Martes, 19 de septiembre de 2006 | Hoy
El mandatario aceptó la salida de su asesor Freud Godoy, por supuesto chantaje. La oposición pide anular la candidatura de Lula.
Por Darío Pignotti
Desde San Pablo
Lula ya no cree en Freud. El presidente brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva, aceptó ayer por la mañana la renuncia de uno de sus asistentes directos, Freud Godoy, contra quien pesa la sospecha de haber participado en el intento de chantaje en perjuicio de uno de los líderes de la oposición, José Serra. Al entender que su viejo colaborador había “quebrado la confianza” dispensada, el mandatario aceptó la salida de su cargo en el área de seguridad. Lula y Godoy se conocían desde sus tiempos de militancia en el Partido de los Trabajadores (PT).
“Indignado”, según la descripción de uno de sus ministros, Lula dejó Brasilia con destino a Nueva York, donde hoy pronunciará el discurso inaugural de la Asamblea de las Naciones Unidas. Por la tarde, Freud Godoy, campera desaliñada y barba de varios días, llegó a la sede de la policía federal en San Pablo, donde declaró a los reporteros que se alejó del gobierno provisoriamente, hasta que se esclarezcan los hechos. Fue sometido a un careo con Gedimar Pereira Pasos, preso en esa sede policial desde el viernes, cuando lo sorprendieron con 1,7 millón de reales (800 mil dólares) que serían destinados a la compra de un video, un DVD y fotos.
El dossier, según se pudo ver en Internet, muestra en circunstancias comprometedoras al candidato al gobierno de San Pablo José Serra. Durante sus gestión como ministro de Salud del ex presidente Fernando Henrique Cardoso (1994-2002), Serra habría apadrinado una red de negocios turbios, que sigue delinquiendo, la llamada “mafia de los chupasangres”. Hay 72 parlamentarios actualmente inculpados por el hecho que salpica, y mucho, a Serra.
Desde el viernes el foco de las investigaciones se desplazó del ex ministro hacia la cuadrilla que integrarían Freud Godoy, Gedimar Pereira y otros, como Luiz Antonio Vedoin, el empresario que vendió al Estado ambulancias sobrefacturadas durante este y el anterior gobierno.
El candidato presidencial socialdemócrata, Geraldo Alckmin, que hasta hace una semana parecía políticamente desahuciado, embistió contra su rival y postulante a la reelección, Lula da Silva. Alckmin entiende que este escándalo reafirma la naturaleza corrupta del actual gobierno: “Son hechos reincidentes, pero este es más grave todavía, porque involucra a un asesor de la presidencia”.
Los presidentes del Partido de la Socialdemocracia Brasileña (PSDB) y del conservador Partido del Frente Liberal (PFL) se apersonaron ante el Tribunal Superior Electoral para solicitar la impugnación de la candidatura de Lula. Según Tasso Jereisatti y Jorge Bornhausen, hay firmes indicios de que el dinero para pagar el maletín de informaciones vino desde el gobierno.
El presidente del PT, Ricardo Berzoini, afirmó que su agrupación nada tiene que ver con los hechos y sembró dudas sobre una conspiración, interesada en “convulsionar” una campaña en la que Lula marcha con holgada ventaja.
Oficialistas y opositores se preguntan, a un tiempo, si este nuevo escándalo logrará lo que los anteriores no pudieron: hacer mella en la popularidad presidencial. En el último año y medio el mandatario logró sobrevivir a una secuencia de hechos y denuncias graves en los que cayeron sus principales ministros y la cúpula petista. A doce días de los comicios, todos aguardan expectantes lo que surja en las encuestas de esta semana.
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