Los protagonistas de la “Revolución Naranja” se reconciliaron ayer y apuestan a un nuevo gobierno. Las tres principales fuerzas políticas que triunfaron a finales de 1994 al derrocar al antiguo régimen ucraniano pro ruso, Nuestra Ucrania del presidente Víctor Yuschenko, el Bloque de la ex primer ministra Yulia Timoshenko y el Partido Socialista, firmaron un documento en el que se comprometen a volver a formar una coalición, alcanzando así una mayoría suficiente para formar gobierno. Este acuerdo, sin embargo, sólo se mantendrá si Timoshenko recupera su cargo al frente del gobierno, aspiración no compartida por las filas de Yuschenko. No obstante, este último podría acceder a esta demanda si su aliada “naranja” se compromete a apoyar su reelección –e implícitamente a renunciar a posibles aspiraciones presidenciales propias–.

Las elecciones del 26 de marzo pasado fueron un llamado de alerta para lo poco que quedaba de la dirección “naranja”. El candidato del antiguo régimen Víctor Yanukovich consiguió la primera mayoría parlamentaria, aunque las bancas no eran suficientes para formar gobierno. Los resultados le habían otorgado 186 escaños, seguido por el Bloque de Timoshenko que obtuvo 129, Nuestra Ucrania se quedó con 81, el Partido Socialista con 33 y el Partido Comunista con 21. El acuerdo final que cimentará la coalición se firmará cuando la nueva Rada (Congreso) empiece a funcionar dentro de un mes. Este acuerdo deberá refrendar las bases programáticas de esa alianza, el reglamento de su actividad y el reparto de las esferas de influencia entre sus integrantes, algo, que todavía no fue negociado y que sin dudas, no se solucionará en una reunión o dos.

En septiembre pasado, Yuschenko rompió con su principal aliada “naranja”, Timoshenko, y la destituyó de la jefatura del gobierno, responsabilidad que le había encomendado sólo meses antes, después de que hombres de confianza de la ex primer ministra denunciaran casos de corrupción dentro del entorno del presidente ucraniano. La diferencia es que, a partir de estas elecciones, el primer ministro es elegido por el Parlamento, por lo que no depende más del presidente, que de ahora en más pierde muchas de sus antiguas atribuciones.