EL MUNDO › LOS ARGELINOS VOTARON SIN ENTUSIASMO EN EL REFERENDUM SOBRE LA PAZ

Cómo dar vuelta una página en sangre

Por I. Cembrero *
Desde Argel

“¿Quién no está por la paz?”, se preguntaba Ahmed, un sexagenario argelino, mientras depositaba en la urna una boleta blanca con un “sí” a la Carta para la paz y la reconciliación nacional con la que el presidente Abdelaziz Buteflika pretende pasar página a la guerra civil larvada que vivió Argelia desde 1992. La afluencia en los colegios electorales de Argel y sus alrededores, recorridos por la prensa internacional, era más bien escasa pese a la persistente campaña propagandística.
Minutos antes de las diez, Buteflika se presentó, acompañado de una reducida escolta policial, en el colegio electoral Bechir Ibrahimi para depositar su voto. Se abstuvo de hacer declaraciones, pero sus lugartenientes y los cabecillas de los partidos que lo apoyan no se privaron, en cambio, de pedir de nuevo, ayer mismo, a los argelinos que acudieran en masa a votar para respaldar la Carta.
La radio y la televisión públicas, las únicas existentes, seguían difundiendo ayer cuñas y canciones incitando a los 18,3 millones de electores inscriptos –sobre un total de 32 millones de habitantes– a desplazarse a los colegios para “decir sí a una Argelia con futuro”. Caravanas de coches exhibían carteles que animaban a lo mismo. Los adversarios de la Carta no pudieron, en cambio, hacer campaña.
El proyecto de reconciliación sometido a referéndum prevé prácticamente una amnistía para todos los terroristas islamistas, encarcelados, huidos o que están aún en el maquis, que no hayan perpetrado matanzas colectivas. Los miembros de las fuerzas de seguridad que hayan secuestrado y asesinado a simpatizantes islamistas se libran también de la Justicia aunque el Estado indemnizará a sus familias.
Tras la interrupción por el Ejército, en enero de 1992, de unas elecciones que hubiesen dado la victoria al Frente Islámico de Salvación, empezó en Argelia una guerra civil larvada que se cobró 150.000 muertos, entre 6000 y 18.000 desaparecidos, 1,5 millón de desplazados y que costó 23.000 millones de euros. Pese a la insistente propaganda las aglomeraciones de votantes fueron inexistentes en los colegios visitados por la prensa extranjera pero no así en los que mostró la televisión argelina. Por eso es casi seguro que la cifra definitiva de participación –a las dos de la tarde era ya del 44%– contradiga, cuando se dé a conocer, la impresión que sacaron los periodistas.
El “no” lo encarnó Jadiya Zahal, la viuda de un soldado degollado por islamistas en Blida, que quemó su tarjeta de elector ante la tumba de su marido en el cementerio de esa pequeña ciudad asolada por el terrorismo en los noventa.

* De El País de Madrid. Especial para Página/12.

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