Viernes, 13 de octubre de 2006 | Hoy
Según los relevamientos hechos después del debate que enfrentó a Lula con su rival socialdemócrata de cara al ballottage del 29 de octubre, el modo agresivo del retador no gustó en la audiencia paulista de clase media, un segmento clave en la elección.
La campaña para la segunda vuelta de las elecciones presidenciales en Brasil entró ayer en su cuenta regresiva con el inicio de la propaganda por radio y televisión. Si bien el tono de los mensajes fue frontal y encendido, fue más moderado que en el primer debate entre ambos candidatos, el domingo pasado. Tanto el presidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva como el candidato socialdemócrata Geraldo Alckmin colocan todas sus fichas en la campaña televisiva, de cara al ballottage del 29 de octubre. Según las encuestas, Lula está ganando esta batalla. El último sondeo de Ibope, difundido ayer, le dio 57 por ciento al presidente, contra 43 por ciento que obtenía su rival.
El banderazo de salida fue dado ayer por Lula. “Comenzamos una nueva etapa de la elección, un momento decisivo”, dijo el presidente brasileño ante las cámaras tras agradecer el apoyo de 40 millones de electores que lo votaron en la primera vuelta el 1º de octubre pasado. “Ese apoyo es necesario ahora más que nunca para continuar nuevos proyectos de transformación de Brasil”, afirmó. Lula dijo que esta última fase de la campaña se dedicará a resaltar “la profunda diferencia” entre él y Alckmin, y a destacar las obras y resultados de su gestión iniciada en enero del 2003.
Con lenguaje sencillo habló de estabilidad económica, de la mejora en las cuentas externas y de la creación de nuevos empleos. Sobre las acusaciones de corrupción en las que se había centrado la estrategia de Alckmin, y de toda la oposición, Lula afirmó que los escándalos florecen porque su gobierno lucha contra esa lacra. “Es mejor que la corrupción aparezca porque se la está combatiendo, a que no aparezca porque no se la combate”, dijo.
Asimismo, Lula volvió a advertir que, de ser electo, Alckmin impulsará la privatización de grandes empresas estatales, lo que la oposición niega. La socialdemocracia acusó al presidente de hacer “terrorismo electoral” con estas afirmaciones. “La verdad desnuda y cruda es que ahora tenemos que elegir entre dos propuestas políticas. De un lado, mis adversarios, que quieren vender lo que resta de lo que no vendieron en el pasado, quieren privatizar lo que resta para privatizar en este país”, dijo el presidente. En tanto, Alckmin, del Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB), afirmó que ganó el debate al presentar las mejores propuestas en salud, educación, seguridad, empleo e inversión. “Lula tuvo su oportunidad y no hizo en cuatro años las reformas”, afirmó, además de prometer “un Brasil honesto, de empleo y oportunidades, y con menos impuestos”.
Lula y Alckmin fueron los más votados en la primera vuelta de las elecciones, con 48,6 por ciento y 41,4 por ciento, respectivamente. Una primera encuesta después de la elección del 1º de octubre le dio al presidente el 54 por ciento de los votos válidos y el 46 por ciento a su adversario. Esa ventaja aumentó esta semana hasta 11 puntos después de un primer debate en televisión el domingo pasado. Según un informe de Folha de Sao Paulo, una de las causas del crecimiento de Lula en las encuestas es la actitud tomada por Alckmin en el debate. La mayoría de los espectadores consideraron al socialdemócrata como “el candidato más autoritario”, algo que se reflejó en las encuestas ulteriores.
Pero hay que tener en cuenta que el debate del domingo pasado no tuvo el alcance nacional del último debate de la campaña, en el que no estuvo Lula, que había sido transmitido por la cadena más importante del país, O Globo. En cambio, el debate de la semana pasada fue transmitido por la emisora paulista Bandeirantes, que tiene una importancia y un alcance mucho menor. Sin embargo, llega a un público que fue crucial en el resultado de la primera vuelta: las clases media y media-alta de San Pablo que fueron, según los analistas, las responsables del fuerte revés que sufrió el oficialismo en ese estado. También son los sectores en los que más influyó el último escándalo de corrupción que alcanzó a buena parte de los dirigentes de la campaña petista. El domingo pasado, Lula pareció ganarse a muchos de esos paulistas. Alckmin, en cambio, continuó explotando las denuncias de corrupción que tanto le sirvieron para acercarse a Lula en la intención de voto. Para ganar tendrá que hacer algo más.
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