EL MUNDO › HISTORIA DE UNA VICTIMA DE LOS “PARAS”

Un peregrinaje por la paz

En tiempos de guerra, el colombiano Jorge Enrique Navarro está empeñado en caminar por la paz. Es más: en cruzar América latina a pie. Navarro anda despacio, con las piernas cansadas; ya pasó por Venezuela, por la misma Colombia, por Brasil, por Paraguay, Uruguay y Bolivia. Su objetivo es llegar hasta la Patagonia con la misma consigna: denunciar a las fuerzas paramilitares derechistas de su país que asesinaron a toda su familia.
Navarro anda con una mochila a cuestas, con la que camina doce horas por día y logra un promedio de 50 km por jornada de viaje. Vive gracias a la solidaridad de la gente que en la misma ruta lo invita a comer y, a veces, lo alojan. Dice que la ciudad menos amable hasta ahora fue Buenos Aires. Viniendo para este diario, fue detenido en la estación de trenes. Había tirado su boleto y se lo pidieron a la salida del andén. Cuando contó que lo había “botado”, nadie le creyó y con el argumento de que todos inventan la misma historia de ser inmigrantes, lo detuvieron allí durante tres horas porque no tenía plata para pagar la multa.
Navarro muestra, como carta de presentación, las notas sobre su tragedia publicadas en otros diarios latinoamericanos y se dispone a relatar la historia. El 10 de enero de 1999, Navarro –un ingeniero forestal de 34 años– estaba trabajando a 6 km de su finca, cercana a la ciudad sureña de La Hormiga, en la provincia de Putumayo. Lo mandó a llamar el cura del lugar y le contó que un grupo de las fuerzas paramilitares Autodefensas Unidas de Colombia (AUC) había masacrado a sus padres, a sus cuatro hermanos y a su hijo de apenas más de un año. Navarro explica lo que “es una situación de todos los días” en Colombia: él y su familia pagaban a las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) un “impuesto revolucionario” de 1.800 dólares mensuales, determinado por la dimensión de la estancia que poseían. Los paramilitares entienden que este pago, que los colombianos denominan “vacuna”, es una de las bases de sustento económico de la guerrilla y que quienes lo entregan son “auxiliares” de los rebeldes. Con ese argumento, arrasan poblaciones enteras.
Navarro está aún en Buenos Aires, en la casa de unos amigos en Glew. Después de cargar por más de 17.000 km su bandera de la paz (que le hace más fácil pasar los trámites migratorios en las fronteras), planea llegar al sur y volver a Paraguay donde, posiblemente, consiga un empleo de su profesión. Sin embargo, no piensa abandonar su larga travesía por la paz.

Informe: Verónica Gago

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