EL MUNDO
“Cuando vea la bandera palestina allí, voy a hacer una gran fiesta”
Por Juan M. Muñoz *
Desde Deir al Balah
A los palestinos les cuesta cada vez más esconder su júbilo, aunque afirmen que la evacuación de Gaza es un diminuto primer paso para recuperar los territorios ocupados por Israel. Desde el extremo oeste del campo de refugiados de Deir el Balah se divisa a simple vista el asentamiento de Kfar Darom, donde miles de soldados israelíes evacuaban ayer a los 380 residentes y más de 1000 radicales judíos infiltrados y atrincherados con melones en la sinagoga. El templo no se ve desde esta zona de Deir el Balah, pero los vecinos sí observaban encantados la partida de autobuses cargados de colonos.
Pasado el mediodía se escucharon ráfagas de fusiles automáticos. “Son muy frecuentes”, asegura en el tejado de su casa Ahmed el Azab, un electricista de 30 años que vive en el campo de refugiados. Las paredes de su terraza presentan al menos una docena de balazos. Y otro impacto de proyectil en el interior de su vivienda. “Hace año y medio –relata– soldados israelíes dispararon contra esta zona, desde la que varias veces los radicales de las facciones palestinas han intentado atacar el asentamiento.” También era patente ayer el zumbido de un pequeño avión de vigilancia sin tripulante. Desde un tanque del Tsahal, a 200 metros, militares israelíes vigilaban para que la evacuación de los colonos y jóvenes extremistas procedentes de asentamientos de toda Cisjordania transcurriera sin incidentes añadidos.
A las espaldas de la vivienda de Ahmed, situada en el centro de la Franja de Gaza, hay un campo yermo desde hace cinco años, cuando estalló la segunda Intifada, en septiembre de 2000. Su hermano no puede cultivarlo. Ha sido zona de combate. En el límite de esta finca se levanta la verja de Kfar Darom, el asentamiento más antiguo de Gaza –fundado tras la Guerra de los Seis Días, en 1967, y poblado por religiosos de la línea dura– y los invernaderos en los que se cosechan verduras sin insectos, conforme a las más estrictas leyes judías. Y también se alza una de las torres de vigilancia desde la que soldados judíos vigilan a todas horas cualquier movimiento sospechoso. En ese terreno seis jóvenes palestinos han muerto en el último lustro. Pretendían matar a colonos, cuantos más mejor. En uno de los ataques, tres milicianos fueron abatidos a tiros. “Un tanque se quedó junto a ellos para que nadie pudiera ayudarlos”, asegura Ahmed.
Hoy, Ahmed no esconde su satisfacción. Uno de sus hijos, algún sobrino y varios vecinos se turnan con unos prismáticos para ver cómo los autobuses abandonan Kfar Darom. “Estoy muy contento. Pronto podré moverme tranquilamente. Ahora, cuando cae la noche, no podemos salir a la terraza. No puedo ir a ver a mi hermano, que vive a 50 metros”, apunta Ahmed. “Además, espero que mejoren mis ingresos. Ahora no puedo aceptar encargos a partir de determinada hora”, añade el electricista. “Cuando vea la bandera palestina allí enfrente, organizaré una gran fiesta.”
Ahmed respalda a la Autoridad Palestina, aunque está persuadido de que “diez años de negociación no han servido para nada” y de que “sin cohetes no se habría producido la retirada israelí”. Posición idéntica a la que mantiene Samer Shahin, de 23 años, que trabaja en el supermercado que regentea su padre en el centro de Deir el Balah. Samer sólo desea que las mercancías puedan transportarse con agilidad entre Gaza y Cisjordania; poder importar productos desde cualquier lugar –“Tengo muchos artículos israelíes, no hay otra alternativa”, afirma– y que más palestinos encuentren trabajo –el desempleo en la franja ronda el 40 por ciento– para que sus beneficios aumenten. A Samer, ayer muy sonriente, no le importaría hacer negocios con israelíes. Sin embargo, está convencido de que no hay acuerdo posible con el Estado judío. A la alegría se suma la contención de los movimientos islamistas y de las Brigadas de los Mártires de Al Aqsa, brazo armado de Al Fatah, el partido del presidente Mahmud Abbas. Ahmed Tibi, diputado árabe en el Parlamento israelí, aseguró ayer a este diario que los palestinos desean una retirada lo más acelerada posible, algo en lo que coinciden con el gobierno de Ariel Sharon. Aunque con cautela, Tibi comentó que ésa es la razón por la que la respuesta al asesinato de cuatro palestinos por un extremista judío anteayer en Shilo (Cisjordania) ha sido tan liviana: el lanzamiento de dos cohetes artesanales sobre una zona apenas habitada y que no causaron daño alguno.
* De El País de Madrid. Especial para Página/12.