Martes, 19 de septiembre de 2006 | Hoy
EL PAíS › QUE SIGNIFICA LA ENERGIA QUE CEDERA PARAGUAY
Por Cledis Candelaresi
Los 8000 gigavatios por cuarenta años que Julio De Vido subrayó como un logro del flamante acuerdo con Paraguay no dejan de ser una buena noticia, aunque están muy lejos de ser la solución para el problema energético que enfrenta la Argentina. Según las pautas vigentes entre los socios de la Entidad Binacional Yacyretá, Asunción sólo podría cederle a la Argentina esa cantidad recién cuando la cota de la presa se eleve a 83 metros –en el mejor de los casos, desde fines del 2008– y con un aporte adicional que equivale a menos del 2 por ciento del consumo actual.
El flamante pacto con Paraguay pretende clausurar una historia enrevesada y sobre la que ninguna fuente oficial da datos precisos, ni del monto de la deuda que ese país habría acumulado a favor de la EBY, ni siquiera del origen exacto de esas acreencias. Lo que está fuera de dudas es que Argentina financió íntegramente la obra, cuya energía producida corresponde en partes iguales a los dos socios.
Paraguay demanda sólo entre el 1 y el 10 por ciento de la electricidad de la presa y, en virtud de una “cláusula de preferencia”, lo que no consume uno se lo tiene que ofrecer al otro. En consecuencia: el resto de la energía no consumida se la vende a la Argentina a un precio que parece ser una de las claves de la discordia. Según la letra del convenio binacional, este valor termina siendo muy superior al de mercado, ya que refleja los costos de construcción de la presa, incluida su enorme carga financiera. Eso daría lugar a un valor teórico en función del cual los paraguayos fueron acumulando una millonaria deuda, que oficiosamente fuentes ligadas a la usina hidráulica ubican por encima de los 11 mil millones de dólares, número a priori disparatado, si se considera que se aproxima al costo de construcción.
Con el acuerdo firmado entre Néstor Kirchner y Nicanor Duarte Frutos, se habría conseguido consolidar aquella deuda, que Paraguay cancelaría con la entrega de energía “a valor de mercado”, según se infiere de los dichos del ministro. Esto significa pagar los 58 pesos el megawatt/hora, más un adicional por potencia, que pagó el sistema a la EBY durante agosto, sin acumular ningún adicional para Paraguay.
Pero tal vez la principal ventaja argentina es que se garantiza que su socio no vulnerará aquella cláusula de preferencia como aspiró en algún momento, cuando planeaba construir una línea de gran capacidad para exportarle a Brasil la energía que no consume, propósito del que finalmente habría desistido. Ahora, todo lo que genera Yacyretá (excepto la pequeña cantidad que demandan los paraguayos) alimentará sin dudas el sistema local.
Hoy Yacyretá trabaja con una cota de 78 metros y produce algo más de 12 mil gigawatt/hora al año, de los cuales Paraguay cede a la Argentina más de 5000. Está en marcha el plan de obras para elevar la altura de la presa a 83 metros, lo que aumentaría la capacidad de generación a 16 mil gigawatt/hora a fines del 2008. Sólo en ese caso, la promesa anunciada por el ministro de Planificación resulta consistente, ya que trabajando a pleno es factible que Paraguay le entregue a la Argentina los 8000 giga aludidos por De Vido.
Esa futura entrega equivale a poco más del 7 por ciento del consumo anual de electricidad local. Pero si se considera lo que Paraguay hoy ya cede a la Argentina, el aporte “adicional” se reduce a 2000 gw/h. Nada despreciable si se considera que todo el sistema energético está trabajando a pleno y necesita vitalmente aumentar la generación para responder a una demanda creciente. Pero insuficiente para solucionar por sí mismo el problema de que la oferta esté peligrosamente tan en línea con lo que se consume.
Más allá de lo que se anunció formalmente, es factible que una fumata con Paraguay sobre esta cuestión despeje el área de otras cuestiones urticantes. Quizás anime a ese país a dejar de poner obstáculos a las obras que se están licitando con miras a aumentar la capacidad de generación de la represa. Un ejemplo es aquella iniciativa que Pescarmona presentó junto a una constructora de paraguaya para aprovechar el salto natural del Aña Cuá, colocando allí tres turbinas. La licitación fue objetada por presuntas irregularidades, planteo que fue promovido desde el otro lado de la frontera.
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