En un incremento de la violencia en Irak, un atacante suicida mató a cuarenta reclutas del ejército en Mosul, al tiempo que los líderes chiítas reaccionaron furiosos al ataque estadounidense-iraquí a una mezquita en el que aseguran murieron 37 personas. Otros 21 cuerpos fueron encontrados dentro y alrededor de Bagdad, algunos con sogas en el cuello. El atacante suicida se inmoló ayer en un centro de reclutamiento cerca de una base militar conjunta iraquí-estadounidense, con los usuales resultados devastadores para los jóvenes desempleados que esperaban para conseguir un trabajo en las Fuerzas Armadas.

La matanza de lo que los estadounidenses dijeron eran “16 insurgentes” y de lo que los chiítas aseguran eran 37 fieles desarmados en la mezquita de Mustafa podría convertirse en un vuelco fundamental de los tres años de la crisis iraquí. Los chiítas de Irak, el 60 por ciento de la población, han cooperado ampliamente hasta ahora con la ocupación estadounidense, mientras los árabes sunnitas han resistido. Sin embargo, los chiítas ven cada vez más que Estados Unidos está intentando negarles el poder, a pesar del éxito electoral de su alianza.

Los líderes chiítas pidieron ayer que Estados Unidos devuelva todo el control de la seguridad al gobierno iraquí, al mismo tiempo que el presidente Jalal Talabani declaró que Estados Unidos acordó “formar un comité iraquí-estadounidense para investigar el ataque”. Un vocero estadounidense negó que se haya ingresado en una mezquita, aunque los periodistas que visitaron el lugar ayer dijeron que el escenario de la matanza era una mezquita chiíta. La policía local aseguró que hubo disparos desde una patrulla conjunta iraquí-estadounidense, pero no desde la mezquita. También confirmaron que todos los muertos, que ellos estiman en unos veintidós, estaban dentro del complejo orando y ninguno estaba armado.

* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.