El empobrecido y caótico país vota finalmente –después de varias portergaciones– por un nuevo presidente. René Preval es el favorito entre 33 postulantes. Ex aliado del derrocado Jean-Bertrande Aristide en 2004, Preval es visto como lo mismo pero diferente.
Por Andrew Buncombre*
Desde Puerto Príncipe
En las tranquilas colinas por encima de la locura de la capital de Haití, René Preval elige sus palabras con cuidado al hablar del futuro. Aquí, en medio de los exuberantes jardines con brillantes santa ritas y seguros detrás de las verjas de hierro, es posible estar en la frescura de la noche y, brevemente, olvidar el mundo de afuera. Sin embargo, el hombre de voz pausada de 63 años no puede darse el lujo de tal indulgencia.
Hoy Haití, el país más pobre y más caótico en el Hemisferio Occidental, vota finalmente por un nuevo presidente, en lo que es una de las elecciones más críticas del país. Y si las encuestas, combinadas con la evidencia de las calles, son correctas, Preval surgirá como el nuevo líder.
En un país donde más del 75 por ciento de la población sobrevive con 2 dólares diarios y alrededor del 50 por ciento está desnutrido, su slogan de campaña es Lespwa, el creole para “esperanza”. “La presidencia entrante será realmente una presidencia de transición”, dijo Preval, que ya cumplió un período entero como presidente de 1996 a 2001. Durante la mayor parte de su historia de 200 años, este país caribeño ha estado atormentado por la pobreza y la corrupción. También sufrió una combinación de negligencia económica internacional e interferencia política. Su último presidente electo democráticamente, Jean-Bertrande Aristide, fue derrocado en 2004 en un golpe en parte apoyado por Estados Unidos.
Preval, un ex aliado de Aristide, es uno de los 33 candidatos a la presidencia en una elección que ya fue postergada cuatro veces. Esta insólita colección incluye a traficantes de armas, un ex jefe del ejército y un asesino, así como el hombre que condujo la sangrienta rebelión de 2004 y que ha estado haciendo campaña abiertamente con el líder de un escuadrón de la muerte. Los grupos internacionales que ayudaron a organizar los comicios dicen que han sido impotentes para evitar su participación. Aparentemente han sido incapaces de ayudar a los más desesperados. A media hora en auto de la casa de Preval a través de las atiborradas calles de Port-au-Prince, llenas de afiches y de viejos y batallados vehículos que llevan banderas de la campaña, queda Cite Soleil, la villa miseria más desesperada de la ciudad. Es un mundo aparte. Constantemente amenazados por la violencia y los asesinatos perpetrados por bandas armadas, muchas ligadas a Aristide, y ataques de la policía, los residentes de Cite Soleil viven una fétida miseria en casuchas de lata oxidadas y las cloacas abiertas sirven de baños. No hay agua corriente ni electricidad y la única ley y el orden son los de varias bandas. Los perros y los chanchos comen de enormes pilas de basura podrida. Un balde de agua puede costar 15 centavos de dólar. Sin embargo, muchos en Cite Soleil esperan y creen que la elección de hoy puede ser su salvación. Esta semana el barrio ha estado inusualmente tranquilo y los líderes de las bandas invitaron a los medios a visitar y ser testigos del apoyo a Preval en este bastión que durante mucho tiempo fue de Aristide.
“El pueblo haitiano tiene el destino de apoyar a gente que hará cosas buenas para ellos”, le dijo a este diario un líder de una banda conocida como Ti Blanc, mientras organizaba una manifestación en apoyo de Preval. “Con Preval podemos sacar al país de la miseria. Nadie en Haití puede igualarse a Aristide, pero quizás el cambio sea bueno.” En el cercano Bel Air, también un barrio peligroso, Leslie Jean Gilles, un estudiante de 25 años, dijo de su candidato favorito: “El piensa en los más pobres. Preval y Aristide son lo mismo”. Su amigo, Olich Medios, otro residente de Bel Air, añadió: “No son la misma persona, pero son lo mismo”. El desafío para Preval es justamente ser distinto y el mismo. Tiene que atraer a los pobres del país y aún no parece tan radical que pueda ponerse en contra a la comunidad empresaria del país y a la elite, que fue el destino de Aristide. En esencia, esto significa que tendrá que aceptar trabajar con la comunidad internacional y aceptar la reformas económicas impuestas porel FMI y el Banco Mundial y al mismo tiempo prometer inversiones en programas sociales, de educación y de salud para los más pobres.
Preval fue presidente de Haití entre 1996 y 2001, un período en el que aceptó previas reformas del FMI y activamente apoyó la privatización de varias industrias nacionalizadas. Es el único presidente que dejó las funciones por la expiración natural de su término. Los haitianos comunes le dan crédito por la construcción de caminos y puentes y por “hacer cosas”.
En cambio, su rival más cercano, Charles Baker, apenas es considerado un haitiano por muchos de los pobres. El blanco educado en Estados Unidos, que es apoyado por los grupos empresarios que organizaron la caída de Aristide, declara que está mejor equipado para transformar a Haití. Franco y a veces exaltado, dijo que su fortuna personal funciona como una inspiración para los pobres.
Las encuestas más recientes les han dado 37 por ciento a Preval y entre 10 y 15 por ciento a Baker. Leslie Manigat, que fue por unos pocos meses el primer presidente democráticamente electo del país antes de su derrocamiento por un golpe militar en 1988, está en tercer lugar. Para ganar directamente, el candidato debe lograr el 50 por ciento de los votos. Que Preval no vaya a una segunda vuelta dependerá de cuántos de los 3,5 millones de votantes se presenten.
Inicialmente se temía que la amenaza de violencia intimidaría a muchos potenciales votantes, pero los funcionarios dicen que esperan que el despliegue de las 9000 tropas de la ONU convenzan a la gente para que vaya a votar. Organizar el voto ha sido un gran desafío logístico y hay muchas quejas de que hay pocos centros electorales. Los funcionarios admitieron que muchos tendrán que caminar más de 10 kilómetros para votar. La ONU tiene que utilizar mulas para transportar las boletas electorales a las áreas más remotas.
A pesar de la dificultad para organizarla, la mayoría de los observadores creen que después de dos años de ley represiva por un gobierno interino impuesto por Estados Unidos, Francia y Canadá después de la caída de Aristide, la elección será crucial. Camille Chalmers, una economista de la Universidad de Haití, dijo: “Es una movilización. Es una nueva oportunidad. Hay mucho entusiasmo popular en el proceso político”. Helen Spraos, una trabajadora de la Ayuda Cristiana con base en Haití, hizo una lista de algunos de los problemas del país: un porcentaje de analfabetismo de 50 por ciento, una expectativa de vida de sólo 52 años, una situación donde uno de cada ocho niños muere antes de los cinco años y en la que una de cada 38 mujeres muere como resultado de un embarazo. Son los problemas que representan lo que está en juego en la elección de hoy.
* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12. Traducción: Celita Doyhambéhère.