinagoga.
Al mismo tiempo, alrededor de unas 200 mujeres y niñas aplaudiendo en su lugar separado de oración –muchas de ellas, si no la mayoría, adolescentes– pasaban el tiempo, antes de su propio desalojo, cantando y rezando. Mientras continuaba el desalojo de los hombres –comenzando con algunos de mediana edad considerados como asesores de los manifestantes–, un adolescente golpeado gritó: “Que esto sea una mancha en sus corazones”. Otro soldado, cerca de colapsar, le dijo a uno de sus compañeros: “No puedo seguir”. En tanto, la voz de un líder religioso sonaba con toda la fuerza a través del sistema de parlantes de la sinagoga, diciéndoles a los soldados que llegaban: “No desalojen a judíos de este lugar sagrado”. En Neve Dekalim, al menos, la evacuación parecía tener un elemento de espectáculo.
Sin que ninguno de los bandos usara seriamente la violencia, para la noche de ayer, cuando la operación continuaba por varias horas, el arreglo permitía tanto un final sin sangre para la sentada como una oportunidad de los colonos, frente de una batería de cámaras de televisión, nacionales e internacionales, para demostrar que no estaban rindiéndose voluntariamente. Poco después del cese de las operaciones de evacuación forzada anoche, voceros militares informaron que interrumpirían sus acciones por el descanso del sa- bbat, pero que volverían a reanudarlas el domingo.
El ejército se embarcó en la operación luego de desalojar a la mayoría de las casas del asentamiento. Dos casas fueron quemadas ayer, pero en ninguno de los casos lo hicieron sus dueños, que aparentemente se habrían ido hace varios días. Mientras una casa era rápidamente consumida por el fuego –un acto irrelevante ya que las casas, junto con las sinagogas, pronto se convertirán en escombros–, unos soldados aseguraron que restos de bombas molotov fueron encontradas en el lugar, sugiriendo que el hecho había sido obra de los opositores de extrema derecha. A pesar de que la decisión de los manifestantes de atrincherarse en la sinagoga dejó al ejército poco margen de maniobra, los que apoyan a los colonos dijeron que estaban indignados con lo que consideraban una operación sin precedentes de las tropas israelíes para desalojar judíos de su propio lugar de oración. Horas antes del desalojo, unas niñas se reunieron en el pasto para cantar el famoso himno judío Ani Ma’im: “Creo con todo mi corazón en la llegada del Mesías; creo en ello con todo mi corazón”.
El doctor David Chan, de 58 años, cirujano vascular y teniente coronel del ejército de reserva, que se confiesa como infiltrado ilegal en Gush Katif, aseguró: “Estoy realmente enojado. En la Iglesia del Nacimiento de Cristo, en Belén, el ejército liberó asesinos palestinos porque era un lugar santo y no podían entrar. Aquí, el ejército entró en un lugar judío. Así que la Iglesia Católica es sagrada y las sinagogas judías no lo son”.
* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.
Traducción: Laura Carpineta.