EL MUNDO › COMO SE VIVE Y MUERE EN KASHMIR, ENTRE INDIA Y PAKISTAN
Un día en las fronteras del terror
Sesenta mil norteamericanos y veinte mil británicos recibieron advertencias de sus gobiernos de dejar India en previsión de una guerra nuclear con Pakistán. Este es un relato del modo en que se ven las cosas desde la Línea de Control, donde empezaría el conflicto.
Por Rory McCarthy *
Desde Chakothi
Por encima del hombro del ametralladorista paquistaní, el primero de los bunkers indios parece peligrosamente próximo. Las pequeñas chozas de cemento cubiertas con bolsas de arena están profundamente incrustadas en el suelo fértil de las colinas de Kashmir. El metal de las armas brilla en el cálido sol del atardecer y los disparos de las ametralladoras producen un eco en las colinas. A sólo unos pocos metros más adelante, entre los soldados paquistaníes e indios está la invisible línea de control, la línea del frente que, durante las últimas cinco décadas, ha dividido las disputadas verdes colinas de Kashmir.
Cientos de miles de soldados de los dos ejércitos han reforzado sus posiciones en ambos lados. Los disparos de artillería durante las últimas dos semanas han sido brutalmente fuertes, cobrándose la vida de docenas de campesinos pobres. Si el subcontinente cae en el devastador conflicto que muchos temen ahora, es aquí donde comenzará. Alrededor de los bunkers indios en la ladera de la colina Tilpatra los bosques han sido quemados por días de fuego de artillería paquistaní. “Recibieron una buena paliza”, dijo sonriendo el coronel Naumann Saeed, el comandante de batallón en el lado paquistaní en Chakothi.
Un largo año de cese del fuego colapsó el otoño pasado y a medida que se intensifican los disparos diarios las perspectivas de combate excitan al joven oficial de infantería. “Desde setiembre la cosa se ha puesto más dura y se endurece más cada día”, dice. India amenazó con lanzar ataques punitivos a través de la línea después de una serie de ataques militantes islamistas en el Kashmir indio de los que se culpó a Pakistán. Islamabad prometió una defensa valiente y ambos lados están preparando docenas de cabezas nucleares. El coronel no se preocupa por los peligros que los esperan. “Personalmente creo que uno tiene que morir un día y prefiero hacerlo de manera honorable y elegante como ésta.”
No todas las muertes en Chako-thi son honorables y elegantes. Apenas a unos 100 metros detrás del coronel Saeed en el jardín trasero de una casa pequeña yace el cuerpo de Tanzeem Begum, de 28 años, crudamente enterrada bajo una chapa de hierro corrugado y con una cacerola como piedra sepulcral. Murió el 18 de mayo, herida en la cabeza por una esquirla mientras corría fuera de su casa en pos de su hija de un año, Bakhtawar (cuyo nombre quiere decir “muy suertuda”), para protegerla de una onda de disparos de artillería pesada india. “Los disparos siguieron durante tanto tiempo que ni siquiera pudimos llevarla al cementerio para enterrarla”, dice el hermano de Begum, Mohammad Benares. La familia había vivido en Chakothi desde antes de 1947, cuando la partición creó la India y Pakistán. Su suegro, Mir Ahmed, luchó en la primera guerra por Kashmir en 1948 y solloza ante la idea de que ahora debe dejar su casa. “India quiere cruzar la frontera. Es por eso que empezaron a disparar, para que abandonemos nuestros hogares y ellos puedan venir y ocuparlos –dice–. Pero estamos listos para enfrentar todo tipo de sacrificios. Comenzaremos a cavar sepulturas en nuestros hogares.”
Gente de ambos lados de la línea ha muerto en los últimos ataques de disparos. Cada lado dice que el otro está disparándole a civiles, y no a puestos militares. En Chakothi, la evidencia de tales ataques por parte de los soldados indios es abrumadora. En la calle principal de la ciudad, la mayoría de los negocios tiene las persianas de metal bajas y destrozadas por esquirlas. Una escuela de la ciudad, con el lema “Entre para aprender, siga adelante para servir” pintado sobre el portón principal, recibió un impacto directo a comienzo de este mes.
El ejército de Pakistán sostiene que hubo 43 muertes en su lado de la línea en lo que va de este año, casi tres veces el número de muertes del año pasado. La realidad brutal en Chakothi está reñida con la calma serena y los parques bien mantenidos en los cuarteles de la Brigada “Rayo” Azad-Kashmir. Aquí, a 10 minutos de caminata de la línea de frontera, el comandante del sector Chakothi, brigadier Iftikhar Ali Khan, ofrece una condensada historia de la disputa de Kashmir, dando vuelta ocasionalmente los planos y mapas que tiene a su lado. La disputa, insiste, creció de “la imperfecta fórmula de partición” de Gran Bretaña y la “absoluta indiferencia por la justicia” de Mountbatten, que permitieron que la mayoría musulmana de Kashmir se uniera a una India dominada por el hinduismo. Desde entonces, Kashmir ha sido víctima de la “opresiva ocupación” de India. La campaña guerrillera de Kashmir, de una década de duración, que ha sido apoyada secretamente por Pakistán, no es más que “una lucha armada autóctona, altamente espiritual”, alega.
A lo largo del valle Jhelum, los preparativos para una posible guerra son evidentes. Los camiones del ejército que llevan provisiones y municiones extras se alinean a lo largo de 60 kilómetros de camino hasta Muzaffarabad, la capital del Kashmir paquistaní. Los soldados están por todos lados, descansando en la sombra, limpiando las armas y supervisando las reparaciones urgentes de los caminos. Mucha gente del pueblo ha abandonado su hogar en el frente para buscar refugio fuera del alcance de las armas indias.
Gul Naz, su marido y sus cinco hijos huyeron del pueblo de Mera Bakot hace dos semanas, después de que una granada india cayó tan cerca de su hogar que mató a dos de sus cabras. Se mudaron al valle de Chenari, donde viven en la vacía sala de clase de la escuela con pocas frazadas y poco para comer. “Nuestra familia ha estado viviendo ahí desde antes que se creara Pakistán. No hay otro lugar para ir. Tenemos que vivir ahí.”
De regreso a la calma del puesto de ametralladoras en la línea del frente de Chakothi, el brigadier Khan, promovido hace dos semanas, camina confiadamente junto a sus hombres a plena vista de los soldados armados indios. Insiste en que Pakistán puede contener cualquier ataque indio. “Esta es la belleza de la defensa en las montañas –dice–. Sólo se necesita coraje y muchas municiones.”
* De The Guardian de Gran Bretaña. Especial para Página/12.
Traducción: Celita Doyhambéhère.