EL MUNDO
Noche tranquila en Saint-Denis, pero la violencia sigue latente
Jóvenes clérigos musulmanes ayudaron a calmar el ánimo de los manifestantes, que ya llevan siete días en las calles, donde han incendiado cientos de autos. Pero la violencia puede volver.
Por Eduardo Febbro
Desde París
Noche tranquila en Saint-Denis. La ruptura del ayuno musulmán del Ramadán y el trabajo de las asociaciones y los líderes musulmanes del agitado suburbio de París marcaron una pausa en los violentos disturbios que estallaron hace siete días luego de la muerte de dos jóvenes de 17 y 15 años, electrocutados al esconderse de la policía en una dependencia de la compañía de electricidad. Paz precaria que puede derrumbarse en cualquier momento. Pese a los esfuerzos del primer ministro francés tendientes a establecer un “diálogo” y a apaciguar las violencias, el gobierno de Dominique de Villepin perdió visiblemente el control. Las intervenciones provocativas de su ministro de Interior, Nicolas Sarkozy, complicaron más el panorama, pues la población de los suburbios se sintió “personalmente” atacada por el titular de la cartera. Sarkozy se despachó con unas inmaculadas frases del tipo “hay que limpiar (los suburbios) con soda cáustica”, “sacar a los canallas” o “ayudar a los verdaderos jóvenes”. Al parecer, existen jóvenes auténticos y otros que no lo son.
Nada resume mejor el enredo como las intervenciones de dos sindicatos de policía. Acción Policial (20% de afiliados) pidió que se instaurara un “toque de queda” en los suburbios afectados por la violencia a fin de “enfrentar la guerra civil que sigue desarrollándose en numerosos guetos franceses”. El término “gueto” es por demás explícito y testimonia sobre la visión que una parte del Estado tiene acerca de esas zonas suburbanas. A su vez, Françis Masanet, secretario general de la Unión Nacional de Sindicatos de la Policía francesa (UNSA, mayoritario), pidió al ministro de Interior que moderara sus declaraciones. “Es muy fácil salir a excitar a los jóvenes y después irse a la cama”, dijo Masanet. Dominique de Villepin reiteró cien veces su deseo de “reanudar el diálogo”. El Partido Socialista denunció el “balance desastroso” de la política gubernamental, pero la explosión de la violencia también le incumbe. Durante los años que gobernó, cuando los jóvenes que hoy destruyen todo nacían en el territorio francés, las políticas del PS fueron de una ineficacia proporcional a su hipocresía. Esos suburbios fueron construidos durante los años ’60 en pleno boom de la inmigración y en ellos reside una alta proporción de inmigrados o hijos de inmigrados provenientes de Africa. Francia cuenta con 700 “zonas urbanas sensibles” (ZUS) en los alrededores de París, particularmente en Saint-Denis, donde residen más de 5 millones de personas. Esas zonas son un concentrado de desempleo, 20%, el doble del promedio nacional. El fracaso escolar es elevado y la criminalidad pasó a representar una sustancial economía subterránea. Los “jóvenes de la tercera generación” tienen nacionalidad francesa, pero se sienten excluidos. Ellos consideran enemigas a las instituciones del Estado y a la policía como instrumento del odio y el desprecio de que se sienten objeto. Anoche “sólo” se incendiaron seis autos en la región de Saint-Denis contra 117 durante la madrugada precedente. La intervención de los llamados “hermanos mayores” –líderes religiosos, educadores deportivos, vecinos de influencia y jefes de bandas– calmaron un poco los ánimos. “En estos barrios, los intendentes no pueden hacer gran cosa sin los representantes de la comunidad musulmana”, admitía anoche un policía francés. El rector de la mezquita de Clichy-sous-Bois movilizó en los últimos días a los jefes religiosos jóvenes. Atuendos tradicionales, barbas espesas y una sola consigna pronunciada entre las fuerzas de la Guardia Republicana y los manifestantes: “Alah Akbar” (Dios es Grande). “Sin ellos, esto hubiese sido peor”, admite uno de los consejeros del intendente socialista de Clichy-sous-Bois, Claude Dilain. Los responsables locales se opusieron a la creación de un plan cosmético que no revierta la situación de manera drástica. “No es momento de anuncios efectistas, sino de que nues- tros barrios se beneficien”, dijo Jean-Christophe Lagarde, intendente conservador de la localidad de Drancy. El intendente socialista de Evry, Manuel Valls, llamó a “enviar rápidamente mensajes de esperanza a los que sufren” y a elaborar “soluciones fuertes” para “la fractura social, territorial y étnica que sacude a nuestro país desde hace años”. Más que de la política gubernamental, todo parece depender de la influencia que puedan ejercer “los grandes hermanos”. Los jóvenes siguen en pie de guerra.