Viernes, 14 de abril de 2006 | Hoy
EL MUNDO › SE CONFIRMA QUE LAS BOLETAS REVISADAS SE REPARTEN ENTRE LAS DOS COALICIONES
El recuento de los votos reduce cada vez más las esperanzas de Il Cavaliere de obtener un vuelco de último minuto en los resultados oficiales –que dieron vencedor a Romano Prodi–. George W. Bush y Tony Blair, aliados de Silvio Berlusconi, aún no reconocen la victoria del líder del centroizquierda italiano.
Silvio Berlusconi se aferra al poder con uñas y dientes. “Les será difícil librarse de mí”, bromeó con un grupo de periodistas. El recuento de los votos, sin embargo, reduce día a día sus esperanzas de obtener un vuelco de último minuto en los resultados oficiales. Los jueces del Tribunal de Apelación dan por buenos pocos de los 82.850 votos discutidos, y las boletas “repescadas” se reparten entre las dos coaliciones. Varios portavoces del centroderecha admitieron que no se había detectado ninguna de las “muchísimas irregularidades unidireccionales” de las que habló Berlusconi el miércoles por la noche. Sin embargo, los dos grandes aliados internacionales actuales de Italia, los gobiernos de Estados Unidos y del Reino Unido, todavía no han reconocido la victoria de la coalición de centroizquierda. Según el diario británico The Times, George Bush y Tony Blair recién aceptarán el resultado cuando el premier italiano acepte la derrota.
El Tribunal de Apelación está haciendo lo que hace después de todas las elecciones: comprobar que las actas firmadas por los presidentes de cada mesa coinciden con los datos en poder del Ministerio del Interior, y estudiar una por una las boletas dudosas. El trabajo de los jueces, un centenar en total, concluirá hacia mediados de la semana próxima y después corresponderá al Tribunal de Casación (similar al Supremo español) poner el sello final. Fuentes de la Casa de las Libertades indicaron a la agencia ANSA que la ventaja de La Unión en la Cámara de Diputados, inicialmente de 24.224 votos, se había reducido a unos 16 mil. Nadie pudo exhibir, sin embargo, ningún dato que probara tal información. Lo poco que se sabía del recuento judicial indicaba más bien lo contrario: la diferencia se mantenía más o menos estable.
En Puglia, donde se contaba concluir las comprobaciones el sábado, habían sido cotejadas a mediodía del jueves la mitad de las 3947 actas de la región. Fuentes judiciales indicaron que habían sido validados entre 150 y 200 votos inicialmente descartados y que el centroderecha obtenía una ligera mayoría, sin que las correcciones variaran de forma apreciable los resultados provisionales. En la ciudad de Perugia (Umbria) sólo fueron validados nueve, de los que siete correspondieron al centroizquierda. “Los resultados conocidos hasta ahora no van a cambiar”, admitió Lorenzo Cesa, secretario general de la Unión Democristiana de Centro (UDC). “No tengo noticia de ninguna irregularidad”, indicó Ignazio La Russa, de Alianza Nacional.
La propia Forza Italia dio marcha atrás y corrigió las acusaciones lanzadas por su líder, quien aseguró que el resultado electoral “tenía que cambiar”. Berlusconi dijo esas cosas con una sonrisa en los labios, la que normalmente le permite después escudarse tras una “intención irónica”. “Estamos efectuando las verificaciones habituales en estos casos; no hablamos de fraudes, siempre nos hemos referido a errores normales”, declaró Denis Verdini, jefe de la oficina electoral de Forza Italia.
La Margarita, el gran grupo centrista dentro de la coalición prodiana, emitió una nota en la que afirmó que la diferencia entre los resultados provisionales y los finales sería de “apenas unos centenares de votos” y no cambiaría nada. Romano Prodi, que deseó a los periodistas “buenas vacaciones de Pascua” y dio un paseo en bicicleta por las afueras de Bolonia, dio por zanjado el asunto y no hizo más comentarios. Sólo el secretario general de los Demócratas de Izquierda, Piero Fassino, mostró una cierta exasperación ante las tácticas dilatorias de Berlusconi: “El presidente del gobierno sigue sin querer aceptar la derrota, su comportamiento me parece incomprensible y, vistas sus funciones institucionales, incluso irresponsable”, declaró Fassino. “El centroderecha debe distanciarse de esa actitud aventurerista”, agregó.
El coordinador nacional de Forza Italia, Sandro Bondi, recomendó a Fassino un poco de paciencia: “Si el centroizquierda se encontrara en nuestras circunstancias, derrotado por unos 20 mil votos que suponen el 0,1 por ciento del total, Fassino haría exactamente lo mismo que hacemos nosotros: verificar las boletas discutidas y controlar posibles omisiones o irregularidades en la compilación de las actas, como prevé la ley para evitar que unos cuantos errores desvirtúen la voluntad de los electores”, comentó.
Mientras Prodi iniciaba un fin de semana de descanso en su ciudad, Bolonia, Berlusconi seguía encerrado en su residencia romana del palacio Grazioli. Le acompañaron durante buena parte del jueves sus dos colaboradores más cercanos, Gianni Letta, subsecretario de la Presidencia del Gobierno, y el portavoz Paolo Bonaiuti, subsecretario de Información. También pasó varias horas con Il Cavaliere uno de sus más brillantes defensores intelectuales, el periodista Giuliano Ferrara, que fue subsecretario de Información en el primer gobierno de Berlusconi (1994-1996) y dirige actualmente el diario Il Foglio, propiedad de la familia Berlusconi.
Hubo quien se acercó al palacio Grazioli para hacer méritos, como Alfredo Antoniozzi, candidato de Forza Italia a la alcaldía de Roma con nulas posibilidades de vencer al actual alcalde, Walter Veltroni. Antoniozzi dijo haber llevado a la oficina de Berlusconi varios documentos que supuestamente probaban “irregularidades” en el voto de los italianos en el extranjero y citó como ejemplo que algunos votantes habían recibido el impreso consular acompañado de un folleto de propaganda de La Unión.
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